Por Leandro
Gabin - La deuda de la Argentina, que está en virtual default según admitió el
ministro de Economía Martín Guzmán, sigue siendo tema relevante en el mundo
financiero.
La
debacle de los bonos, que precipitó la sensación de un incumplimiento
unilateral de los pagos, golpeó a los tenedores de los títulos. Tan es así que
muchos "viejos lobos" de Wall Street volvieron a alertar a sus clientes acerca de
los riesgos de invertir en lo que se denominan "mercados emergentes".
Sin embargo, un
trabajo de Ashmore Group (un fondo londinense que maneja activos por más de
u$s80.000 millones) viene a desmentir ese mito.
Si bien quienes
apostaron a la Argentina claramente perdieron dinero, los que compraron fondos
de emergentes no corrieron así a pesar de que en esas carteras hubiera títulos
locales ahora en virtual default.
O sea, los que
invirtieron en activos del mundo en vías de desarrollo pudieron surfear no sólo
la debacle argentina sino que ganaron más dinero en comparación a otras
alternativas tradicionales en el primer mundo.
"La disminución del 50% en los precios de los bonos argentinos inmediatamente después de
las elecciones primarias en agosto de 2019 fue uno de los eventos más
espectaculares en mercados externos (EM) externos deuda el año pasado.
Muchos inversores se pusieron fríos sobre invertir en esta clase de activos.
Los eventos en Argentina parecieron confirmar todos los prejuicios que rodean
la inversión en deuda emergente, es decir, que la experiencia no es otra cosa
que una serie interminable de crisis, volatilidad y pérdida", escribió Jan Dehn, el
estratega de Ashmore.
Como se advirtió
anteriormente, esa suposición estuvo más lejos de la verdad. "Los inversores institucionales más serios son
plenamente conscientes de que Argentina no es un típico país emergente",
dice Dehn, y agrega que el resto de los activos de la región ofrecen excelentes
rendimientos.
De hecho, afirma
que las ganancias en los bonos externos (tomando el índice EMBI Global
Diversified del JP Morgan) ha superado tanto al bono del Tesoro estadounidense
a 10 años como el índice bursátil S&P 500 desde el inicio del índice el 31
de diciembre de 1993.
El rendimiento
anual promedio del EMBI GD en dólares desde el inicio del índice es del 9% en
comparación con el 6% para el bono estadounidense a 10 años y el 7% para el
S&P 500. Además, el EMBI GD ha sido menos volátil que el S&P 500
y, a pesar de su mayor volatilidad frente al bono estadounidense a 10
años.
El dato no es menor porque la mayoría de
los inversores calificados del mundo "compran índices". Esto quiere
decir que no adquieren títulos sueltos de algunos países sino que buscan copiar
una cartera ya lo suficientemente diversificada que asuma riesgos,
pero sin poner todos las fichas en una sola apuesta.
"Para ilustrar
la importancia de esta mejora en la diversificación, considere cómo una
disminución del 50% en los precios de los bonos de Argentina habrían afectado el
desempeño del índice en 1993 en comparación con el actual", ejemplifica
Ashmore.
En 1993, cuando el
índice estaba fuertemente influenciado por los países de América Latina
(incluida la Argentina), la debacle de los bonos locales habría presionado al
índice mucho más. Se calcula que los títulos locales hubieran arrastrado en
9,7% al índice.
Pero gracias a la
mayor diversificación (se sumaron bonos de países de Europa del Este por
ejemplo) y el escaso peso de la Argentina en el indicador, el impacto negativo
fue de tan sólo 1,2% en 2019.
De
hecho, el EMBI Global Diversified arrojó un sólido 15% en términos de dólares
el año pasado a pesar del ruido en Argentina, señala el fondo inglés en su
paper a clientes.
"En resumen, la clase de activos de deuda externa emergente ha generado
excelentes rendimientos desde el inicio, pero también se ha transformado en un
índice extremadamente diverso con la mejora de la calidad crediticia. Esto hace
que la caída de uno de ellos, como el caso de la Argentina en 2019, no afecte a
todo el conjunto", explican.
Vuelve un viejo
aliado
Claro que esa es la
película de lo que fue el año pasado, algo que empieza a quedar atrás. Hacia
adelante, hay dudas en el mercado financiero internacionales acerca de qué pasará
con la reestructuración que encarará Guzmán con los acreedores.
Por ahora no hay
novedades y empiezan a preguntarse cuál será la estrategia para avanzar
rápidamente y evitar un incumplimiento.
Curiosamente
se está armando una conferencia de banqueros para debatir el caso argentino en
el ISDA, el organismo que regula a los seguros contra un default que compran
los inversores para protegerse de un "pagadiós" local.
La sede del
organismo, ubicada en la calle 53 entre Madison y la Quinta Avenida en Nueva
York, congregará a varios exponentes de los acreedores de la Argentina.
Está
confirmado un viejo conocido del país como Robert Koenigsberger, el dueño del
fondo Gramercy. El financista era el único al cual Néstor Kirchner escuchaba
cuando se trataba del tema de la deuda: Gramercy tenía muchos títulos
argentinos y era determinante para lograr una aceptación elevada.
En 2010 jugó a
favor en la reapertura del canje y también envió escritos favorables al país en
el juicio con los fondos buitre cuando el entonces juez Thomas Griesa puso en
aprietos a la Argentina.
Además del dueño de
Gramercy, muy escuchado en Wall Street, estarán Carl Ross, socio de un fondo de Boston
llamado GMO; Kevin Ivers (DCI Group) y Siobhan Morden de Amherst Pierpont,
entre otros.
Varios inversores
también irán a escuchar la posición de estos financistas para ver si es posible
alcanzar un acuerdo rápido y sin una quita monumental para sus tenencias en
bonos argentinos. La cita está hecha para inicios de febrero.
¿Tendrán
ya para debatir una oferta argentina por la deuda? El tiempo corre y los hombres de
negocios quieren empezar a ver avances.
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