Por Jorge Vasconcelos - Considerando el
último quinquenio, el año 2020 no será el más dinámico en términos del crecimiento
del PBI mundial, pero apunta a ser el de mayor equilibrio entre las variables
relevantes del contexto global para un país como la Argentina. Hay que recordar
que entre 2017 y 2018 las tasas de interés subieron en el mundo, y vaya si esto
afectó a nuestro país, mientras que en 2019 el comercio mundial se estancó,
como derivación directa de la pulseada entre Estados Unidos y China, que ahora
está entrando en una impasse.
Así, en 2020 el
comercio mundial se estará recuperando (un 2,7%, según la OMC) y no habría
amenazas visibles del lado de las condiciones financieras (tasas, relación
dólar/euro, etc.). El precio de la soja en un nivel intermedio entre el piso de
2019 y el techo de 2016 y un Brasil experimentando la mayor tasa de crecimiento
desde 2013 completan el combo de un escenario que no podría ser considerado
adverso, aunque obviamente subsisten diversos riesgos, desde la geopolítica en
Medio Oriente hasta los problemas sanitarios en China.
De confirmarse que
las oportunidades habrán de predominar, este será un verdadero test para la
política económica, que parece haber sido diseñada con un sesgo defensivo, de
abroquelamiento, al igual que para la negociación de la deuda, ya que
eventuales demoras y/o traspiés tendrán un doble costo, al afectar la capacidad
de las empresas locales de competir de igual a igual en el mercado mundial.
Lejos del
"viento de cola" que incrementó en un 50% el índice de términos de
intercambio entre 2005 y 2012, la Argentina podría encontrar de todos modos
oportunidades este año. Parecen quedar atrás las amenazas de guerra comercial,
el dólar dejó de apreciarse en el mundo y las tasas de interés, que subieron
entre 2016 y 2018, ahora se encuentran un par de andariveles por debajo.
Eso no quiere decir
que no existan preocupaciones, como es la continuidad del crecimiento en
Estados Unidos, que ya acumula un récord de guarismos positivos por casi 130
meses y se encuentra suficientemente maduro como para no ser alterado por
eventuales sorpresas durante la campaña electoral de este año, con rasgos
políticos cada vez más "latinoamericanos".
Por lo demás, luego
del acuerdo "Fase 1" entre Estados Unidos y China, se observa
distensión en cadenas productivas que habían comenzado a trabarse por las subas
de aranceles y las retaliaciones, por lo que el volumen de comercio mundial y
el intercambio global de manufacturas deberían comenzar una lenta recuperación.
El pacto entre las
potencias define un redireccionamiento de compras de China a favor de los
Estados Unidos por unos 200.000 millones de dólares en dos años, incluyendo una
gama amplia de productos agropecuarios. Ese punto del acuerdo puede
inicialmente desatar mayor competencia entre Brasil y la Argentina por capturar
terceros mercados, pero el efecto general del "Fase 1" debería compensar
estas tribulaciones de corto plazo.
Así, el PBI global,
que experimentó una brusca desaceleración desde el crecimiento de 3,7% en 2018
al 3% estimado para 2019, en 2020 podría adicionar entre 0,2 y 0,3 puntos
porcentuales al guarismo del año pasado.
Tres factores
Ese nuevo contexto
podría ser potenciado para un país como la Argentina por tres factores
específicos: a) precios de los granos (la soja, en particular) más parecidos a
los de 2018; b) una tasa de interés internacional que actualmente se ubica en
1,85% (Libor), cuando en 2018 fluctuaba en torno a 2,5%; c) la continuidad de
la recuperación de la economía brasileña.
A lo largo del
quinquenio 2015/19, Brasil resultó un lastre para las posibilidades de
crecimiento de la Argentina, por lo que un cambio en su trayectoria sería de
gran relevancia. Tras un magro 1,2% de crecimiento del PBI en 2019, para 2020
las proyecciones fluctúan entre 2,2 y 2,5%, que ya tendría impacto perceptible
sobre su dinámica de importaciones. El nuevo patrón macroeconómico de Brasil,
basado en mayor disciplina fiscal, conlleva mayor volatilidad en la paridad
dólar/real, dado que las tasas de interés locales perdieron atractivo para
operaciones de arbitraje. Actualmente, la Selic (tasa de referencia del Banco
Central) se ubica en un inédito 4,5% anual y podría bajar medio punto más si la
inflación se comporta. La mayor entrada de inversión directa debería
estabilizar la paridad cambiaria, ya no los "capitales golondrina".
Así, el contexto
internacional y regional se estaría alineando de un modo relativamente positivo
para la Argentina, aunque es cierto que para aprovecharlo las empresas
necesitan mayor flexibilidad desde el lado productivo y financiero. Será un
test para el nuevo esquema cambiario y de comercio exterior, que parece haber
sido diseñado con un enfoque más bien defensivo, empeorando el sesgo
antiexportaciones. Y también para la reestructuración de la deuda, ya que
eventuales demoras o traspiés complicarán la capacidad de las empresas locales
de salir a competir al mundo.
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