Por Juan Carlos
de Pablo - Según muchos periodistas y
analistas, el mundo económico está por volar por el aire por la pulseada
comercial entre los Estados Unidos y China, el retiro de Inglaterra de la Unión
Europea y los ataques de Irán a instalaciones militares en Irak; mientras que
según el Fondo Monetario Internacional (FMI) el PBI del mundo crecerá 3,3% en
2020 y 3,4% en 2021. ¿Sobre la base de qué pronósticos hay que tomar las
decisiones?
Los pronósticos
macroeconómicos no sirven para saber lo que va a pasar, porque quienes los confeccionan
no tienen cómo saber lo que va a pasar. Pero sirven para saber qué van a hacer
los dirigentes políticos, cuando los conozcan. ¿Qué presidente, primer ministro
o canciller va a convocar a una reunión internacional de emergencia cuando
"los que saben" afirman que tanto este año como el próximo, el PBI
del mundo crecerá más de 3% anual?
Una de las leyes de
los grandes números explica por qué el error de pronóstico de un agregado es
menor que el de cada uno de sus componentes. Ocurre que quienes pronostican a
veces pifian por exceso y otras por defecto, y esta es la razón por la cual el
heladero cometerá un menor error cuando calcule la cantidad de helados que va a
vender, que cuando tenga que encargar cuántos kilos de crema y cuántos de
frutilla.
Por esta razón, le
presto atención al pronóstico referido a la economía mundial y no al de los
países individuales. Particularmente... al de la Argentina.
Llama la atención
el interés local por saber qué creen los funcionarios del Fondo que va a pasar
con el PBI de nuestro país, cuando los que sabemos sobre la Argentina somos
nosotros, no ellos. Y no sabemos casi nada, pero no porque seamos brutos, sino
porque es imposible saber.
¿Cómo se puede
vivir sin saber? El extranjero que pregunta esto debería vivir algunas semanas
entre nosotros, observando al pizzero, al plomero y al pedicuro. Personas que,
al igual que sus connacionales, se levantan todos los días a ver cómo le
encuentra la vuelta. Sabiendo que lo único que no puede hacer es
"desensillar hasta que aclare". ¡Porque nunca aclara!
Aunque llenos de
dudas, los comercios y los estudios profesionales están abiertos, porque lo
peor que se puede hacer es desabastecer y regalarle la demanda a la
competencia.
La historia enseña
que la realidad nunca es ni tan buena como se dice en los momentos más calmos,
ni tan mala como se afirma en los momentos turbulentos; enseñanza que merece
ser tenida en cuenta cuando se adoptan las decisiones.
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