Por Pablo Wende - La Argentina es uno de los países con mayor índice de uso de efectivo en
el mundo. Aunque el 80% de la población adulta posee una cuenta bancaria,
según el último relevamiento realizado por el Banco Central y otros organismos,
la inclusión financiera aún es baja: la mayoría sólo usa su tarjeta de débito
para extraer efectivo.
Ante esta realidad que tiene pocos ejemplos
similares, incluso en América latina, el Gobierno decidió avanzar con una
sobretasa que ya hace tiempo se venía analizando, incluso en círculos
académicos. Consiste en gravar el uso del efectivo, o más bien el retiro de dinero
de los bancos.
La medida está incluida en la flamante ley de
Solidaridad Fiscal y aparece en el artículo 45. El mismo considera como hecho
imponible las “extracciones de efectivo, bajo cualquier forma, los débitos
efectuados en las cuentas estarán sujetos al doble de la tasa vigente para cada
caso”. Luego se aclara que el sobrecosto no será de aplicación para
personas humanas o personas jurídicas que revistan la condición de micro y
pequeñas empresas".
Esto significa que debitar de la cuenta para
extraer efectivo no se cobrará 0,6% como sucede con cualquier débito sino el
doble, es decir 1,2 por ciento. El objetivo sería desalentar este tipo de
transacciones y que el dinero siga circulando en el circuito bancario. Esto
generaría varios beneficios: no sólo el costo de movilizar efectivo (además de
las cuestiones relacionadas con la seguridad), sino también que el dinero queda
dentro de los bancos y por lo tanto se reduce la informalidad.
Pero estos argumentos válidos son rápidamente
contrarrestados dentro de los bancos. “Nosotros proponíamos pensar en
algún tipo de gravamen para quienes extraen efectivo, pero la realidad es que
la mayor parte proviene del público y las Pymes. Las medianas y grandes
empresas en general no se llevan dinero en efectivo de las cuentas”, detallan.
Por lo tanto, la efectividad de la medida ya arranca en niveles muy bajos.
Por lo tanto, el problema que se plantea es
que justamente quienes más utilizan efectivo preferirán a toda costa no pasar
por el circuito bancario para evitar una imposición mayor. “La realidad es que
es difícil que se aliente la bancarización cobrando más impuestos”, le explicó
un alto ejecutivo bancario a Infobae.
Otra opción que se probó durante mucho tiempo
pero luego se abandonó fue la de fomentar el uso de instrumentos bancarios, es
decir darle una “zanahoria” a la gente para que realice sus compras con tarjeta
de débito. Durante varios años la devolución era del 5% para las compras
efectuadas por este instrumento. Pero en 2017 este beneficio fue suspendido por
el entonces ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. La explicación que se
dio pasó por el costo fiscal de una medida de estas características. Ahora se
optó por la política del “palo”, es decir pegarle a quienes opten por el retiro
del efectivo en vez de premiar a quien se queda dentro del sistema.
Las polémica por los altos niveles de uso de
efectivo son de larga data. En el último año los bancos tienen una fuerte
disputa con las empresas que depositan grandes cantidades de efectivo. Y
llegaron a cobrar por el depósito de billetes en gran cantidad. Esto le
sucede, por ejemplo a compañías de servicios públicos o que también venden otro
tipo de servicios, como cable, porque buena parte de la clientela paga en cash. Sin
embargo, a mediados de año el gobierno tuvo que intervenir y quedó prohibido
cobrarle a las empresas por depositar efectivo. Ahora se optó por gravar la
inversa, es decir el retiro de los pesos.
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