Por Francisco
Jueguen - Tras la caída en la actividad económica y
la suba del dólar, el año pasado cerró con un superávit comercial de US$15.990 millones.
Ese balance positivo entre exportaciones e importaciones se asienta principalmente en el derrumbe
anual de lo que los argentinos le compran al mundo (-25%). Lo que se vende
afuera, en cambio, solo logró avanzar 5,4%. Las exportaciones están aún 21,5%
por debajo del pico que lograron en 2011.
Pese al intento de
"motorizar las exportaciones" que expuso Alberto Fernández en su
discurso de asunción, el plan de estabilización que presentó el Gobierno -más
allá del contexto mundial- desincentiva el crecimiento de las ventas de
productos argentinos en el exterior, como también la liquidación de dólares en
el mercado oficial. En ese camino, varios economistas consultados por LA NACION afirman que, hasta que surja un plan de
mediano plazo, el foco de la nueva administración para cuidar el superávit
comercial parece estar puesto en limitar las importaciones.
Entre las medidas
que buscan frenar la inestabilidad generada en los últimos dos años, pero que
podrían afectar el comercio exterior, está el congelamiento del dólar comercial
en un contexto de elevada inflación mensual. Sin embargo, para muchos hay aún
un colchón.
El Gobierno decidió
además un aumento de las retenciones al campo, el sector más competitivo, y
dejó sin efecto el consenso fiscal, lo que habilitó subas del impuesto a los
ingresos brutos en las provincias, en un contexto de alta presión tributaria.
La ley de solidaridad social frenó varias reducciones de impuestos.
También surgieron
cambios regulatorios que generan incertidumbre entre los exportadores, como la
resolución que dejó sin efecto la ley de economía del conocimiento, un sector
clave en la generación de divisas, así como el turismo receptivo, que sigue
creciendo, pero que -con brecha cambiaria entre dólar oficial e informal-
incentiva a turistas a vender dólares en el mercado negro.
En ese contexto, la
aplicación de nuevas licencias no automáticas se suma al nuevo impuesto al
dólar para morigerar importaciones.
Sin poder lograr
las reformas estructurales de largo plazo para motorizar exportaciones, el
Gobierno prioriza impulsar un superávit basado en el control de las ventas al
exterior.
La visión oficial
En el Ministerio de
Desarrollo Productivo no coinciden. Según la mirada oficial, un plan ordenador
de la economía, de estabilidad cambiaria y de reducción de las tasas de interés
que permita producir y crecer es el primer paso para exportar. "Ningún
empresario vino a pedirnos por los impuestos. Nos piden que bajen las
tasas", comentaron cerca de Matías Kulfas, donde remarcaron además que
enviarán un proyecto para fomentar las exportaciones de hidrocarburos y
remarcaron que aún se hallan en esa fase de "estabilización".
"Las primeras
medidas muestran cierta responsabilidad fiscal y voluntad de pago, pero son
cortoplacistas", afirmó Gabriel Zelpo, economista de la consultora Seido.
"Están ganando tiempo y el mediano plazo eventualmente llega. Tienen que
moverse rápido. Con esto se castigaron fuertemente las exportaciones, porque
hay más impuestos, controles de capitales y de importaciones. Todo esto tiene
un efecto negativo e incrementará el sesgo antiexportador en una economía que
es de las más cerradas del mundo", afirmó el experto.
"Sigue
observándose que se privilegian el enfoque cortoplacista y la corrección de los
síntomas, más que de las causas", indicó Gabriel Caamaño, economista de
Estudio Ledesma. "Todo esto justifica los parches sobre las reformas
estructurales y medidas que buscan resultados rápidos por sobre esquemas
consistentes que prioricen la sustentabilidad de los procesos. Hay dos ideas
rectoras: estabilización y consolidación fiscal, con el esfuerzo clave por el
lado de los impuestos", comentó.
"El Gobierno
está enfocado en mejorar el consumo del sector de ingresos bajos, pero la
inversión en bienes transables y exportaciones brilla por su ausencia",
estimó Lorenzo Sigaut Gravina, director de Ecolatina. "La mayor presión
tributaria, a través de retenciones e Ingresos Brutos, tiene un sesgo
antiexportador. El Gobierno busca cristalizar o congelar el superávit comercial
por el lado de las importaciones porque sabe que las exportaciones son un tema
de largo plazo. Por eso aparecen las trabas y los impuestos", agregó el
economista. Para Sigaut Gravina, un dólar mayorista anclado en $60, con brecha
en torno al 30% y suba de retenciones, dice una sola cosa: desestímulo a las
exportaciones. Pero sí hay incentivo a importar.
"Reprimir la
demanda de divisas en el mercado tiende al atraso cambiario. Si subsisten las
presiones inflacionarias, ese atraso puede darse de forma más rápida",
dijo Jorge Vasconcelos, economista del Ieral. "Hay evidencia clara de los
problemas de competitividad", dice, y cierra: "En la recesión de
Brasil, el país no pudo desplazar exportaciones industriales a terceros
mercados. Y en nuestra recesión, la salida exportadora fue a cuentagotas. En
los números hay gran capacidad ociosa, pero lo que podrían producir esas fábricas
tiene poco éxito en el mercado exterior".
Guido Lorenzo,
director de LCG, coincide, pero matiza. "Hace ocho meses que las
exportaciones crecen en volumen. Es razonable tener el dólar quieto unos meses
para calmar la inflación. El riesgo de la inestabilidad es alto. El problema es
el enamoramiento de estas herramientas. Respecto de las retenciones, estuvieron
más altas. El agro es un sector poco elástico en su producción respecto de un
rango de retenciones razonable", concluyó.
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