Por Carlos Burgueño - Alberto Fernández está
dispuesto que, en su gobierno, se derribe un mito: abrir las negociaciones de
los convenios colectivos de trabajo; para que, por ley, se actualicen a la
economía moderna. Para esto, el presidente electo exigirá que haya acuerdos
previos sector por sector entre los privados y los sindicatos, avalados por los
ministerios de Trabajo y Producción y la jefatura de gabinete.
Los acuerdos
tendrán además un marco “de apoyo” desde el gobierno nacional; sobre el que se
les garantizará un grado de protección adecuado en cuanto a la apertura de
importaciones, el acceso a nuevos mercados y líneas de créditos y
financiamientos para “reconversión productiva”. Y cuando esto se concrete,
entre todas las partes se redactará un proyecto de ley que luego el
Congreso tratará y, obviamente, aprobará con las mayorías con que contará
el oficialismo; más el apoyo de gobernadores de cada ocasión. Y, si también lo
aceptan, los diputados y senadores del actual oficialismo.
Entre los primeros
rubros que abrirían las negociaciones están tres en agenda: los
petroleros de Vaca Muerta, las automotrices y los fabricantes de
electrodomésticos radicados en Tierra del Fuego bajo el sello de la Asociación
de Fábricas Argentinas Terminales de Electrónica (AFARTE). Luego, si la
experiencia en estos rubros (más otros que se puedan agregar), es exitosa;
podrían ir sumándose otros sectores con convenios colectivos desactualizados,
pero con la condición innegociable del acuerdo previo con la intervención del
sindicato correspondiente. Reconoce el “albertismo” que la vigencia de
convenios que, en muchos casos, tienen una antigüedad de más de 50 años y que
fueron diseñados en tiempos en los que ni siquiera existían las computadoras
(mucho menos internet y la robótica); debe ser muy actualizada. Y que para
poder competir con el exterior y llegar a mercados nuevos, se hace necesaria
una revisión en muchos de los acuerdos laborales vigentes.
Lo que el próximo
gobierno no está dispuesto a avalar, son reformas laborales de flexibilización
de las condiciones de trabajo similares a las que aplica el Brasil de Jair
Bolsonaro. “Todo tiene que pasar por discusiones sector por sector, donde
intervenga el sindicato correspondiente y donde haya acuerdos plenos”, afirmaba
ante este diario una alta fuente del próximo gobierno. Indicaba además que
“Miguel Acevedo lo entendió”, en relación a la aceptación por parte del titular
de la Unión Industrial Argentina (UIA), del nuevo esquema de trabajo. El
dirigente avaló ayer la estrategia al decir a este diario que “la reforma laboral no es
fundamental”.
Esta visión de
Alberto Fernández de abrir discusiones “sector por sector” que
deriven en acuerdos globales pero puntuales a un área específica de la economía
real; es aún anterior a su llegada a la fórmula presidencial con Cristina
Fernández de Kirchner. El exjefe de Gabinete descree de las iniciativas
globales. En cambio considera como actos de gobierno fundamentales los acuerdos
con nombre y apellido en sectores puntuales y concretos; donde empresarios y
sindicatos con la conducción del Estado, puedan ponerse de acuerdo y
establecer reglas de largo plazo.
La idea de
Fernández es la de avanzar en este tipo de propuestas, por encima de los
grandes acuerdos multisectoriales. No cree que en la funcionalidad de
experiencias fallidas del pasado como el “Pacto Social” de José Ber Gelbard en
1973, bendecido por Juan Domingo Perón y que con el tiempo derivó en
el “Rodrigazo”. Fue una de los capítulos que dividió su visión sobre las
negociaciones entre empresarios y sindicatos, de lo que defendía gran parte del
frente kirchnerista; que soñaba con revitalizar aquella experiencia setentista,
rebautizándola como “Contrato Social de Ciudadanía Responsable”. Para este
grupo, el fracaso de la experiencia de Gelbard se debió a la muerte de Juan
Domingo Perón, y no a los errores propios del planteo del “Pacto”.
Fernández cree
que no tiene sentido un mega pacto político social; sino las discusiones
sectoriales en un marco avalado por el gobierno. Se tiene en mente comenzar por
la apertura de una negociación por la explotación del yacimiento neuquino
de Vaca Muerta, donde se le dé previsión de largo plazo (10 años promedio)
a las empresas que inviertan en el lugar, y donde participen los sindicatos y
la gobernación de Neuquén. Y que las reglas fijadas no se alteren por nada del
mundo. Pone como ejemplo el caso del actual Gobierno, donde se ingresó en
conflicto con varias empresas por las alteraciones en la política de subsidios
a la producción en el lugar.
Según la visión de
Fernández, cuando este tipo de acuerdos se multipliquen; la credibilidad
de su gestión crecerá y será recién allí el momento de negociar cuestiones más
estructurales. Pero todas vinculadas con la previsibilidad de largo plazo para
las inversiones, asociadas con la estabilidad laboral y las obligaciones
empresarias de apuestas de capital. Y que la prioridad para este tipo de
iniciativas son los rubros donde se necesitan inversiones de años y aquellos
que se consideran fundamentales para sostener el mercado interno.
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