Por Guillermo
Oliveto - La mente es como una banda elástica:
una vez que se estiró, nunca vuelve exactamente al mismo lugar. Los
aprendizajes que deja cada época quedan en la memoria. Si bien la inspiración
del plan "derrame inverso" remite al primer kirchnerismo, sería un
error extrapolar de manera lineal las conductas que en aquel tiempo tuvieron
los consumidores para predecir lo que viene: 2020 no será 2003.
Aquel año, la
economía creció 8,8% con una inflación del 3,7%. Para el año que ya comienza se
prevén una nueva contracción del PBI (-1,5%) y una inflación bajando, pero
todavía muy alta: 40/42%.
El mundo es otro,
el país es otro, la sociedad es otra. En 2003 no existían ni Facebook, ni
Instagram, ni Twitter, ni WhatsApp, ni el i-Phone, ni Spotify, entre tantas
otras cosas que hoy parecen haber existido "desde siempre". Netflix,
que se había fundado en 1997, todavía era una compañía de alquiler de DVD.
En su libro más
reciente, Gracias por llegar tarde, el reconocido periodista y pensador
norteamericano Thomas Friedman pone el acento en el año 2007, cuando no solo
Steve Jobs presentó en sociedad el primer i-Phone, sino que también Facebook
comenzó a ser una plataforma abierta, Twitter se relanzó de manera
independiente a la plataforma más amplia en que se había originado, Netflix
comenzó a brindar el servicio de video on demand por streaming, Google lanzó
Android potenciando así todos los otros smartphones que no usaran el sistema
operativo de Apple, Amazon lanzó Kindle y, sobre todo, internet llegó a los
1000 millones de usuarios a nivel global, lo que marcaría un punto de
inflexión.
Friedman le puso un
sugestivo título al capítulo 1 -"¿Qué diablos ocurrió en 2007?"- en
el que describe estos y otros acontecimientos que confluyeron para moldear el
destino del mundo. Argumenta que desde entonces entramos en "la era de las
aceleraciones", describiendo tres procesos de crecimiento exponencial que
se están dando en simultáneo: la aceleración tecnológica, la aceleración de la
globalización y la aceleración del riesgo climático.
La proliferación de
opciones que generó la disrupción digital alteró el deseo. Hoy la gente ya no
quiere las mismas cosas que quería hace 16 años. La tecnología, la
conectividad, el viaje, el ocio y el entretenimiento tienen un peso relativo
muy superior al de aquel entonces. Su poder de seducción y de atracción se
potenció de un modo disruptivo. Lo que cambió es la relevancia que adquieren
los objetos y las vivencias. Es un antes y un después. Internet se volvió un
consumo básico y los oasis de wi-fi, nodos de atracción por excelencia. Sin
conexión, "falta el oxígeno". El aburrimiento es un temido fantasma
al que se aleja con la hiperactividad y las personas se transformaron en
"medios" que deben generar contenido de manera permanente.
¿De qué manera se
articulará en el futuro próximo "lo que no cambia" con lo que
"sí cambia"? Este es el punto crítico a dilucidar para imaginar la
nueva configuración que adquirirá el consumo en la Argentina ante la potencial
recuperación que se pretende lograr con la inyección de ingresos en la base de
la pirámide -50% de las familias-. Esos ingresos "empujarían de abajo
hacia arriba" la dinámica económica.
Sucede que en
simultáneo se anunciaron medidas que condicionarán las decisiones de compra de
la otra mitad de las familias: clase media -45%- y clase alta -5%-.
Obviamente, los
consumos esenciales seguirán siendo los mismos. Comer hay que comer y vestirse
hay que vestirse. Hay que ocuparse de la familia, del hogar, de la salud, de la
educación y de llegar hasta el trabajo. Eso no se modifica. Es algo estructural
de la vida contemporánea en un sistema capitalista. Lo que sí cambia es todo el
resto de los consumos que se incorporaron al menú de opciones. Eso que antes no
estaba ahora está. Y muchos de esos consumos ahora tienen un precio más caro,
dado que son en dólares. ¿Qué harán entonces los consumidores el año próximo?
El primer error
sería suponer que van a "quedarse sin oxígeno". Resultaría
antinatural. Ya es demasiado tarde para eso. Como describe de manera brillante
el novelista y ensayista italiano Alessandro Baricco en The Game, la separación
entre lo real y lo virtual hoy es ya un sinsentido, no existe. El hábitat del
hombre nuevo "es un sistema de realidad con una doble fuerza motriz, donde
la distinción entre mundo verdadero y mundo virtual se convierte en una
frontera secundaria, dado que uno y otro se funden en un único movimiento que
genera en su conjunto la realidad. Un sistema en el que el mundo y el
ultramundo giran uno dentro de otro produciendo experiencia, en una especie de
creación infinita y permanente. Este es el gesto genial llevado a cabo por la
web: dotar al mundo de dos corazones que bombean realidad armónicamente".
La última Encuesta
de Gastos de Hogares del Indec, publicada en noviembre de 2019, convalida la
tesis de Baricco. Muestra que los gastos en alimentos y bebidas no alcohólicas,
que representaban el 28,8% de las erogaciones de un hogar promedio en
1996/1997, hoy se llevan bastante menos: el 22,6%. Los 6,2 puntos de caída se
explican por el crecimiento en los gastos de transporte -pasaron de 112% a
142%- y los de comunicaciones, que crecieron 2,6 puntos, pasando de ser apenas
el 2,6% al 5,2% actual.
El segundo error
pasaría por confundir "congelamiento" por seis meses de tarifas de
luz, gas, agua, colectivo y tren con "no pago" de tarifas. La misma
investigación oficial demuestra que los argentinos destinan un 14,5% de sus
gastos para mantener el hogar. En el caso de los inquilinos, ese valor se
duplica: 28,2%. No todo tiene que ver con las tarifas de servicios públicos,
pero sí más de la mitad: hoy los argentinos destinan, en promedio, el 5,9% del
presupuesto a luz y gas, el 2,5% al agua y el 32% al transporte público. En
total, 11,6% de sus gastos actuales se destinan a consumos que durante muchos
años estuvieron subsidiados y fueron casi gratis.
En la conjunción de
ortodoxia -sustentabilidad fiscal, control de la emisión, pago de la deuda- y
heterodoxia -redistribución del ingreso, modificaciones de reglas de juego,
nuevos impuestos- que contienen las medidas anunciadas, es de esperar que las
tarifas haya que seguir pagándolas. Conclusión: ese dinero estará ahí y no en
el consumo.
Por lo tanto, si el
nuevo plan funciona y logra dinamizar el consumo, es muy probable que esa
expansión no replique las características de aquel ciclo dorado de cinco años
-2003/2007- cuando la economía y el consumo crecieron 8,7% y 6,3% promedio por
año respectivamente durante todo un lustro, en una especie de gran ola donde
"volaba" todo, sino que tenga sus propia configuración, con
características más erráticas por sectores y marcas. Y donde, además los aprendizajes
que los consumidores adquirieron en casi dos décadas se pongan fuertemente en
juego.
Aun en la hipótesis
de la recuperación, no volvemos a lo mismo. El escenario será bastante más
complejo. Los supermercados deberán seguir compitiendo con los mayoristas que
ahora le venden al consumidor final, y con los formatos de tiendas de descuento
como Día, las primeras marcas con las segundas que invirtieron en tecnología
generando productos que la gente juzga de calidad razonable a un precio
pagable, los shoppings tendrán que mantener en su radar a los outlets y los
showrooms, y las marcas premium de ropa deberán pelear palmo a palmo por
clientes que disfrutan comprando prendas más accesibles de fast fashion. A su
vez, todos tendrán que estar atentos a Mercado Libre.
La cultura de
consumo low cost llegó para quedarse. Aquí y en el mundo. La disrupción digital
lo hizo. En todas partes hay más deseo que dinero.
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