Por Claudio
Zlotnik - Martín Guzmán no supo hasta un par de días antes de enviar la
"mega ley" al Congreso que podía incluir la suspensión de la
movilidad jubilatoria. El ministro de Economìa siempre estuvo convencido de que
la consistencia del plan de estabilización sólo tendría chances de éxito si se
relajaba la indexación de las jubilaciones. Sin embargo, recién tuvo el guiño
de Alberto Fernández a poco del anuncio.
"No
hay espacio polìtico", comentaba -preocupado- Guzmán a su equipo de
colaboradores. Finalmente, el pulgar arriba llegó y el ministro lo tomó como un
pleno respaldo político a su sugerencia de ir hacia un ordenamiento fiscal,
como un punto clave ante el inminente reperfilamiento de la deuda.
El proyecto de
Emergencia Económica contiene un formidable ajuste de las cuentas públicas, en
el cual el "aporte" de los jubilados será el más relevante de todos.
La
economista Marina Dal Poggetto estima que, así como fue planteado, el impacto
fiscal del proyecto equivaldrá a 2,2 puntos del PIB. Unos u$s8.800 millones, es
decir, $550.000 millones.
La consultora Seido
va un poco más allá: calcula que el apretón ascenderá a 2,5% del PIB. Y que de
ese total, los jubilados "aportarán" la tercera parte: 0,7 puntos.
Contra 0,5 puntos del "campo" por el alza en las retenciones y el 0,6
por ciento de los argentinos que compren dólares, gasten con tarjetas en el
exterior, o disfrutando Netflix o Spotify, y que de ahora en más pagarán un 30%
de impuesto.
La Ley de
Solidaridad contiene un ajuste fiscal tan relevante que algunos economistas
empiezan a preguntarse si no se "pasa de rosca". En el sentido de si
no le pone una traba a una eventual recuperación económica.
A su vez hay
quienes plantean, por lo bajo, que este programa presentado por el flamante
administración contiene algunos riesgos, que habrá que ver cómo son resueltos
por el Gobierno a medida que pase el tiempo.
Guzmán convenció a
Alberto F. de que la única manera de volver a crecer es si antes tanto la gente
como los inversores del exterior se convencen de que la Argentina pudo, por
fin, estabilizarse.
Desde hace exactos
20 meses, el país viene fracasando con los planes de estabilización y, al
contrario, la crisis siempre fue empeorando. La pregunta ahora refiere a si la
economía ya tocó fondo y se prepara para una recuperación.
En
bancos de inversión del exterior y en consultoras locales evalúan correcto al
diagnóstico del ministro de Economía cuando dice -tanto en público como en
privado- que, antes que nada, lo más importante es "tranquilizar" a
los agentes económicos.
El ministro también
asegura que no se va a atar a ningún dogma, y que su plan se irá amoldando a
las necesidades de cada momento. Una definición que genera expectativa pero
también una dosis de ansiedad en Wall Street.
¿Pasó lo peor?
De todas formas, el
"Plan Guzmán" fue celebrado por los mercados financieros, que
aplaudieron los anuncios. Desde que "Los Fernández" se hicieron cargo
del poder, el riesgo país se redujo 15 por ciento. Un escenario a priori
impensado, pero que es resultado del programa de ajuste lanzado desde el minuto
uno.
El promedio de
economistas coincide en que este plan se apoya sobre dos columnas -el
ordenamiento fiscal y el ahorro de divisas-, que derivará seguramente en una
expansión de la actividad.
"Estabilizado
lo financiero, la economía va a crecer. Es lo que demuestra la historia
argentina", afirma Dal Poggetto, en diálogo con iProfesional.
Para algunos
miembros del equipo económico, la clave es que el ajuste de las cuentas
públicas no es uno tradicional. Señalan que acá se preservaron aquellos
sectores generadores de puestos de trabajo. A la vez que se puso el ojo en un
problema estructural que tiene la economía: el elevado nivel de indexación del
gasto.
Sobre el primer
punto, los funcionarios confían en que, si bien el ordenamiento fiscal luce
contundente, existe una protección a los sectores más demandantes de mano de
obra: las pymes, la industria y la construcción, hacia adonde podrían derivarse
parte de los pesos que antes iban a comprar dólares.
"Con
el cepo y el impuesto del 30% sobre las compras de dólares, muchos preferirán
usar los pesos para dinamizar la construcción o actualizar consumos demorados.
Con estabilidad y mejores expectativas, habrá gente que incluso optará por
vender los dólares a un buen precio y consumir", se entusiasma un
economista que trabaja cerca de Guzmán.
Para los próximos
meses, existirán varios desafíos. El primero: la renegociaciòn de la deuda con
los inversores. En segundo orden: si la Argentina logra una desaceleración
inflacionaria.
Sobre esta última
cuestión, el plan inicial no es un típico programa antiinflacionario. El
Gobierno se ha trazado la prioridad de estabilizar, pero está más que claro que
todo naufragará si los precios siguen una dinámica alcista vertiginosa.
La estrategia con
los precios ha pasado a un segundo plano, pero sólo momentáneamente. Volverá
con fuerza después de las fiestas, cuando se oficialice la convocatoria al
Consejo Económico y Social.
Y también se
cierren las negociaciones ya avanzadas con las fábricas de alimentos y las
cadenas supermercadistas. En esas conversaciones, el protagonismo lo mantiene
la economista Paula Español, considerada "una negociadora dura" por
los empresarios, a quien la conocen desde la etapa anterior, donde ocupaba el
estratégico puesto de subsecretaria de Comercio Exterior.
Paso a paso
Ni
bien salga la Emergencia y se encamine el capítulo de los precios, el Gobierno
encarará la negociación de la deuda pública. Una operación clave, en la cual se
definirá -ni más ni menos- que los márgenes de maniobra del flamante Gobierno.
La reacción
favorable del mercado en el debut de Alberto F. fue tomada con auspicioso
optimismo en el Ministerio de Economía.
La mejora de los
bonos, es cierto, se produce desde mínimos históricos y el riesgo país apenas
quedó por debajo de los 2.000 puntos.
El resultado de esa
negociación con los bonistas privados será clave para la suerte de la economía
"albertista".
Pero, lo dicho, hay
más desafíos por delante. Dal Poggetto, una de las economistas más
respetadas por sus colegas por su rigurosidad, pone esos desafíos en blanco
sobre negro:
-"No
enamorarse del dólar quieto", que generaría un atraso cambiario. "El
dólar está en los mismos valores que en agosto, y en el medio corrió
inflación", afirma.
-"No
enamorarse del congelamiento de las tarifas", que puede servir como ancla
inflacionaria en el cortísimo plazo pero que genera un bache fiscal
considerable.
En
algunos bancos de inversión -como el JP Morgan-, los analistas escribieron que
aguardan un tipo de cambio que se mueva en línea con una inflación esperada del
40% a lo largo de 2020.
Una perspectiva que
algunos economistas consideran exagerada. El consenso es que, si todo sale
bien, el dólar podría correr varios puntos por debajo de la inflación el año
que viene.
Para ponerlo de una
manera gráfica: está claro que el pasillo que debe atravesar la economía es
angosto y con poca luz. Y en donde el Gobierno recién acaba de dar el primer
paso.
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