Por Liliana Franco - La estabilidad
que vienen mostrando las cotizaciones del dólar y la desaceleración en los
índices de precios, junto con una incipiente mejora en los indicadores de la
gestión de gobierno (si bien modesta y sobre niveles muy altos de
desaprobación), tras la reunión del G20, se renovó el optimismo en
la Casa Rosada.
Estos datos llevan a que un sector del Gobierno de Maurico Macri, liderados por el jefe de Gabinete, Marcos
Peña y el asesor presidencia Jaime Durán Barba, siga confiando en
que la mejor estrategia electoral de cara a los comicios del año que viene, sea
volver a enarbolar la propuesta de “un cambio”, es decir el mismo argumento que
los llevó a ganar las últimas elecciones. Se trata de una iniciativa que deja
fuera de circulación a lo que ellos consideran “la vieja política”.
Esta postura “optimista” incluso lleva a algunos altos miembros a la
convicción de que “podemos ganar en primera vuelta” un
pronóstico que al día de hoy suena al menos aventurado.
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Sin embargo, esta ola “optimista” convive
en el Gobierno con otros sectores que no están tan seguros de los resultados
que arrojará el programa económico. Y también consideran que, aunque resulte
exitoso el programa de estabilización en marcha, los desafíos que deberá
encarar la próxima administración son de tal magnitud que lo más aconsejable es
comenzar a tejer alianzas políticas con otros sectores políticos.
Así, señalan que sería conveniente el mantener un mayor diálogo con el
peronismo más cercano al oficialismo, como es el que representan los
gobernadores Juan Schiaretti (Córdoba) o Juan Manuel Urtubey (Salta).
Entre los más optimistas por la marcha de la economía se encuentran los ministros Nicolás Dujovne y Dante Sica. Dujvone, en declaraciones públicas
afirmó que la Argentina está “terminando de superar la crisis” y se encamina a
iniciar un “crecimiento sobre bases más sólidas”.
Según fuentes oficiales se confía en que la inflación de
noviembre presentará una marcada desaceleración – sostienen- que ubicará el
índice por debajo de 3%, cerca de la mitad de los meses anteriores.
Al respecto, el Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET) informó
una inflación para noviembre del 2.9%, un organismo dependiente de la
Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo al que “no se lo puede
calificar de oficialista”, sostienen en la Rosada.
En general, la mayoría de las consultoras económicas vienen observando
una desaceleración de la inflación situando el índice entre 2,4 /2,9% para
noviembre.
De todas maneras, y a pesar de estos datos, algunos miembros de Cambiemos con contacto más directo con los
territorios como la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal o el jefe de
Gobierno de la Capital, Horacio Rodríguez Larreta, no les
disgustaría una mayor apertura política.
De hecho, el apoyo al Gobierno escasea, es conocido el disgusto de
vastos sectores empresarios con el gobierno de Macri. También las encuestas
están mostrando a una porción del electorado catalogada de “clase media” muy
descontenta. Son los sectores con ingresos formales que también deben hacer
frente a todas las obligaciones sin tener ningún tipo de ayuda social.
Si bien en el entorno del presidente admiten este sector ”desencantado”
creen igual que la desilusión no los llevará a votar al kirchnerismo.
Caída
del consumo
Es que los datos duros de la economía muestran que será muy poco lo que
podrá mostrar la administración Macri en esta materia. Consultoras como
Ecolatina calculan que el salario registrado tendría un deterioro superior a
10% en el último trimestre del año y que la comparación interanual seguirá
siendo negativa para los asalariados hasta el tercer trimestre del año próximo.
Si se cumplieran estas proyecciones, el poder adquisitivo de los
salarios recién a partir de julio del 2019 y como resultado de las paritarias y
la caída de la inflación, mostraría una ligera variación positiva (2%).
Dada la caída en los ingresos, se prevé que el consumo continuará
deprimido. De acuerdo con las mediciones de Kantar Worldpanel, en lo
que va del año los precios de los productos de primera
necesidad subieron 39% y los gastos de las familias unos diez puntos menos. La
caída se explica en parte por la búsqueda de segundas marcas más baratas o
bocas de expendio más convenientes, pero también por la caída en el volumen del consumo. Y esta merma seguiría el año
próximo, cuando retrocedería cerca de 1,5%.
Analistas cercanos al Gobierno también hicieron llegar su preocupación
por la posibilidad que, en un escenario de encuestas desfavorables para la
administración oficial, el temor a la vuelta al
“populismo” pueda volver a generar tensiones sobre el dólar.
Por otra parte, quienes plantean la necesidad de una mayor apertura
consideran que el programa económico tiene como supuesto que no empeorará la
situación internacional.
Se trata de algo que nadie puede asegurar en momentos que no faltan
luces amarillas en el plano global. La OCDE recortó recientemente
su previsión de crecimiento mundial de 3,7 a 3,5% para el año próximo y
el FMI viene advirtiendo sobre los riesgos de la “guerra comercial” y
por el peligro del crecimiento de la deuda pública y privada –desde 2007
aumentó 60% -.
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