El presidente
electo, Alberto Fernández, está
negociando con referentes gremialistas y empresarios otorgar en diciembre aumentos
en salarios, según trascendió por parte de fuentes sindicales. La
medida saldría por decreto e incluirían aumentos en jubilaciones y planes
sociales. El objetivo de Fernández es “ponerle plata en el bolsillo a la gente”
y de esta manera reactivar la economía desde el comienzo de su mandato.
En ese sentido, se
prevé que en los próximos meses se observará un movimiento al alza en materia
de consumo. Algunos economistas hablan de un “veranito”, sostenido por los
posibles aumentos, en un contexto de cepo cambiario, dólar “planchado”, tasas
de interés un poco más bajas, congelamiento tarifario y algún posible estímulo
crediticio.
“Es un combo que
pondrá pesos a circular en la calle, con la idea de que se reanime la actividad
en un plazo relativamente corto”, señaló el economista Matías Carugati, que a
la vez señaló que, aunque sigue vigente la incertidumbre que resulta complejo
pensar escenarios a futuro, es razonable suponer que Fernández va a querer
arrancar su Gobierno con medidas que empujen la actividad por el lado de la
demanda.
“El efecto de este
paquete va a depender de las definiciones y las acciones que dé el Gobierno
entrante respecto a temas cruciales como la inflación, la dinámica fiscal y la
deuda. Si el plan general tiene consistencia, puede generar cierta credibilidad
como para que el ‘cebar la bomba’ de la demanda empuje la actividad, aunque no
sea más que un mero rebote que permita alivianar las presiones sociales. De lo
contrario, posiblemente buena parte de la inyección de pesos termine
presionando la brecha cambiaria (a causa del cepo) y la inflación”, explicó
Carugati ante El Economista.
Un plan
consistente, según Carugati, sería un programa que busque alcanzar un superávit
fiscal en un plazo razonable y que, en el marco de las negociaciones
por la deuda, despeje las dudas a corto plazo sobre la liquidez
financiera del Gobierno. “Si lo fiscal ‘cierra’, entonces hay margen para
reactivar la demanda de dinero. Lo cual es otra forma de decir que la gente no
se deshaga rápidamente de los pesos que se inyecten para estimular la
actividad”, aseguró.
“Lo que se espera
es que con un poco de estímulo, vía tasa y mejora del poder adquisitivo, el
consumo masivo debería crecer o desacelerar su caída en forma más inmediata que
las ventas minoristas vinculadas a los bienes durables. Ese debería ser el
proceso. En ese sentido, la industria de alimentación, bebidas, limpieza y
cuidado personal quizás tenga una mejora en los números frente a otro tipo de
actividades económicas vinculadas a indumentaria, calzado, herramientas, etc”,
indicó Damián Di Pace, director de la consultora Focus Market, en diálogo con
este medio.
Según el especialista
en consumo, a pesar de querer aumentar salarios, jubilaciones y planes,
recuperar poder el adquisitivo de forma inmediata no será sencillo. “Creo que
va a haber búsqueda de cerrar la brecha fiscal con emisión y con incremento de
impuestos, lo cual de alguna manera va a generar una reacción negativa por
parte del mercado”, advirtió Di Pace, y señaló que todavía no está claro cuáles
serán los beneficios impositivos para el sector micro, pequeño y mediano
empresario, que fue promesa de campaña.
Por su parte,
Santiago Gambaro, economista de la consultora Analytica, comentó ante este
diario: “Sin novedades sobre la deuda, no hay espacio para anabólicos. En un
contexto en el cual te estás obligado a controlar la nominalidad y encarar un
proceso de renegociación de deuda, hay muy poco margen para hacer política de
ingreso desde el sector público, y el sector privado tampoco cuenta con holgura
con la caída de la demanda doméstica”.
Gambaro señala que
“la política fiscal contractiva es vinculante por la meta con el Fondo
Monetario Internacional (FMI), por lo que, salvo un canje demasiado fuerte,
cuya quita nos aleje de la necesidad de negociar con el organismo en el corto
plazo, los grados de libertad son limitados”.
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