Por Carlos
Burgueño - Alberto Fernández planteará
la necesidad de llegar a un superávit fiscal primario, como una política de
Estado. El presidente electo lo dejará en claro ante un ámbito concreto: el
Fondo Monetario Internacional (FMI). En
el primer caso, como muestra sobre la intención de darle a la economía
argentina un esquema de previsibilidad. En el segundo, como el aporte que hará
el Estado nacional para la causa. Lo que aún no está claro, es el año en el que
la próxima gestión podrá llegar a ese superávit. El problema son las
diferencias entre lo que afirma el próximo gobierno que se recibirá como
herencia en las cuentas públicas; y lo que desde las oficinas de Hernán Lacunza
se garantizan que serán los datos fiscales. Desde el albertismo se estima
que el desequilibrio que le dejará la gestión de Mauricio
Macri, alcanzará un déficit de entre 1,5 y 1,8% del PBI; por encima
incluso de la meta de 1% comprometida ante el FMI para este año, según reza el
stand-by vigente. Si se cumpliera la previsión de la aún oposición, el déficit
primario treparía a los $ 250.000 millones. Lacunza afirma y garantiza, que el
dato será mucho menor, y que Alberto Fernández heredará, en el peor de los
casos, una diferencia entre ingresos y gastos de no más de 0,5% del PBI. Esto
es, un porcentaje aún menor (la mitad) que lo firmado ante el FMI en septiembre
del año pasado. La diferencia alcanza entonces a los $160.000 millones; un nivel
incluso superior al costo del paquete pos-Paso que lanzó Mauricio Macri luego
de la derrota del 11 de agosto, y que en toda la línea de gastos incrementados
e ingresos postergados acumuló unos $90.000 millones.
La realidad tardará en conocerse. Recién para
la tercera semana de enero se sabrá cual es el resultado fiscal primario real
que dejó Mauricio Macri en su paso por la administración nacional; y, en
consecuencia, que tan lejos estará Alberto Fernández en garantizar el año en
que logrará el equilibrio. Igualmente, la intención del próximo presidente es
que no más allá del 2021, el superávit sea una realidad y que para el final de
su mandato, puesta mostrar un superávit no menor al 1% del PBI. La intención es
aún más ambiciosa: según el próximo gobierno, este resultado positivo se
logrará con una expansión de la economía y no con ajuste.
Este esquema de búsqueda del equilibrio fiscal, fue
uno de los puntos principales que el propio Alberto Fernández habló con
Kristalina Georgieva en la conversación telefónica que ambos mantuvieron la
semana pasada. Y, según el albertismo, la confianza del próximo jefe de Estado
en lograr números positivos entre ingresos y gastos, fue uno de los capítulos
que más entusiasmó a la directora gerenta del FMI.
La economista búlgara, coincidió con el argentino
en que el superávit primario es fundamental para que cualquier plan económico
local sea creíble; y le dio un primer voto de confianza a su interlocutor local
hasta conocer cómo se garantizará ese objetivo. No hablaron de años concretos;
pero Alberto Fernández le mencionó que la herencia que recibirá no es la que
menciona el Gobierno, sino mucho peor. Al menos 1 punto del PBI peor. Georgieva
no emitió comentarios, ni mucho menos coincidencias. Pero le otorgó el
beneficio de la duda al presidente electo hasta conocer el programa económico
general que tiene en mente el argentino. Lo que sí quedó como compromiso
desde Buenos Aires, es que para el momento de terminar su mandato de cuatro
años, Alberto Fernández entregará las cuentas públicas con superávit fiscal.
Este punto es, obviamente, indispensable para que desde el FMI se tome en serio
una promesa de pago desde la Argentina, al momento de renegociar los términos
del pago del stand-by vigente. Ya en esa charla, Alberto Fernández le había
aclarado a la directora del FMI, que su intención era la de no pedir los casi
u$s11.000 millones que aún el organismo podría girar como parte de los
desembolsos comprometidos y no ejecutados en el acuerdo vigente.
También en esa conversación, se habló de la
necesidad de negociar un plan de pagos al estilo del acuerdo que en septiembre
del 2003 el país firmó con el Fondo, durante la gestión de Néstor Kirchner.
Nuevamente, la búlgara ni avaló ni negó la posibilidad; y dejó todo en manos de
los negociadores que habilitará en su momento, y que comandará el venezolano
Luis Cubeddu. Lo que sí le aclaró Georgieva al argentino; es que en esa
instancia, la presentación de un plan fiscal sólido y creíble será fundamental
para que el plan de pagos que proponga el próximo gobierno pueda ser discutido.
Acreedores privados
Una de las cuestiones que aún quedan por resolver
de estas negociaciones, es si la discusión con el FMI se hará antes, durante o
después de la habilitación de la discusión con los acreedores privados. La
intención del próximo oficialismo, es que el esquema negociador sea paralelo, y
que la oferta a los fondos de inversión y bancos se concrete casi al mismo
tiempo que las discusiones con el organismo financiero internacional. No sería
el esquema que más convence al Fondo. Desde Washington se defiende la tradición
que siempre sea el FMI el que abre las discusiones con países en problemas de
pago, y que sólo después de un acuerdo que incluya el plan de pagos del
stand-by. Desde Buenos Aires se percibe que esta actitud tiene una motivación
concreta: que el FMI se garantice la existencia del dinero para cumplir con ese
plan; ya que, se sabe, son muchos los técnicos que hablan en Washington de la
imposibilidad del país para cumplir con los pagos al Fondo y a los acreedores
privados al mismo tiempo. Son los mismos que en la sede del FMI hablan de una
necesaria quita de capital e intereses.
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