Por Francisco Jueguen - "¿Es Matías
Kulfas el futuro ministro de Economía?", preguntó LA NACION a un
colaborador del presidente electo. "El único confirmado es Alberto Fernández", respondió. Rápido de reflejos, ni
un minuto después, agregó: "Y Cristina".
La relación
entre el presidente electo y su vicepresidenta fue ayer en
los pasillos de Parque Norte la comidilla que concentró el debate sobre el tono
que tendrá el futuro gobierno, todavía sin elenco definido ni siquiera para
encarar lo más urgente, la situación económica.
"[Cristina] Lo
esmeriló [a Fernández] toda la semana", cuestionó un industrial con acento
político y que se animó a deslizar que Roberto Lavagna sigue siendo el deseo de
Cristina Kirchner para Economía y que Martín Redrado fue vetado por su
lapicera. Nadie habló en voz alta, pero todos hablaron de lo mismo. El
directivo de un importante grupo empresario dijo que el operativo simbólico
"para limar" a Alberto comenzó con el retorno de Cristina Kirchner de
Cuba. "Tuvo que ir a su casa, lo recibieron Máximo Kirchner y Wado De
Pedro y salió de ahí diciendo que tenía el gabinete", reflexionó. Siguió
con la confirmación de que el Congreso será terreno kirchnerista.
Pero en ese campo
de batalla que es la asignación espacios algunos creyeron leer algunas
reacciones defensivas de Alberto Fernández ante ese avance. La mención ayer de
Juan Manzur en el escenario de la 25» Conferencia Industrial de la Unión
Industrial Argentina (UIA) no pareció casual, luego de que Pablo Raúl Yedlin,
hombre del tucumano, se quedara sin Ministerio de Salud ante la posible vuelta
de Ginés González García. El otro hecho rescatado por los industriales fue una
visita de Fernández esta semana. "El monumento al bombero debería tener la
cara de Eduardo Duhalde", le dijo Fernández al bonaerense. Reivindicó al
exmandatario y dijo que fue él quien "sacó al país del incendio" de
la crisis de 2001. Fue una sutileza del contrarrelato. El kirchnerismo suele
repetir que la historia de la "salida del infierno" nació con Néstor Kirchner
en 2003, olvidando los aportes de Jorge Remes Lenicov al "modelo".
"Creo que él
se da cuenta de que el poder es de ella", señaló un directivo de una
importante empresa al salir del VIP, donde ejecutivos como Eduardo Eurnekian y
Alejandro Bulgheroni, entre otros, se refugiaban de la prensa. Tampoco había en
los pasillos ningún funcionario del futuro gobierno para hacer honor a la
"rosca" que suele enaltecer Emilio Monzó. Con Alberto Fernández solo
llegaron Kulfas, que suena para encabezar el Ministerio de Producción, y Paula
Español, exfuncionaria de Axel Kicillof. Los rumores la ubican en Comercio
Exterior. Además. Fernández llegó con su vocero, Juan Pablo Biondi. Llegaron
con Alberto Fernández y se fueron con él apenas se retiró.
"Esto es como
cuando los franceses quisieron mudar la capital a Versalles. Todo un puterío
(sic)", remarcó un importante industrial, que reconoció que Fernández puso
en su discurso letra y música para configurar un canto de sirena que agrade a
los empresarios: dijo que se pagará la deuda, criticó la "bicicleta
financiera", destacó la importancia del Mercosur y habló de protección
ante China. "Lo más importante fue el federalismo salarial", retrucó
un colega suyo en la UIA. Fue la idea de que las paritarias sean diferentes según
la geografía. Un guiño al norte industrial, que pide la restitución del decreto
814, que segmenta contribuciones patronales. Será difícil saber si esa idea
amargó el recibimiento a Fernández, encabezado por Armando Cavalieri, o si
protestaron los hermanos Daer, Antonio Caló o Gerardo Martínez en Parque Norte.
"Alberto dijo
lo que queríamos oír", ratificó un hombre fuerte de los laboratorios.
"Ahora hay que ver cómo es el equilibrio interno", reforzó un
azucarero. "Lo importante es que no haya un Guillermo Moreno", pidió
un hombre de una automotriz sobre el futuro gabinete. "A un peronismo
fisurado, sin puntos claros de referencia, se lo devoran las
corporaciones", se adelantó un viejo industrial.
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