Por Guillermo
Oliveto - Resuelto finalmente el escenario
electoral, el foco del análisis se centra ahora en el escenario económico. Sin
embargo, sería un error pensar únicamente en esa dimensión a la hora de
dilucidar qué puede ocurrir en el futuro próximo. Todas las medidas que vayan a
tomarse no se ejecutarán en la asepsia del laboratorio, sino que se asentarán
en la complejidad de una trama humana que las procesará a su modo. Y como bien
afirmó Peter Drucker, el padre de la gestión empresarial, "la
cultura se come a la estrategia en el desayuno".
Por lo tanto, ya
sea para la toma de decisiones políticas que afecten la economía cotidiana como
para las de carácter empresario que pretendan modificar patrones de consumo
resultará imprescindible considerar siempre a la hora de estimar sus resultados
cómo opera esa cultura. Es decir, cómo funciona la cabeza de los argentinos.
El modo de pensar
de ese gran colectivo social que podemos caracterizar como "el ser
nacional" fue forjado por la "ciclo-crisis". El carácter de los
argentinos es, en esencia, el de un eterno
"sobreviviente". Por lo tanto, sus reglas son esas, las de
quien antepone por sobre todas las cosas lo más básico y primitivo. Algo
bastante lógico, por cierto, luego de haber vivido tantas instancias límite.
En un estudio reciente
que hicimos en Consultora W y que presentamos en
el último Coloquio de
IDEA, a la hora de indagar el vínculo de los argentinos con la ley y
pedirle a una muestra representativa de la población nacional que lo calificara
de 1 a 10, el 46% le puso a la sociedad una nota de 4 puntos o menos y el 41%,
5 o 6 puntos. El promedio de la calificación general fue de 4,94. En cambio, a
la hora de solicitarles a los entrevistados que se autocalificaran en su
relación con el cumplimiento de la ley, el 70% se puso una nota de 8 puntos o
más, y el promedio de la autocalificación fue de 7,86 puntos. "Ellos no
cumplen, yo sí", sería la síntesis que expresa el pensamiento nacional.
Los estudios
cualitativos que realizamos también lo confirman. Surgen reflexiones de los
participantes como: "Para los argentinos, la ley es un listado de
sugerencias", o: "Acá todo es charlable, todo se arregla".
¿Causa o
consecuencia?
La lógica vincular
entre los individuos y el sistema que los define y los contiene se acrecentó
con los años y hoy resulta imposible dilucidar qué es causa y qué consecuencia.
¿Somos así porque las circunstancias nos obligaron o las circunstancias
terminaron configurándose de ese modo porque nuestro modo de ser y actuar nos
condujo a eso? A esta altura no lo podemos saber a ciencia cierta, y el debate
es rico desde el punto de vista intelectual, pero poco operativo para la toma
de decisiones de corto plazo.
Este hallazgo en
una temática específica, como es la relación de los argentinos con las reglas
de juego, puede extrapolarse a otros ámbitos. Si "no soy yo, son los
demás", no hay motivos que ameriten el involucramiento personal porque el
problema "está afuera", en "los otros". Por ende, de la
solución tendrá que ocuparse "alguien". Mientras tanto, yo me estoy
ocupando de cuidar lo poco o mucho que tengo.
La recurrencia de
los procesos cíclicos de alzas y bajas nos transformó en una sociedad que vive
permanentemente con la guardia alta. Que está siempre a la defensiva y que ante
la primera señal de riesgo corre a buscar refugio.
Un colectivo que
tiende, por motivos más que sobrados, a una conducta de impronta individualista
casi instintiva. El "sálvese quien pueda" es un patrón de conducta
arraigado que atraviesa múltiples campos, desde comprar dólares preventivamente
para cuidar los ahorros hasta remarcar precios aun a costa de perder ventas
cuando se presume que no hacerlo sería peor. Y no solo por
"cobertura", sino porque se sabe que, del otro lado, también hay
argentinos que bajo la misma matriz cultural, pero con intereses contrapuestos,
tratarán de comprar antes de que lleguen los nuevos valores.
La velocidad y la
capacidad de reacción son mandatos propios del manual del sobreviviente. Para
los argentinos, hay pocas cosas peores que "llegar tarde". Ya sea al
ciclo alcista -no ver el negocio del momento, no viajar cuando el dólar está
barato, no disfrutar y pasarla bien cuando es momento de hacerlo- como al
bajista -quedar atrapado con demasiado stock, no estar líquido, no protegerse a
tiempo, no haber comprado dólares cuando se podía ni productos cuando
convenía-. En definitiva, una sociedad en lucha permanente con el sistema.
La recurrencia de los procesos cíclicos de alzas y bajas nos transformó
en una sociedad que vive permanentemente con la guardia alta. Que está siempre
a la defensiva y que ante la primera señal de riesgo corre a buscar refugio
Si hay un cepo, se
buscará cómo eludirlo; si hay controles, se estudiarán los modos de sortearlos;
si hay nuevas leyes, se tratará de encontrarles las zonas grises; si hay
descuentos, se esperará el momento justo para aprovecharlos sin caer en la
tentación de llevar otras cosas; si se paga por una clave de acceso, se la
compartirá para amortizar el costo entre varios; si hay una promoción para
nuevos clientes, habrá que darse de baja del servicio y empezar de nuevo para
tomar esa ventaja.
El 43% de la
población piensa que "la viveza criolla es necesaria para vivir y
sobrevivir en Argentina". No es poca cosa que -extrapolando los datos-
casi 19 millones de personas confíen en una conducta que a la larga genera
desconfianza. Conducta que el escritor argentino Marco Denevi definió de manera
sutil: "La viveza es la habilidad mental para manejar un problema sin
resolver el problema".
Impuestos y
"vida digna"
Más de la mitad de
la población confirma, además, algo que es una especie de saber popular propio
de la argentinidad. El 52% cree que "en este país son tan altos los
impuestos que si los pagás todos, no podés tener una vida digna".
Chris Colbert, fundador del
Innovation Lab de Harvard, fue invitado al Coloquio de IDEA para hablar de innovación. Sorprendió
al auditorio al disertar muy poco sobre tecnología y mucho sobre seres humanos.
"Para mejorar un país, una empresa, una familia, ustedes deben empezar por
entender el comportamiento humano. El 84% de la transformación digital falla,
el 95% es plata tirada. En el mundo de hoy no ganan los más innovadores, ganan
los que mejor entienden el comportamiento humano", sentenció.
Combinando las
certezas que tenemos hoy sobre la manera de ser y actuar del argentino promedio
y las incógnitas sobre la economía del año próximo, emergen tres
características que podrían ayudar a configurar la toma de decisiones:
prudencia, plasticidad y paciencia.
La prudencia es la
cuarta virtud de la sabiduría griega. En La República, fue
agregada por Platón a la tríada original de valentía, sensatez y justicia.
Se la definió como
la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con moderación. En la actualidad
se entiende como "la precaución para evitar posibles daños". Ante la
incertidumbre, cabeza fría.
La plasticidad es
una característica imprescindible en un país que está mucho más cerca del rally
que de la Fórmula 1. Terreno sinuoso, pozos por todas partes, curvas y
contracurvas y la necesidad de leer bien el mapa yendo a alta velocidad. Temple
y capacidad de reacción.
Y finalmente la
paciencia, definida como la actitud que lleva al ser humano a poder soportar
contratiempos y dificultades para conseguir algún bien. Se impone calmar la
ansiedad y moderar las expectativas.
Es mucho más
probable que la mejora de la economía sea progresiva y gradual, antes que un
boom o un shock. El mundo crece más lento -se proyecta 2,7% para 2020- y está
lleno de conflictos, muchos de ellos inéditos. Estados Unidos pasaría de crecer
2,9% en 2018 a hacerlo 1,6% en 2020. La Argentina, cuyo PBI se contraerá 2,8%
este año, volvería a caer el año próximo 1,5% y recién crecería 1,9% en 2021.
Las 3 P, prudencia,
plasticidad y paciencia, serán muy necesarias en el futuro próximo. La
Argentina no es fácil. Para nadie.
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