Por Julián Guarino - Desindexar. Es el santo y
seña del Gobierno. Si la coherencia suma, hay que decir que los funcionarios
albertistas repiten esta palabra como un mantra. Y guarda sentido: “man”
significa “mente” en sánscrito y “tra” que expresa “liberación”. Se sabe, es en
los rituales de la política donde los gestos y palabras adquieren su máxima
eficacia.
Todos los pasos que
ha dado el Palacio de Hacienda, muchos de ellos condensados en la Ley de
emergencia, abonan esta hipótesis. Parece existir un imperativo: el problema no
es la inflación, sino la inercia inflacionaria. Por eso, a desindexar se ha
dicho. Alterar indicadores o suspenderlos en el tiempo para lograrlo. Tarifas
de servicios, el combustible y los costos de la obra pública, para poder
desindexar también algunas prestaciones sociales. La pregunta es quien debería
hacerse cargo de afrontar el costo entre lo viejo y lo nuevo. Por ahora, una
parte sale directo de los pocos sectores productivos y de servicios que
pudieron acumular en los últimos años. Otro tanto ponen los contribuyentes de
mayores recursos.
La cifra que cifra
el Gobierno, es que de a poco, los índices que se utilicen para indexar caigan
en el olvido que, como decía Borges, es también una forma profunda de la
memoria. En los últimos años, han germinado infinidad de mecanismos de
actualización. El famoso IPC, el de costos de la construcción. Para los
préstamos, está el índice de salarios o el UVA. Y hay más. Las cláusulas
gatillo, que sirven para actualizar salarios. Hay uno para jubilaciones (en
suspenso). También los hay que indexan obra pública. Y los de la energía,
atados al precio del petróleo (o del gas) y el dólar.
Sin prisa y sin
pausa, la idea que recorre la Casa Rosada es la de cortar los hilos invisibles
que atan los precios a los indicadores. Suspendieron la formula de movilidad
jubilatoria, congelaron las tarifas de servicios públicos por seis meses y
también por tres meses el transporte público. También se suspendió el aumento a
los combustibles y hubo algunos días más de congelamiento para las cuotas de
los UVA.
El dato mas
importante lo dio el titular del BCRA, Miguel Pesce cuando habló de la política
que piensa llevar adelante, de lo que se deriva que la entidad que conduce
buscará consolidar el tipo de cambio oficial en la zona de $63-$65 por estas
semanas, en la hipótesis de que eso también servirá para darle mayor impulso a
la desindexación. Pesce, egresado de la UBA, radical y luego radical K,
trabajó junto a Redrado, Marcó del Pont, Fábrega y Vanoli. Los que alguna vez
veranearon con él en alguna playa, dicen que lleva tatuada en el pecho la frase
“Dollarium ancoris, tranquillitas pretium”, que significa “dólar planchado,
precios tranquilos”.
De hecho, esta
semana fue el propio Pesce el que puso la palabra-mantra nuevamente en escena.
Aseguró que la baja de la inflación dependerá de la “desindexación de la
economía” y vaticinó que ello también estará condicionado a un descenso más
acelerado de las tasas de interés para la reactivación económica. El plan es
endosarle al Consejo Económico y Social, cámaras empresariales y CGT, el trabajo
sucio. Programas como el relanzado Precios Cuidados servirán también como ancla
para los precios de referencia.
Pesce piensa que no
es solamente con instrumentos monetarios como se baja la inflación. Que la alta
tasa de interés conspiró y mantener fija la base monetaria por mucho tiempo
tampoco ayudó. Eso hizo caer muy fuerte los préstamos al sector privado y se
vino la recesión. Ahora las cosas empiezan a tomar otro color. Bajó tasas de
Leliq de 63 a 55% y le bajó encajes a los bancos para que puedan recortar el
costo financiero en las líneas de crédito productivo y no hacerlo en las tasas
que ofrece a plazofijistas. A su vez, el cepo frenó la fuga y el superávit
comercial suma dólares que el BCRA puede capitalizar. Desde el 10 de
diciembre, los depósitos en dólares en los bancos treparon u$s750 millones a
u$s18.671 millones, pero están lejos de los u$s32.500 de antes de agosto. Las
reservas del Central crecieron u$s1400 millones.
Por supuesto,
dicen, todo atado a la renegociación de la deuda. Fuentes de Gobierno esperan
poder cerrar una propuesta formal para la renegociación. No ayuda Estados
Unidos e Irán, pero la historia dice que de todas formas es probable llegar a
un acuerdo. Por ahora, los bonistas hacen ommm.
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