Por Pablo Wende - Los USD
5.400 millones que el FMI debía desembolsar a mediados de septiembre en el
marco del último acuerdo ya pasaron a la historia. No sólo esos recursos
no fueron girados, sino que esto tampoco hay una fecha cierta para que lo haga.
Y a esta altura prácticamente se descuenta que los USD 12.000 que aún le resta
prestar al organismo hasta principios de 2021 habrá que darlos de baja.
En apariencia hay
coincidencia mutua: ni el Fondo está dispuesto a incrementar su exposición en
la Argentina y el presidente electo, Alberto Fernández, dejó trascender
que no está en sus planes continuar aumentando el endeudamiento con el
organismo.
Que no haya nuevos
desembolsos –si es efectivamente lo que termina ocurriendo– no significa que la
Argentina y el FMI rompan relaciones ni muchos menos. Al contrario,
podrían ir a un nuevo acuerdo que le dé más tiempo de plazo de pago al
Gobierno, pero sin nuevos desembolsos. Entre 2022 y 2023 vencen más de USD
40.000 millones, prácticamente todo el préstamo realizado con el Fondo, una
suma imposible de pagar en el actual contexto. Por lo tanto, el único camino es
estirar los tiempos de pago, pero en el marco de un nuevo acuerdo. “Queremos
pagar pero antes precisamos volver a crecer”, reitera una y otra vez el
presidente electo.
La visión de que ya
no deben esperarse nuevos desembolsos del Fondo es cada vez más generalizada
entre inversores y analistas. Ayer el economista jefe del HSBC Argentina, Jorge
Morgenstern, opinó en esa dirección. “Si no se avanza con reformas
estructurales como en el sector previsional, ni está la idea de un Banco
Central independiente y se mantienen fuertes controles cambiarios, es
prácticamente imposible que el FMI le preste más a la Argentina, aunque sí se
podrían estirar los plazos de devolución al organismo”, le dijo a Infobae.
Walter Ramírez,
economista de Supervielle, coincidió en que el escenario que están proyectando
no incluye nuevos desembolsos: “Hay que pensar que lo que se viene es
vivir con lo nuestro, es decir con un mercado cambiario que no contará con
nuevos desembolsos del FMI. Por eso, es una posibilidad que el próximo
gobierno decida arrancar con un dólar oficial más alto que el actual, quizás
más cerca del nivel que hoy está el Contado con Liquidación. Y así tendría un
mayor margen de maniobra para acumular reservas en los primeros meses de
gestión”.
La gran contra, sin
embargo, de arrancar un dólar más alto, que luego se iría atrasando, es que
provocaría un nuevo salto inflacionario ni bien arranque la presidencia de
Alberto Fernández. Y esto podría provocar tensiones internas en el comienzo
mismo de la gestión, algo que no parece demasiado factible. Tampoco hay muchas
chances de que sea el actual gobierno el que promueva un nuevo salto del tipo
de cambio en los 30 días que le quedan.
Ayer habló el vocero del FMI, Gerry Rice, en
conferencia de prensa y aseguró que están 'listos" para trabajar con
“Alberto Fernández y su equipo” y enfrentar los desafíos de “alcanzar un
crecimiento sostenible e inclusivo”. Sin embargo no hizo mención a reuniones
inminentes en la agenda, ni a la revisión de metas dentro del marco del actual
y mucho menos a la posibilidad de futuros desembolsos.
Mantener la
relación con el FMi y llegar a un nuevo acuerdo será imprescindible para el
próximo gobierno. La razón no es sólo la millonaria deuda, sino que además es
la única forma de encarar una reestructuración de la deuda “amigable” con los
bonistas privados y evitar caer en un default total.
Hernán García,
economista del Banco Galicia, indicó que la consecuencia de los mayores
controles cambiarios pasará por una fuerte baja de la tasa de interés. “Vemos
que las tasas se volverán negativas en términos reales, es decir evolucionarán
por debajo de la inflación al menos por un tiempo, en el contexto del actual
control cambiario. Esto promoverá mayor crédito porque los bancos están
muy líquidos. Pero es un alivio de corto plazo, lo mejor es que con el paso de
los meses las actuales restricciones se vayan aliviando”.
|