Por Iván
Carrino - Entre las muchas urgencias que presenta la economía argentina de cara
al traspaso de mando, el control de cambios aparece como una de las
prioridades.
Tras cuatro años de
“cepo K”, está comprobado que la medida trae demasiadas complicaciones. Es que
el cepo es un control de precios aplicado a la divisa y, como todos
los controles, son remedios peores que la enfermedad.
Esta realidad es
tan evidente que en casi todo el espectro político, desde Mauricio Macri hasta
el propio Alberto Fernández, el cepo siempre ha sido objeto de crítica.
Ahora la pregunta
es: ¿se puede salir? La respuesta rápida es un rotundo “sí”. La respuesta
más elaborada, no obstante, es algo así como: sí, pero soportando las
consecuencias, que pueden ser muy deseables y favorables, o pueden llevar a una
situación de total descontrol en materia de bienestar económico.
Origen y
consecuencias
Los controles
cambiarios tienen siempre el mismo origen. El problema principal es que,
al precio que el gobierno desea, no hay dólares suficientes para abastecer a la
demanda. Esto fue cierto para ambos controles del pasado reciente. Previo
a la imposición de Cristina Fernández de Kirchner, las reservas internacionales
ya habían caído USD 6.500 millones, o el 12,4% del total, desde su máximo de
enero de 2011.
En el caso de las
de Mauricio Macri, las reservas cayeron entre julio y agosto USD 13.000
millones (20,3%), lo que muestra un ritmo mucho más vertiginoso de
descenso.
En estos
escenarios, el gobierno termina enfrentándose a solamente dos
alternativas: o deja subir el precio, o restringe la cantidad de
compradores. (Existe una tercera alternativa, que es la de vender todas
las reservas hasta quedarse en cero, pero finalmente eso termina con un precio
libre para el dólar, y un salto hasta su valor verdadero, con lo que se vuelve
al caso uno).
El problema con la
alternativa de la restricción, sin embargo, es que puede servir en el corto
plazo. Sin embargo, no tiene ningún sentido en el largo.
Tras los 4 años de
controles por parte del kirchnerismo, las reservas internacionales habían
llegado casi a la mitad (-44,5%) y el dólar igualmente se disparó, solo que lo
hizo en el mercado paralelo. Basta recordar que cuando Alfonso Prat
Gay anunció el fin del control de cambios, el nuevo dólar oficial se
acercó al del mercado “libre”, y cerró el día en 13,76 pesos. La
devaluación que se quiso evitar con el cepo ocurrió igual. El precio del dólar
se multiplicó por tres.
Por si esto fuera
poco, al operar como un precio máximo para las exportaciones, las ventas al
exterior se desplomaron desde los USD 82.000 millones de 2011, a los USD 56.700
millones de 2015. Consecuentemente, el déficit de cuenta corriente casi se
triplicó: pasó de 1,1% del PBI en 2011 a 2,7% del PBI en 2015.
Así que para evitar
estas negativas consecuencias sobre la economía, la mejor alternativa es
abandonar el control.
Males menores
Se podrá argumentar
que incluso cuando el punto de arriba sea cierto, las consecuencias de corto
plazo de abandonar el control de cambios pueden ser peores todavía.
Como se decía
antes, parece que el escenario actual implica:
1) salir y dejar
que el dólar vaya “a cualquier parte”
2) quedarse sin
reservas, lo que solo prolongaría el momento de la llegada del primer escenario
Ocurrido esto, el
aumento del tipo oficial de cambio generaría un violento salto en el nivel
general de precios, pegando más especialmente en los consumos de los más pobres
y, por tanto, arrojando a otros cientos de miles a la pobreza.
Esta disyuntiva es
falsa. ¿Es que cómo es posible que tanto en Perú, Paraguay, Uruguay, Brasil,
Chile y Colombia tengan un tipo de cambio flotante pero estable y,
al mismo tiempo, no estén al borde de quedarse sin reservas?
La respuesta es el
equilibrio macroeconómico y la credibilidad. En esos países no hay alta
inflación, no hay déficit fiscal crónico, no hay crisis de deuda y…. más
importante aún, no hay un candidato que coquetea con abandonar todo tipo
de racionalidad económica.
En conclusión: si
en un contexto de credibilidad baja y altos niveles de temor se liberaran los
controles, entonces sí es posible que saliendo se vaya al peor escenario
posible. Es por esto que la clave del éxito está en el plan económico que
presente Alberto Fernández.
Si el mismo es
racional y creíble, entonces salir de los controles será fácil, poco traumático
y una muy buena decisión de política económica.
El autor es
Director de Iván Carrino y Asociados y Subdirector de la Maestría en Economía y
Ciencias Políticas de ESEADE
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