Por Gustavo Ber - Los inversores vienen mostrando una creciente
impaciencia respecto a la renegociación de la deuda, la cual formalmente
aún no habría arrancado, dado que se reconoce la importancia y la urgencia
que tiene asociado dicho proceso.
Ello se
debe que el proyecto de “reperfilamiento” del
oficialismo no logró avances parlamentarios, y la actual etapa de transición
tampoco estaría por el momento comenzando la renegociación de manera coordinada
entre las principales fuerzas.
La
importancia de que se inicie a la brevedad dicha compleja etapa es que el país
enfrenta en los próximos meses abultados vencimientos, tanto en pesos como en
dólares, aún cuando los compromisos se concentran en títulos de legislación
local.
De ahí
que resulte urgente que rápidamente se pueda llegar a un acuerdo con los
bonistas dado que las arcas públicas no estarían - en la actual coyuntura
económica - en condiciones de realizar dichos desesmbolsos, al tener cerrado el
¨roll-over¨.
La
impaciencia de los operadores, combinada con una creciente preocupación por
evitar un default, se está viendo reflejada en la negativa dinámica que vienen
mostrando los títulos públicos, al exhibir muchos ya paridades inferiores al
40%.
Esta
dinámica no sólo muestra que las liquidaciones desde el exterior siguen
pesando, en ausencia de una selectiva demanda que resulte suficiente, sino que
además las expectativas sobre el ¨recovery value¨ vienen en descenso, aún
cuando todavía no se conozcan los términos y condiciones que tendrá involucrada
la oferta.
Aún
así, la delicada situación económica del país eleva las chances de que modelos
más amigables con los que se especulaba inicialmente - uruguayo, ucraniano -
queden atrás, y en cambio se vaya descontando una reestructuración más dura.
Ello se
debe que la oferta seguramente no sólo buscará extender los plazos, sino además
recortar los cupones ya que dicha carga representa alrededor del 3% del PBI, en
combinación posiblemente con la solicitud de un período de gracia.
No
debería descartarse tampoco que la oferta incluya una quita de capital, toda
vez que el nivel de endeudamiento se ubica alrededor del 90% del PBI, aún con
cuando neteada de la deuda intrasector público se reduce hasta el 50% del PBI.
También
los inversores están atentos al rol que jugará el FMI en la renegociación de la deuda,
dado que el organismo podría a cambio de otorgar su ¨sello de aprobación¨ -
especialmente valorado por los acreedores privados del exterior - solicitar un
canje más agresivo, el cual podría justamente perjudicar a los bonistas.
La creciente
incertidumbre respecto a las características de la reestructuración de la
deuda, así como los tiempos para su negociación e implementación, están
actualmente despertando una respuesta cautelosa en los inversores, tal como
reflejan las castigadas paridades y el ¨termómetro¨ del riesgo país en los
2.500 pb.
Llevar
adelante un rápido y eficiente proceso de renegociación estaría entre las
prioridades de la nueva administración, toda vez que no habría avances en la
actual transición, ya que el país requiere reanudar el acceso al crédito
voluntario - al menos doméstico al inicio - así como financiar inversiones en
sectores estratégicos.
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