Por Roberto
Cachanosky - Pareciera ser que en sectores afines al presidente
electo, Alberto Fernández, están pensando en emitir moneda para reactivar la
economía al más puro estilo keynesiano. La idea estaría enmarcada en un acuerdo
de precios y salarios partiendo del supuesto de que, dado que hay una muy baja utilización de la capacidad instalada en la industria,
todo incremento de la expansión monetaria no generaría presiones inflacionarias
sino que las empresas responderían produciendo más unidades en lugar de
aumentar los precios.
De acuerdo al
último informe del Indec, en septiembre la industria manufacturera estaba
trabajando al 57,7% de su máximo potencial, con sectores que estaban en niveles
más bajos, como es el caso del automotriz que trabajaba al 37,4% de su
capacidad de producción o en la otra punta las industrias metálicas básicas que
operaban al 79%. Esta situación se repite desde abril último, y, por lo tanto,
se estaría apostando a que una expansión monetaria para financiar aumentos de
jubilaciones, de sueldos de empleados públicos y, tal vez, algo de “crédito
blando” para estimular el consumo se traduzca en mayor producción, lo que haría
salir a la economía de la recesión con una mínima inflación. Eso no sería
crecimiento, en todo caso sería reactivación.
Ahora bien, la idea
básica sería estimular el consumo para que al aumentar la demanda, la oferta
responda incrementando la producción en vez de subir los precios. ¿Es viable
esta estrategia de corto plazo? Depende del comportamiento de la demanda
de dinero, es decir por la cantidad de pesos que la gente quiere tener
inmovilizados en el bolsillo, en la cuenta corriente o en la caja de ahorro del
banco. Es dinero emitido que la gente no utiliza y lo tiene disponible para
transacciones a lo largo del mes.
Para comprender
mejor el tema puede verse el proceso en el cuadro previo, dado que no es
solo cuestión emitir y esperar a que aumente la oferta de bienes. En estos
casos hay que ver cómo se mueven simultáneamente 3 variables.
El caso
1 sería el actual. Hay emitidos $10.000, la demanda de moneda es de
$2.000, por lo tanto el dinero para transacciones es de $8.000. La oferta de
bienes y servicios es de 800 unidades, por lo tanto el precio promedio que
surge de dividir el dinero para transacciones por la oferta de bienes, es 10
pesos.
El caso 2 muestra
la apuesta para reactivar la economía poniéndole plata en el bolsillo a la
gente consistiría en emitir un 10% esperando que la demanda de moneda se
mantenga en $2.000. O sea, no se mueve la demanda de moneda. Como ahora habría
en el mercado $9.000 para transacciones, aumentando la demanda de bienes. Ante
ese aumento de demanda las empresas responderían con un incremento de la oferta
dado que no tienen que realizar inversiones para incrementar la producción,
dada la elevada capacidad ociosa en los establecimientos.
De manera, los
industriales pueden elevar la oferta solo comprando más insumos. Si ante la
expansión monetaria en 10% (los pesos en circulación pasan de 10.000 a 11.000)
la oferta crece 12,5% pasando de 800 a 900 unidades, el nivel general de
precios se mantiene estable en $10 por unidad. Este sería el caso en que
funciona la idea de expandir moneda sin tener impacto inflacionario.
Pero también puede
darse el escenario 3 en que se incrementa la cantidad de moneda en un
10%, cae la demanda de moneda de $2.000 a $1.000 y crece la oferta de bienes de
800 a 900 unidades. El nivel general de precios pasa de $10 a $11 por unidad,
con lo cual podría haber cierta reactivación pero con inflación.
En el escenario
4 la situación se complica más porque cae la demanda de moneda pero no
aumenta la oferta de bienes. En ese caso el impacto inflacionario es más
intenso y no hay reactivación.
El peor escenario sería
el ejemplo 5, en el cual ante una expansión monetaria para reactivar la
economía, no solo cae la demanda de moneda sino que también sigue disminuyendo
la oferta de bienes y servicios por incertidumbre, mayor carga tributaria
u otras múltiples causas.
El peso de la
historia con alta inflación
Considerando la
tradición inflacionaria, megainflacionaria e hiperinflacionaria con la
destrucción de 5 signos monetarios, no luce conveniente jugarse a
reactivar la economía vía expansión monetaria.Es más, se asume el riesgo de
caer en una aceleración en el ritmo de alza de los precios al consumidor, en
una magnitud que dependerá de la reacción de la demanda de dinero y de la
oferta de bienes y servicios. Y nada asegura que al final del camino vaya
a haber crecimiento basado en más inversiones. Para eso debería disminuir la
presión impositiva, cambiar la legislación laboral y reducirse el gasto
público, algo que por el momento no surge del discurso de Alberto Fernández.
El dilema que tiene
que enfrentar la economía argentina es que el gasto público consolidado pasó de
30% del PBI al 47% en el momento en que el viento de cola permitía financiar el
aumento del gasto público.
En dólares
constantes de 2019, Fernando de la Rúa tuvo en su breve mandato un precio
promedio del poroto de soja de USD 257 la tonelada; subió bajo la presidencia
de Néstor Kirchner a USD 323 la tonelada, 26% más en términos reales. En su
primer mandato, Cristina Kirchner contó con un valor promedio de USD 491 y en
el segundo se elevó a USD 508; mientras que en los 4 años del gobierno de
Mauricio Macri se ubicó en una media de USD 358 la tonelada.
No es lo mismo lo
que se recauda por derechos de exportación con una soja a USD 508 la tonelada
que con USD 358. La caja es diferente.
Puesto en otras
palabras, la Argentina es como una familia que en momentos en que tenía
buenos ingresos, aumentó sus gastos fijos, pero cuando se perdió el trabajo y
hubo que achicar el presupuesto nadie quiso hacerlo. Ese es el problema de
fondo.
Y ese exceso gasto
sobre los nuevos ingresos más bajos es lo que impide crecer, por eso no
comparto que de esto se sale con crecimiento. Con el nivel de gasto público que
comprime al sector privado con exceso de impuestos es inviable el crecimiento. Cambiemos
lo intentó y fracasó porque el crecimiento requiere de otras condiciones que no
ofrece Argentina.
Esquivar esta
realidad buscando reactivar la economía con expansión monetaria tiene riesgos
inflacionarios e incluso hiperinflacionarios que están latentes.
Y hay que tener en
cuenta que la conflictividad social no se produce solamente por un proceso
recesivo. Una estampida inflacionaria por apostar a la reactivación vía
expansión monetaria puede generar un alto grado de tensiones en la sociedad.
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