Por
Mariano Obarrio -- El objetivo de la
conferencia de prensa de Mauricio
Macri fue revertir
el pesimismo y desánimo que se instaló en amplios sectores sociales y
económicos, acompañado por la fuerte caída en la imagen de la figura del
Presidente y la merma de la confianza en el futuro, registrada en las últimas
encuestas que llegaron al Gobierno.
Según pudo saber LA
NACION , los estrategas de la Casa Rosada dejaron de interpretar esa caída
como un fenómeno coyuntural. Y ahora la consideran "preocupante" para
encarar con éxito la campaña por la reelección presidencial en 2019.
Los equipos de encuestas y focus
groups del asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba tienen miedo del temor
social de las crisis cambiarias, el ajuste fiscal del Fondo Monetario
Internacional (FMI) y la división por el debate sobre la despenalización del
aborto. La conferencia de prensa de ayer buscó disipar esas dudas.
Mientras preparaban la sala de prensa de la residencia de
Olivos, un funcionario nacional reveló a LA
NACION que el presidente Macri tiene la certeza de que podrá
equilibrar el dólar en 28 pesos en julio y que, a más tardar en septiembre, el
presidente del Banco Central, Luis Caputo, podrá bajar las tasas de política
monetaria de las Lebac, en línea con la inflación, más cerca del 30% que del
46,5% de ayer.
Para neutralizar el pesimismo o la "mala onda",
el jefe de Estado tenía la premisa de ir al encuentro con los periodistas con
su mejor semblante, sonriente, con la situación bajo control. Pero sobreactuó
el discurso de la "buena onda", que le dio resultado en campañas
electorales, pero que en las crisis pueden volverse contraproducentes si no
está fundado en hechos concretos.
Sin
anuncios a la vista, Macri quería exhibir que todavía tiene interés en
responder preguntas en una conferencia de prensa, una forma de distinguirse del
gobierno anterior. "La gente necesita saber qué opina el Presidente sobre
todos los temas y transmitir confianza en el futuro", dicen a su lado. Por
eso, ratificó que buscará un acuerdo fiscal con los gobernadores de la
oposición para consensuar un proyecto de ley de presupuesto para 2019 con la
meta de déficit fiscal de 1,3% del PBI, tal como se acordó con el FMI.
También buscó consolidar el optimismo deslindando
responsabilidades de la crisis cambiaria en dos factores: la tormenta del mundo
exterior y la pesada herencia recibida. Cero error de cálculo, pareció
transmitir en su discurso. La campaña 2019, a toda vela.
Sin embargo, admitió que ante esas tormentas el Gobierno
debió arriar las velas, aunque casi cometió un acto fallido de decir
"banderas". El plan era vender "futuro". Esa palabra estuvo
en todo, tanto para prometer que se retomará el crecimiento, que bajará la
inflación a un digito, que aumentarán las exportaciones de carne, las
inversiones en Vaca Muerta la minería, la agricultura y las comunicaciones por
Internet. La palabra "futuro" debía ser la estrella.