Por Luis Cortina - Como siempre sucede, los informados operadores del
mercado financiero tuvieron la primicia antes. Cuando la cotización del dólar
amenazaba romper el récord del 28 de diciembre (ayer tocó $19,41), algo hizo
cambiar su humor y empezaron las ventas, hasta dejarlo en $19,29 al cierre. El
comunicado del Banco Central, emitido cerca de las 17, les dio la razón, al
confirmar el secreto a voces de un recorte de 0,75 puntos porcentuales en la
tasa de referencia. Tras los fuertes rumores de renuncia de su presidente,
Federico Sturzenegger, la semana pasada, una lectura fina del comunicado
muestra que fue casi una auténtica declaración de principios.
Al argumentar su decisión, recuerda que en sus comunicados de política
monetaria del 12 y del 26 de diciembre, "el BCRA enfatizó que la inflación
núcleo había quebrado el nivel de persistencia observado entre mediados de 2016
y mediados de 2017, pero que la política monetaria mantenía un fuerte sesgo
contractivo [quiere decir, con tasas altas] para evitar un contagio de los
aumentos de precios regulados a la inflación núcleo". Basta recordar, para
entender, que dos días después del último comunicado (el 28 del mes pasado) el
Gobierno anunció la flexibilización de las metas de inflación, buscando así que
el Central bajara las tasas. Más allá del impacto que tuvieron en la inflación
los últimos aumentos de tarifas, prosigue, "en la visión del BCRA el
proceso de desinflación se ha encarrilado a lo largo del último semestre".
Pero la clave está en el anteúltimo párrafo: "El Banco Central será
cauteloso en la adecuación de la política monetaria al nuevo sendero de
desinflación. Naturalmente, si se busca una menor velocidad de desinflación que
la planeada originalmente, corresponde un sendero de política monetaria menos
contractivo". El mensaje es: si ustedes quieren bajar la inflación más
lento, yo puedo bajar las tasas. Pero advierte: "Esa moderación en el
sesgo contractivo solo podrá sostenerse en el tiempo en la medida que la
evolución de la desinflación sea compatible con la trayectoria buscada".
Sturzenegger buscó así hacer un delicado equilibrio entre comenzar a
reducir la brecha entre la tasa de interés y la inflación (mostrándose al mismo
tiempo flexible frente a las exigencias del ala política del Gobierno) y no
realimentar las expectativas de un alza de precios -con una baja más
pronunciada de la tasa-, que operadores y analistas económicos ya comenzaron a
registrar en sus pronósticos. En el último relevamiento del BCRA (REM), ya
habían subido sus predicciones para este año del anterior 16,6% al 17,4%, y eso
teniendo en cuenta que la encuesta se hizo antes de que el Gobierno anunciara
las nuevas metas.
Como para agregarle pimienta al plato de noticias, ayer se divulgó el
llamado índice Congreso, que mostró una inflación del 3,1% para diciembre
(24,6% en el año). Mañana, el Indec dará el dato definitivo, seguramente muy
cerca de esas cifras. Aquí hay que reparar en que el dato que cuenta para el
BCRA es la inflación núcleo (sin precios regulados ni estacionales), que según
la consultora PriceStats estuvo en 1,3% el mes pasado.
Ahora todos esperan la actitud que tomará el Central el próximo martes,
cuando encare la primera renovación de Lebac del año, y algunos no descartan
que intente una nueva baja de tasas. "Hace un mes, la Lebac a 35 días
rendía 29% y en el mercado secundario ya está en 27,20%. El martes va a cortar
en ese nivel o, a lo sumo, 27%", apunta el consultor Miguel Bein.
"Creo que está bastante consensuado con el Gobierno, siempre y cuando en
un mes haya otra baja de tasas de medio punto", completa.
El otro equilibrio necesario es la cotización del dólar. Con el déficit
externo que enfrenta la Argentina, bajar mucho las tasas llevaría a una brusca
devaluación, que si bien podría alimentar la competitividad también impactaría
en la inflación.
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