Por Pablo Wende - Los férreos
controles cambiarios tienen sus ventajas, pero también acarrean
problemas. El Central está consiguiendo una recuperación gradual de
reservas, a partir de la ausencia obligada de demanda tanto de empresas como de
individuos. Pero al mismo tiempo se “plancha” el valor del oficial con el
peligro de regresar a una situación largamente conocida a la Argentina: el
atraso cambiario.
El tipo de cambio
real está hoy sigue 11% más alto que antes de la devaluación del 12 de agosto.
Pero esa mejora de competitividad se fue perdiendo gradualmente en el último
mes y medio. Y lo más preocupante es que seguirá cayendo en la medida que el
dólar oficial se mantenga invariable en la zona de 63 pesos.
El titular del
Central, Guido Sandleris, aprovechó a partir del 28 de octubre para
comenzar a recuperar reservas. Ya lleva comprados alrededor de USD 1.500
millones desde que volvió mucho más estrictos los controles para el acceso
al mercado de cambios. A partir de ese día, el posterior a las elecciones
presidenciales, el público sólo puede comprar USD 200 mensuales, al menos hasta
fin de año.
Al mismo tiempo, optó
por mandar al dólar oficial al freezer. Se trata de una decisión compleja, por
dos razones. En primer lugar, la elevada inflación se va comiendo gradualmente
la mejora del tipo de cambio. El traspaso de una suba del dólar a precios se da
cada vez más rápido en la economía argentina y eso impide conseguir una mejora
en la competitividad del país sólo a través de una devaluación.
Pero hay otro
aspecto que se sumó en los últimos días y que también tiene un impacto directo
sobre el tipo de cambio real: la devaluación de las monedas de todos los países
vecinos, como sucedió en Chile a causa de los serios disturbios pero también
Brasil, principal socio comercial de la Argentina. El dólar volvió ayer a
sus máximos anuales en Brasil, 4,20 reales, lo que significa un incremento de
casi 5% en lo que va del mes.
Aunque el BCRA
aprovecha para comprar casi todas las jornadas, no lo hace tan agresivamente
como para acomodar hacia arriba el precio. Con un mercado cambiario totalmente
controlado, quien define el tipo de cambio es la autoridad monetaria. La
decisión es mantener al dólar mayorista por debajo de los 60 pesos. ¿Será así
hasta el cambio de gobierno, el 10 de diciembre?
Las opciones dado
el actual escenario se bifurcan en dos, ni bien asuma Alberto Fernández:
1. Se alienta
aumentos muy graduales del dólar, pero siempre por debajo de la inflación. Algo
parecido hizo Cristina Kirchner entre fines de 2011 y 2015, cuando mantuvo un
dólar muy atrasado en relación al ajuste de precios. La ventaja es que ahora se
parte de un tipo de cambio real más elevado que en aquel momento.
2. La otra
posibilidad es sincerar el valor del dólar para partir en el arranque desde un
lugar más “realista”, considerando la inflación acumulada y la devaluación
de los países vecinos. Estimaciones de bancos locales indican que no sería
exagerado pensar en un tipo de cambio más cercano a los $ 80. El problema es,
obviamente, que esto generaría un nuevo salto inflacionario, desgastando la
gestión del nuevo presidente de entrada.
Claro que lo que el
Central se resiste a reflejar ya lo empezaron a insinuar los "otros
mercados cambiarios. El dólar “libre”, que se opera sin restricciones en
circuitos informales, se mostró ayer mucho más inquieto. Terminó en $67, luego
de haber tocado valores inferiores incluso a los $ 63 la semana pasada.
La historia es
conocida: en la medida que se mantenga una cotización artificial del dólar en
el mercado oficial, más se irá incrementando la brecha con el tipo de cambio
“libre” y el precio del “Contado con Liquidación”, que ya se ubica cómodamente
arriba de los 75 pesos.
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