Por Carlos Burgueño - “Todo bien con Trump”. Una alta fuente del
próximo Gobierno de Alberto Fernández aseguró
ayer que el ruido provocado la semana pasada entre el argentino y el jefe de
Estado norteamericano por el conflicto boliviano no generó alteraciones en la
estrategia para el tratamiento futuro de la deuda externa del país; y,
especialmente, en el apoyo que Donald Trump prometió
ante el Fondo Monetario Internacional (FMI). Según las
comunicaciones que se reciben desde Washington, por ahora indirectas y sin
negociaciones abiertas, la cuestión Bolivia no interfirió con el diálogo que
los delegados argentinos mantienen con los Estados Unidos. Incluso, desde el
FMI, se les transmitió a los futuros funcionarios del Gobierno de Alberto
Fernández que los embajadores de Trump en el organismo ya anunciaron que están
dispuestos a apoyar las negociaciones que abra el país, una vez que asuma la
próxima gestión. Las fuentes locales afirmaron también que desde la
administración Trump se entendió que las declaraciones del próximo presidente
sobre el aval del norteamericano al golpe y el nuevo Gobierno boliviano “son
cuestiones de soberanía con las que aprenderemos a convivir”, insistiendo
además en que “no influyen en el apoyo de Trump al país ante el FMI”.
Las mismas fuentes
afirmaron que las preocupaciones en Buenos Aires parten por otro tema:la
situación del mexicano Alejandro Werner como director gerente para el
Hemisferio Occidental del FMI y las dudas sobre su permanencia en el
cargo. Y, en consecuencia, como principal conductor del acuerdo con la
Argentina y las futuras negociaciones entre el país y el organismo. Según la
información que circula dentro de los grupos de asesores de Alberto Fernández
que trabajan en la relación con el FMI, la situación del mexicano-argentino
como número tres del Fondo es hoy algo endeble. La causa de esta situación es,
precisamente, la ya segura caída del megaacuerdo que el organismo mantiene con
el país, lo que derivará inevitablemente en el mayor fracaso en la historia de
los créditos otorgados por el FMI en toda su historia, tanto por el monto
otorgado (56.000 millones), lo que representa el 47% del total de los préstamos
colocados. El FMI le entregó ya al país unos u$s44.000 millones, y aún
quedan pendientes tres últimas transferencias, incluyendo el suspendido giro
por u$s5.400 millones que aún quedan pendientes; dinero que, por otra parte,
los asesores de Alberto Fernández dudan en reclamar. La principal
defensora del acuerdo entre el FMI y la Argentina era Cristine Lagarde, quien
ya no está en el organismo y dejó su puesto a la búlgara Kristalina Giorgieva,
la que aún no emitió opinión (al menos pública y oficialmente) sobre el futuro
de la relación con el país. Ante la ausencia de Lagarde y la indefinición de
Griogieva, el responsable máximo del crédito y su caída es Werner, ya que el
número dos del Fondo, el norteamericano David Lipton, siempre fue crítico de
las flexibilidades que se le iban aprobando al país.
Alberto Fernández y
sus futuros responsables en la negociación de la deuda creen que si Werner
continúa en su cargo, será más fácil negociar un acuerdo como el que tiene en
mente el próximo Gobierno: un plan de pagos al estilo Néstor Kirchner en 2003,
dejando de lado tanto el stand by vigente como la alternativa de un facilidades
extendidas clásico. Se considera que si el mexicano (nacido en Córdoba) es
desplazado, al menos en las responsabilidades negociadoras con el país, el
diálogo podría complicarse y volverse complejo. El principal temor es que
se imponga la línea de pensamiento crítico contra la Argentina, inaugurada por
la ex número dos del FMI Anne Kruger en los tiempos de la caída de la
convertibilidad (persona que aún mantiene relevancia ideológica en las líneas
técnicas del Fondo), y que las discusiones se compliquen. El primer punto de
conflicto será la exigencia del organismo de comenzar y terminar con las
discusiones por el pago de la deuda del stand by antes de abrir el diálogo con
los acreedores privados.
El Fondo Monetario
Internacional (FMI), en su nueva etapa bajo la conducción de Kristalina
Georgieva, envió un mensaje dual a la Argentina. El organismo financiero
internacional dejó claro tanto al Gobierno como al “albertismo” que la
estructura de la deuda global de la Argentina “no es sustentable” y que una
negociación con acreedores privados tiene que contar con su intervención. Los
responsables del caso argentino en la entidad explicaron con una metáfora
simple la situación del país: la Argentina se encuentra bajo la “teoría de un
solo bolsillo”. Esto es, los compromisos de pago futuros dependerán de los dólares
de que disponga el país, sin importar si se trata de pasivos con privados
internacionales, deuda interna o con organismos internacionales. En otras
palabras, lo que reclama el FMI es que las discusiones se encaren bajo un
“enfoque integral” y no por separado, ya que “todo se conecta con la capacidad
de pago del país”, la que, según la visión desde Washington, “es alarmante”.
|