Por Pablo
Wende - Hace exactamente un año, Guillermo Calvo visitó la
Argentina. El economista argentino radicado en Washington insistió junto a su
colega Carmen Reinhardt (experta en historias de crisis económicas) que era
inevitable que el Gobierno recurriera al FMI, ante la necesidad de contar con
un prestamista de última instancia. En ese momento, nadie le prestó atención.
Ahora Calvo visitó de vuelta el país invitado a participar de la CIEF
(Conferencia Internacional de Economía y Finanzas) y realizó nuevas
advertencias. Se concentró sobre todo en el duro programa monetario que
implementó el Banco Central: "La verdad es que hoy ya ningún país utiliza
el control de agregados monetarios para combatir la inflación, entre otros
motivos porque los factores de creación de dinero son múltiples". Y
enseguida puntualizó que "la única certeza que tenemos es que este tipo de
políticas lo único que logrará es alargar la recesión".
En los últimos días se multiplicaron las críticas al esquema monetario
que el Gobierno negoció con el FMI para estabilizar las variables financieras.
Resumiendo, se trata de controlar de manera estricta la expansión de dinero por
parte del Central, junto con la definición de una zona de no intervención en la
que la entidad no puede comprar ni vender dólares.
El programa que se puso en marcha a principios de octubre consiguió el
objetivo inicial: estabilizar el dólar, aunque pagando el precio de una elevada
tasa de interés. Pero tras la nueva devaluación de agosto, que había llevado a
la divisa de $ 28 a más de $ 40, era imprescindible controlar el tipo de cambio
cueste lo que cueste para evitar una espiralización de la inflación (en septiembre
tocó un pico de 6,5%).
Desde la UIA también enfatizaron el efecto que esta política está
generando en el aparato productivo. Esta semana fue especialmente duro el
titular de la entidad fabril, Miguel Acevedo. "En el año ya perdimos
40.000 puestos de trabajo. Esta política de altas tasas y control monetario ya
la tuvimos y dio muy malos resultados". Pero además advirtió que "es
cierto que el dólar está más estable, pero la corrida no terminó. Sólo lo
controlan con tasas muy altas".
El rendimiento de las Leliq que coloca el BCRA entre los bancos para
llevar adelante su política monetaria habían tocado un máximo de 74% y bajaron
hasta 59%. Pero en los últimos días se notó cierta fatiga. Ya no es tan
fácil bajar las tasas de estos niveles sin que la consecuencia sea una suba del
tipo de cambio. El viernes la divisa tocó los $ 39 para el público.
Las tasas de interés siguen altas en pesos, pero también en dólares. Eso
se refleja en el aumento del riesgo país, que va camino a superar niveles
récord durante la gestión de Mauricio Macri. El viernes superó los 760 puntos y
títulos como el Bonar 2024 pasaron a rendir arriba del 12% anual en dólares. Un
mal clima en los mercados internacionales y la incertidumbre por el resultado
electoral de octubre afectan negativamente la percepción de los inversores.
Ambos fenómenos, la tasa de Leliq al borde del 60% y el riesgo país en
máximos, no traen buenos presagios para la economía argentina. Ambos factores
combinados harán mucho más pesada una posible reactivación económica.
En general, los economistas coinciden con el Gobierno en que se está muy
cerca o ya se habría llegado al piso de la caída de la actividad. Sin
embargo, hay divergencias de opinión sobre cómo será el rebote. El
pronóstico que realizó el Ministerio de Hacienda sobre un rebote con forma de
"V" hoy ya parece haber quedado atrás. Según el ministro Nicolás
Dujovne, para el cuarto trimestre de 2018 la economía debería estar creciendo a
un ritmo de 8,5% anual. Hoy esa meta luce imposible.
Eduardo Levy Yeyati, economista de la Universidad Di Tella y que
colaboró con el Gobierno, definió las dudas que existen sobre el repunte de la
actividad de esta manera por redes sociales: "Nuestra economía tipográfica
está necesitando una letra intermedia entre la L y la U". De esta manera,
reflejó que en realidad la economía se debate entre mantenerse planchada una
vez que toque fondo y una recuperación, pero muy leve, a partir del segundo
trimestre.
El nivel de reactivación que hay por delante es un dato vital para las
chances electorales de Macri. Una cosa es llegar a octubre del año que viene
con la economía en franca recuperación luego de la crisis de 2018. Y otra muy
distinta es hacerlo con un rebote tibio, que será casi imperceptible para los
bolsillos.
Las encuestas de noviembre mostraron que la imagen positiva del
Presidente tuvo un leve rebote, posiblemente producto de la estabilización del
tipo de cambio. Y se supone que la exitosa organización del G20 en Buenos Aires
también sumó.
Pero por ahora todo hace pensar en un "cabeza a cabeza" con
Cristina Kirchner. Y esas dudas sobre qué modelo gobernará la Argentina serán
un factor preponderante a lo largo de 2019. Aumentará la dolarización de
portafolios (que se tranquilizó bastante a partir de octubre) y hará difícil
que los bonos tengan un repunte significativo. Serán pocos los inversores que
se arriesguen si el escenario electoral que hay por delante es "blanco o
negro", es decir, indefinido hasta último momento.
La esperanza del Gobierno está puesta en los dólares de una cosecha de
soja que le daría a la economía unos USD 9.000 millones adicionales respecto a
la sequía de este año. Y también se apuesta a la mejora de los ingresos reales,
en un contexto de inflación un poco más controlada. Pero estos factores
favorables chocarán con esa elevada incertidumbre que contraerá las inversiones
a un mínimo nivel y que también presionaría fuerte sobre el tipo de cambio.
El Gobierno lo sabe y por eso tiene una opción: hacer jugar fuerte al
Tesoro para que intervenga en el mercado cambiario hacia mayo o junio del año
próximo para evitar que el dólar se acerque al techo de la banda cambiaria.
Permitir que la divisa suba hasta 30% (que es el margen permitido en el acuerdo
con el Fondo) sería suicida en medio del proceso electoral.
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