Por Ignacio Ostera - Alberto Fernández asumirá hoy con
la urgencia de renegociar la deuda
pública y poner otra vez la economía en marcha, después de dos años
seguidos de recesión, algo que no se observaba desde el fin de la
Convertibilidad.
Los equipos del sucesor de Mauricio
Macri trabajarán en dos líneas simultáneas: por un lado Martín Guzmán en el ministerio de
Hacienda deberá reestructurar los
pasivos de la Argentina con acreedores privados y organismos
multilaterales, y por el otro Matías
Kulfas en Producción deberá impulsar medidas para reactivar la
industria y fomentar las exportaciones.
La herencia de la gestión
de Cambiemos tiene similitudes y diferencias con la que Cristina
Kirchner dejó en 2015, aunque la actual es sin dudas más grave, ya que el nivel
de endeudamiento está en un nivel crítico, se firmó un acuerdo por una cifra récord con el Fondo
Monetario Internacional que condiciona a las autoridades del país y
la actividad no da indicios de salir del atolladero en el que se sumió desde
que en abril de 2018 comenzó la corrida cambiaria.
Por el contrario, el último gobierno kirchnerista había dejado una
economía en marcha, y un bajo
nivel de desocupación y endeudamiento.
Acaso los puntos en común puedan encontrarse en la cesación de pagos
virtual en ambos casos (en uno por la falta de acuerdo con los fondos buitre y en
el otro por el reperfilamiento), y un cepo cambiario que por lo menos la gestión actual
"formalizó" en resoluciones. De esta manera, se evitarán saltos en la
cotización del dólar, pero el ingreso de divisas por inversiones se verá
afectado.
Las sucesivas rondas
devaluatorias observadas a lo largo de los últimos dos años
permitieron al tipo de cambio real mejorar sustancialmente, una variable clave
para dinamizar las exportaciones y que, combinado con la compresión de las
importaciones derivada de la recesión, revirtieron el resultado de la balanza
comercial durante ese lapso.
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