Por
Manuel Alvarado Ledesma - El
horno no está para bollos. Nuestro país tiene una suerte de relación de
dependencia con Brasil, favorable para los precios del trigo. Por los acuerdos
del Mercosur, las exportaciones de trigo argentino están exceptuadas
del arancel externo común que es del orden del 10 por ciento.
Sin embargo,
estamos jugando con fuego como si no tomáramos debida nota de
que Brasil está explorando nuevos puntos de abastecimiento para
satisfacer a la industria molinera.
Una vez consumida
su propia producción, Brasil debe recurrir a la importación,
fundamentalmente de nuestro país y, en menor dimensión, de Uruguay y Paraguay.
Brasil ha sido por
décadas nuestro principal cliente. En las últimas tres campañas importó
alrededor de 5 millones de toneladas por año. Se trata de más o menos
el 50% de las exportaciones de trigo argentino.
La estrategia del
vecino país es clara: desde hace años viene diversificando los orígenes
del cereal. Y, recientemente, los movimientos del país están indicando que tal
estrategia tiende a profundizarse. Ello exige de nuestro país elevar la
calidad del producto, es decir mejorar la forma de clasificación de la
producción triguera, por variedades y proteína.
Pero además, y
sobre todo, demanda un manejo diplomático, hábil y delicado, en la
relación bilateral. Se necesita más diplomacia, en resguardo de los intereses
nacionales, por encima de cualquier especulación de política interna.
La estrategia
brasileña de diversificación de los orígenes de sus importaciones de trigo
eleva la competencia por este mercado, exigiendo a nuestro país –su principal
proveedor- mejorar no solo la calidad sino la relación.
La distribución de
las exportaciones argentinas a Brasil está sujetas a un componente
estacional importante con ventas mensuales por encima del medio millón de
toneladas en los primeros cinco meses de la campaña, tras la entrada de la
cosecha.
La alarma está
encendida. Hace pocos días, Brasil anunció la apertura de un cupo de
750.000 toneladas de trigo 2019/20, libre de aranceles para otros países.
Ni tontos ni dormidos, EEUU y Canadá acechan en el horizonte
comercial, con propuestas muy interesantes para ir ganando espacio en las
importaciones del cereal. Y Rusia, el mayor abastecedor de trigo del mundo, no
se queda atrás.
¿Qué duda cabe? La
amenaza es creciente la perspectiva del cupo libre de aranceles
atraerá la competencia, con proveedores del hemisferio norte.
El mencionado cupo
libre de arancel representa alrededor del 11% de las importaciones brasileñas y
posibilitará una mayor penetración del trigo extra-Mercosur.
De no haber tal
arancel, el trigo argentino debería cotizar en un nivel sustancialmente
más reducido. Quizás, cerca de 25 dólares menos por tonelada.
Es fundamental que el próximo
Gobierno lubrique la relación con nuestro vecino. El tema no es menor dada
la personalidad de Jair Bolsonaro que tiende a liderar el país con
cierto sesgo autocrático.
Pese a las
diferencias personales y a la polarización ideológica extremadamente visible,
el próximo Gobierno debería mantener una política de cooperación y
evitar todo riesgo sobre la supervivencia de una asociación estratégica,
con más de treinta años de existencia.
(*) Manuel Alvarado
Ledesma es Profesor de la Maestría de Agronegocios de la UCEMA
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