Por Salvador Di Stéfano - El gobierno vive días
de tranquilidad por efecto del cepo y tasas
negativas contra la inflación.
Si no amalgamas estas medidas con la llegada de inversión genuina, la
tranquilidad actual se convertirá en pesadilla a mediano plazo. El país
necesita más inversión no emisión.
La represión
financiera le ha dado margen al gobierno para comprar tranquilidad a corto
plazo, y probablemente más dolores de cabeza a mediano y largo plazo.
El Banco Central
República Argentina cortó el drenaje de pesos hacia la compra de dólares,
casi un deporte nacional, que no encuentra sustituto en ningún activo
financiero, solo reemplazable por otro activo de la economía real.
Las tasas de
interés se hundieron a niveles negativos frente a la inflación. La inflación
minorista se ubica en el 50,5% anual, las tasas de caución bursátil oscilan
entre el 36% y 40% anual. El plazo fijo Banco Nación brinda la tasa más alta
del mercado y solo ofrece el 49% anual, bancos de primera línea por grandes
montos no llegan a ofrecer el 45% anual.
En este escenario
el ahorro no se conduce hacia el dólar oficial
por prohibiciones expresas, y tampoco hacia el plazo fijo en pesos por tasa
negativa contra la inflación. No se compran bonos por ser pasibles de una
reestructuración, y tampoco letras por temor a ser reperfiladas. Acciones
abstenerse en este escenario, al menos hasta conocer la reestructuración de la
deuda.
El dólar a futuro
tampoco resulta un instrumento atractivo para la especulación, es el valor del
dólar mayorista (valor ficticio) más una tasa de interés que a un año está en
el 60,9% anual, esta inversión paga impuesto a las ganancias.
Los depósitos a
plazo fijo en pesos se ubican en torno de $1.400.000 millones, y crecen el 2,3%
anual en un año, esto implica que cayeron notablemente en términos reales, ya
sea medidos sobre la inflación o la tasa que pagaron. La consecuencia de este
estancamiento en los plazos fijos en pesos se refleja en los préstamos al
sector privado que en igual período crecieron el 12% anual y se ubican en
1.770.000 millones.
Esta es una
economía que se va quedando sin crédito, es escaso en términos nominales y caro
desde el punto de vista de la tasa de interés. Esto genera una extremada
iliquidez en el mercado, que no solo impide la inversión, ayuda a que muchas
empresas cierren sus puertas.
Los depósitos a
plazo fijo en dólares se ubican en u$s5.533 millones u descienden el 36%, en
caja de ahorro suman u$s14.684 millones y caen el 34,2%. La contracara son
préstamos en dólares al sector privado que se ubican en u$s11.406 millones y
reflejan una baja del 26,7% anual.
Esta destrucción de
crédito no hace más que alejarnos de la posibilidad de crecer en el actual
escenario económico.
Desde el 11 de
agosto de 2019 en adelante que la Argentina está en el garaje, no ha salido a
rodar por el pavimento, las decisiones empresariales han quedado congeladas, y
todas las medidas que se han tomado van por el camino de congelar o reducir
gastos, despedir personal o acumular algo de dinero para soportar los probables
quebrantos futuros.
El 10 de diciembre
asume un nuevo gobierno, y las miradas están en puestas en como reaccionara
para revertir el escenario económico actual.
Se necesita que en
lo inmediato retorne la inversión y el mercado sea regado de financiamiento a
una tasa razonable. Todos sabemos que esto es difícil que ocurra, pero las
señales para una salida ordenada las debe dar el gobierno en dos temas claves,
la renegociación de la deuda con privados y el acuerdo con el FMI.
El mercado está
lleno de rumores, pero se especula que el gobierno se tomara un tiempo para
negociar. Hay varias posturas, pero todo conduce al mismo camino.
La idea base que
más se escucha es que el gobierno no quiere realizar quitas de capital, a
cambio propone que no se realicen desembolsos de intereses y amortización por
un largo periodo de tiempo. Las versiones van de 2 a 4 años. Los inversores no
verían mal esta negociación si los intereses se capitalizan para pagar con la
amortización. No es magia, no habría una quita nominal, pero el valor presente
del bono caería notablemente. La nominalidad de los argentinos a la hora de
invertir hace esta propuesta aceptable.
El mayor problema a
corto plazo es el vencimiento de la deuda en $, que no podría ser monetizada,
ya que implicaría una gran emisión de pesos y esto atentaría contra la
volatilidad de los precios. Aquí también cabría una reestructuración, y en
muchos casos habrá que reperfilar lo reperfilado.
Estas medidas
generarían un efecto pobreza en la economía, sin embargo, dado que la
destrucción de precios fue muy significativa, tal vez lo peor ya lo vivimos y
podríamos observar una recuperación de precios ante la claridad de las
propuestas, y el fantasma de que esta renegociación no es similar a la del año
2005.
Lo que Argentina
necesita es una renegociación amigable para dar paso a la financiación de
proyectos privados en áreas ligadas a las materias primas (por ejemplo,
petróleo). Por otro lado, hay que regar de liquidez el mercado de los bonos
corporativos de las empresas, ya que esto atentaría contra una posible
recuperación económica.
Conclusiones
A corto plazo, una
reestructuración de la deuda amigable, sin quitas y extendiendo plazos, es un
dato alentador para el mercado y pondría fin a la caída libre de las
cotizaciones. Deja espacio para que las obligaciones negociables de los
privados se puedan renegociar en el mercado.
Para hacer
sustentable esta renegociación, Argentina necesitaría presentar un plan
económico que permita retomar en 2 años el superávit fiscal. En la actualidad
el resultado fiscal primario es un déficit de 0,5% del PBI, al que hay que
sumarle un 3,0% de pago de intereses, en total el difícil es del 3,5% del PBI.
Argentina
necesitaría en 2 años revertir este déficit, lo que implicaría un ajuste de 4%
del PBI que es el equivalente a U$S 16.000 millones.
Las estimaciones de
los estudios privados dan cuenta de que el país en el año 2020 podría mostrar
una caída del PBI del 2,5% y para 2021 un crecimiento del 1% del PBI en
términos reales. Esto implica que el desafió es muy importante, hay que ajustar
mayoritariamente por la vía del gasto, los ingresos serían intocables si
pretendes volver a crecer, ya que la presión tributaria es muy elevada.
Mientras el
esfuerzo de la economía formal será muy elevado, en el mercado crece sin
descanso una economía informal, con otras tasas de interés, otro dólar a $
69,00, y más rentabilidad porque no paga ningún impuesto. Si no aparece un plan
serio para crecer, la informalidad le ganaría a la formalidad, y esto podría
truncar la esperanza de un futuro exitoso.
Sin una ley de
incentivo a la inversión, con fuerte poda de impuestos al que realice una inversión
nueva, no hay salida posible. Recuperar la magia de la emisión es como en el
juego de la oca, te puede hacer retroceder 4 casilleros (años). La gente no
necesita más dinero en el bolsillo, necesita más inversión, oferta de productos
a menor precio y más trabajo.
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