Por Carlos Burgueño - Las negociaciones con el
Fondo Monetario Internacional (FMI) comenzarán la próxima semana -se
estima que el 15 de enero-, cuando Sergio Chodos comience su gestión dentro del
organismo financiero internacional. El próximo director del Cono Sur ante el
Fondo llegará a ocupar su sillón en el directorio cerca de esa fecha (días más,
días menos), y horas después tendrá un primer encuentro con la directora
gerente Kristalina Georgieva y el venezolano Luis Cubeddu; desde noviembre del
año pasado el responsable de seguir el caso argentino. El funcionario
tendrá una misión difícil en sus manos. Llevará a Washington en su portafolio
el primer esbozo de la propuesta que el Gobierno de
Alberto Fernández le entregará al FMI para reestructurar los u$s44.000 millones
de deuda acumulados
por los dos tramos del préstamo stand by, firmados por el Gobierno de Mauricio
Macri en junio y septiembre de 2018. Será quien exponga la tesis principal que
tanto Fernández como el ministerio de Economía de Martín Guzmán tienen en mente
para cerrar el acuerdo con el organismo. Que se acepte de parte de la Argentina
un simple plan de pagos, sin quitas (no cabe otra alternativa) y con intereses
convenientes; y por fuera de los dos clásicos tipos de acuerdos que desde el
Fondo se aplican con los países deudores: el stand by y el facilidades
extendidas. El primero es el que está vigente y es imposible de renegociar y,
mucho menos, de pagar. El segundo, con tasas más bajas y plazos más extendidos
en el tiempo, sería en teoría el más conveniente para el país.
Sin embargo,
autoriza al Fondo a reclamar e imponer reformas estructurales en la economía de
los países, incluyendo modificaciones de raíz de los sistemas previsionales,
laborales, financieros y, lógicamente, la exigencia de equilibrios fiscales y
comerciales plenos y por escrito. Para el Gobierno de Alberto Fernández,
exigencias de este tipo son políticamente imposibles de aceptar en las
negociaciones y, mucho menos, de implementar. Es por esto que la propuesta
que llevará Chodos a Washington se trataría de una “tercera posición”, basada
en la aceptación de la deuda total y el pedido de un simple plan de pagos con
un tiempo de luz para poder rearmar la estructura fiscal y financiera de la
economía argentina, bajo la promesa de que el nuevo modelo económico se
sostendrá con superávits gemelos y el sostenimiento de la recaudación
impositiva por arriba de la inflación. Se sabe que, en principio, la propuesta
será rechazada. Pero que será un buen punto de inicio para la negociación
general.
La ventaja que
tiene Chodos en su misión es que estos términos de discusión no son nuevos para
él. El nuevo representante ante el FMI ya formó parte del equipo de Roberto
Lavagna y Guillermo Nielsen, cuando estos eran ministros y viceministros de
Economía y encabezaron la primera discusión fuerte con el FMI en septiembre de
2003, cuando se discutió el primer acuerdo con el organismo luego de la crisis
de 2001. La gestión fue exitosa y hubo una fumata final que luego generó los
términos del acuerdo que en 2006 se firmó con los acreedores privados
internacionales.
La actuación de
Chodos y el mantenimiento de la fidelidad a Néstor Kirchner primero y Cristina
de Kirchner después le permitió permanecer en la estructura del poder luego de
la salida de Lavagna. Fue secretario de Finanzas durante las gestiones de
Felisa Micelli, Miguel Peirano y, con problemas de relación personal, con
Martín Lousteau. Luego de la reestatización de las AFJP, manejó la primera versión
del poderoso Fondo de Garantías Sustentable (FGS). Luego ocupó un sillón en el
primer directorio del Banco Central con Mercedes Marcó del Pont como presidenta
y, finalmente, en septiembre de 2012, fue designado para ocupar el sillón
argentino en el Fondo Monetario. Tenía una misión: sondear la posibilidad de
que el país volviera a colocar deuda externa voluntaria a un dígito de interés
en los mercados financieros mundiales, utilizando el sillón en Washington como
plataforma de lanzamiento. La llegada de Axel Kicillof al Ministerio de
Economía en lugar de Hernán Lorenzino y el agravamiento del juicio con los
fondos buitre impidieron la quimera.
Permaneció en
Washington hasta que el enviado de Alfonso Prat Gay, Héctor Torres, ocupó su
lugar; puesto que luego que desempeñado por Gabriel Lopetegui, un enviado de
Nicolás Dujovne. Mientras tanto, Chodos se volcó al sector privado; comenzó a
mantener una relación académica y financiera con Guzmán, por esos tiempos
integrante estrella del equipo de Joseph Stiglitz. Se dice que la relación
entre el experimentado Chodos y el novato (en la tónica de funcionario público)
Guzmán es, en estos tiempos, casi simbiótica. La van a necesitar. La
comunicación directa entre ambos egresados de la Universidad de Columbia (aunque
el ministro es economista de origen y Chodos, abogado) será fundamental para el
momento en que comiencen las negociaciones directas dentro de la sede del FMI,
donde el Gobierno de Alberto Fernández se jugará gran parte del éxito de su
gestión.
Guzmán y Chodos
saben otra cosa. Que ellos podrán hacer una tarea titánica y, eventualmente,
exitosa en términos económicos y financieros. Pero que para que el board del
FMI apruebe cualquier propuesta, serán necesarios los indispensables votos de
los Estados Unidos. Será esa responsabilidad directa del Presidente; quien, en
el momento adecuado, tendrá que hablar, seriamente, con el norteamericano del
apoyo de su país a la Argentina. Se coincide que el único que puede entablar
esa gestión será el jefe de Estado argentino.
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