Por Noelia Barral Grigera
- La reunión de empresarios, sindicalistas y representantes de movimientos
sociales con el presidente electo, Alberto Fernández, para discutir políticas
contra el hambre terminó con una conclusión tácita que, en las últimas horas,
puso en palabras el presidente de Syngenta, Antonio Aracre. "Quedó claro
implícitamente que todos vamos a tener que poner el hombro", resumió. La
convocatoria cumplió con el objetivo de sentar frente a frente a quienes
representan a algunos de los sectores más concentrados de la economía con
quienes representan a los que no llegan a fin de mes. En el Frente de Todos
consideraron muy valioso el hecho de que dirigentes empresarios como Daniel
Funes de Rioja hayan escuchado de boca de sindicalistas como Sonia Alesso los
reclamos de muchos niños y sus familias para que los comedores de las escuelas
abran los fines de semana.
Y es
que Fernández espera financiamiento además de hombros. La herencia que le
dejará Mauricio Macri al gobierno entrante es demoledora no sólo por la
cantidad de personas que se sumaron a las estadísticas de la pobreza y la
indigencia estos cuatro años sino también por la urgencia: los comedores que
reciben asistencia de ONGs denuncian que hace más de un mes que el Estado no
les gira los fondos a esas organizaciones para solventar los alimentos para los
miles de niños y adultos que son asistidos allí diariamente.
"Llamás
y no encontrás a los funcionarios. Es como que están en retirada. De las mas de
60 ONGs que asisten a nuestros más de 1.300 comedores, sólo cuatro están al día
con los fondos. El resto, hace más de un mes que no recibe la asistencia del
Estado", denuncia Emilio Pérsico, secretario general del Movimiento Evita.
La deuda que se está acumulando con esas organizaciones deberá levantarla el
nuevo gobierno. Se está materializando así uno de los temores de Fernández en
la transición: la interrupción de partidas o licitaciones clave que, una vez
paralizadas, cuesta meses volver a poner en circuito.
Lo que
sí comenzaron a recibir los comedores es el aumento en el presupuesto
contemplado en la Ley de Emergencia Alimentaria: de $21 pesos por persona por
día pasaron a recibir $30. Paliativos de miseria que redundan en una
alimentación deficiente para los que acceden a ella.
Por eso
fue tan importante, dicen quienes estuvieron allí, la intervención de la
cocinera Narda Lepes en la mesa contra el hambre. Su propuesta fue: resolvamos
lo urgente pero también lo importante, que es la calidad y variedad de los
alimentos que están recibiendo la mayoría de los niños argentinos. En línea con
su pedido, el futuro ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, detalló que
durante su gestión el objetivo será que todos puedan "alcanzar la canasta
básica", pero anticipó también: "Vamos a hacer una política de
seguimiento nutricional".
Por las
dudas, hay sectores que ya abrieron el paraguas. La Sociedad Rural, pronta,
advirtió que la crisis "no se resuelve con un aumento de la presión
impositiva, ya de por sí insoportable". Sin responderles de manera
directa, Fernández avisó, en Página/12: "Díganme cómo quieren que tenga
déficit cero sin mejorar mis ingresos. Una parte lo voy a mejorar haciendo
crecer la economía pero en un primer momento van a tener que hacer un aporte
todos".
La base
con la que trabaja Arroyo incluye a ocho millones de personas, contabilizadas
dentro del universo de la inseguridad alimentaria. Las tarjetas que prepara
para cuando asuma en el Ministerio llegarán a unos dos millones de personas y
para los seis restantes la asignación alimentaria adoptará otras modalidades.
El futuro ministro evalúa complementar esas iniciativas con un sistema masivo
de créditos no bancarios asociados a los planes sociales con dos objetivos:
generar trabajo y fomentar el desendeudamiento entre la población más
vulnerable.
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