Por Andrés Sanguinetti - Mientras el ministro
de Economía, Martín Guzmán, llegó de Nueva York con una mirada
"optimista" sobre el proceso de renegociación de la deuda argentina
con acreedores extranjeros, un grupo de bancos locales intenta sin tanto éxito
recuperar parte de los fondos que prestaron a importantes empresas locales que
atraviesan una fuerte crisis, al punto de que varias corren riesgo de default.
Se trata de reconocidas compañías que atraviesan casi todo
el tejido productivo nacional, incluso hasta algunas de las favorecidas por
políticas del gobierno anterior, como el agropecuario, en el cual se destacan
los casos de Vicentin y Molino Cañuelas. Pero también figuran otras vinculadas con
el consumo masivo y mayormente con la venta de artículos electrodomésticos como
Garbarino, Musimundo y Ribeiro. O compañías del sector papelero como es
Celulosa Argentina; del mundo del real estate como Ribera Desarrollos; o del
consumo masivo, como la cordobesa Dulcor.
Entre todas, acumulan un
pasivo global cercano a los $55.000 millones con casi los mismos bancos. De
hecho, todas tienen un denominador común, ya que argumentan sufrir de
"estrés financiero" al que relacionan con la disparada del dólar, las
negativas condiciones macroeconómicas, los cambios en las dinámicas de los
pagos, la reducción de los márgenes de rentabilidad y profundos problemas de
liquidez.
También se debieron enfrentar
a la baja de las líneas de crédito de los bancos que, desde agosto del año pasado
comenzaron a escasear a partir de la agudización de la corrida cambiaria y el
retiro de depósitos en dólares de los ahorristas.
Y a la cancelación de las
prefinanciaciones de exportaciones que decidieron las entidades bancarias para
poder hacer frente a la salida masiva de plazos fijos y cajas de ahorro en
moneda extranjera, por pedido del Banco Central.
Se creó así un escenario de "sábana chica"
por el cual ante la obligación de las empresas seguir operando y cumpliendo con
el pago de salarios y a proveedores, los bancos quedaron últimos en la fila de
la cobranza.
Entidades financieras que se
repiten en casi todos los casos de reestructuraciones donde están involucrados
el Nación, el Bapro, Santander, HSBC, Galicia y Ciudad, para citar los que
mayor deuda corporativa acumulan.
Se formaron entonces clubes
de bancos que día a día discuten reestructuraciones, quitas de deuda y que
hasta heredan porciones accionarias de compañías que no supieron mantenerse por
sus propios méritos y que ahora se transformaron en tenedoras de millonarios
créditos impagos.
Vicentín, el "leading case"
Como "leading case"
podría citarse a Vicentin, una de las principales exportadoras de granos del
país que se encuentra en default y acumula una deuda total de alrededor de
$91.000 millones. De ese total, los bancos poseen $25.000 millones de fondos
destinados a créditos que ahora se encuentran impagos.
Se trataría de una suma que representa el 20% de la
facturación de 2018 de la compañía, según un estudio de Claudio Lozano,
director del Banco Nación, entidad a la que Vicentin le debe nada menos que
$18.000 millones del total de su pasivo financiero.
Ese monto supera los límites fijados por el Banco Central
para grandes empresas, según el informe que presentó Lozano y que hace
referencia a los vínculos políticos de la firma con el gobierno de Mauricio
Macri. También se advierten lazos con el anterior gobierno de la provincia de
Buenos Aires y se asegura que con el Bapro acumula una deuda de $1.600 millones
más.
Como propuesta de repago de
su pasivo bancario, desde Vicentin todavía no han ofrecido nada ni al Banco
Nación ni al resto de los bancos acreedores, ya que primero intentan negociar
el pasivo contraído con productores agropecuarios, cooperativas y acopios a los
que les compró materia prima, por un total de $25.500 millones.
Y mientras desde algunos sectores del oficialismo se
promueve la idea de estatizar Vicentin, es cada vez más probable que la firma
termine cediendo parte de sus negocios y activos a la multinacional Glencore
para sumar fondos frescos y, de esta manera, honrar su endeudamiento financiero.
Se trata de un viejo conocido
para Vicentin ya que ambas son socias en Renova, un joint venture dedicado a la
producción de biodiesel, y además el grupo europeo ya se quedó con un
porcentaje de esa firma a cambio de un monto que no parece haber sido
suficiente para que la agropecuaria local salte el estrés financiero que sus
ejecutivos dicen sufrir.
Pero más allá de esta
posibilidad, lo cierto es que el futuro de Vicentin sigue siendo sombrío,
aunque sus ejecutivos intenten evitar la apertura de su concurso preventivo y
busquen achicar su dimensión corporativa para pagar deuda porque el fantasma de
la estatización se mantiene, más aún cuando el propio presidente Alberto
Fernández no descartó esa posibilidad.
Tratando de evitar el default
Un segundo caso con similitudes al de Vicentin en lo
que se refiere al peso de la deuda bancaria es el de Molino Cañuelas. Pero, a
diferencia de la agroexportadora santafesina, las autoridades de esta compañía
buscan cerrar un plan de reestructuración acordado con sus acreedores
financieros.
Se trata de una empresa controlada
por la familia Navilli acumula un pasivo cercano a los $94.000 millones y que,
entre sus acreedores, tiene a un grupo de 45 bancos locales e internacionales y
otras entidades financieras de menor envergadura.
Es el mayor procesador de la
industria molinera local con el 25% del total; tiene 11 plantas en Argentina,
Uruguay y Brasil; exporta a más de 60 países y emplea a 3.000 trabajadores.
Entre sus principales marcas se encuentran Cañuelas, Multiharina, Letizia y
Terminada. También los bizcochos, galletitas o pastas, con marcas como 9 de
Oro, Paseo o Mamá Cocina.
Al igual que Vicentin, el
estrés financiero desatado por las sucesivas devaluaciones y el contexto de
recesión la llevaron al borde del default, luego que en el 2018 incumplió con
el pago de su deuda que, en ese momento había trepado a un monto que rondaba
siete veces su ganancia (Ebitda).
En esos momentos, el Banco
Macro solicitó la quiebra de la empresa de
los Navelli por una deuda acumulada de u$s10 millones. En tanto que los otros
acreedores se mantuvieron expectantes con un pasivo distribuido entre los
bancos Nación, con u$s55 millones; Galicia, con u$s38,5 millones; HSBC, con u$s
45 millones; Santander Río, con u$s36 millones; Banco Provincia de Buenos
Aires, con u$s34 millones y BBVA Banco Francés, con u$s24,5 millones. La lista
se completa con el Rabobank, la Corporación Financiera Internacional (CFI) e
ING, con sede en Ámsterdam (Países Bajos).
A partir de esa situación,
sus ejecutivos comenzaron un proceso de negociaciones con los acreedores
buscando evitar el default y tratando de mantenerse operativos en el mercado.
Casi un año y medio después, está a punto de sellar
un acuerdo de reestructuración que incluiría la cesión del 80% del capital de
la empresa de
los Navilli a los bancos acreedores que también asumirían el control operativo.
Las entidades negocian
también quedarse con un mandato de venta de Molino Cañuelas que comenzarán a
aplicar una vez que se estabilicen los ratios financieros y operativos.
Para sellar el convenio, los dueños de la empresa contrataron
a la consultora Lazard, para lograr que bancos acreedores extiendan el pago de
la deuda a 10 años a una tasa del 6% anual, entre otros puntos.
Cadenas de retail, complicadas
Se trata de una fórmula parecida a la que se está
aplicando en el proceso de reestructuración de Garbarino, donde los bancos
acreedores también renegociaron un pasivo financiero de $5.000 millones, con
una fuerte quita a cambio de quedarse con la mayoría accionaria y negociar la
venta de la cadena al grupo Inverlat.
El acuerdo con las entidades
bancarias implicaría una reducción de entre el 65% y el 75% de los $5.000
millones que acumula como deuda con varias entidades como el Santander y el
Galicia que, a su vez poseen el mandato de venta de la empresa.
Ahora intentan acordar una
rebaja similar con los bancos provinciales Bapro y Córdoba para terminar de
resolver el 85% de la deuda bancaria y con un grupo de entidades más chicas que
tienen el 15% restante.
Fuentes cercanas al deal
admitieron a iProfesional el acuerdo "de
palabra" con los bancos y explicaron que a partir de ahora se iniciará el
proceso de due diligence y las negociaciones con los proveedores para
normalizar un pasivo que, en ese caso, ronda los $7.000 millones.
En el mismo sector de venta de electrodomésticos
compite la cadena Ribeiro, que enfrenta el mismo panorama que el resto de las
empresas. Es decir, un escenario de crisis financiera, caída de las ventas,
crédito prohibido y proveedores que dejaron de entregar mercadería. Sus dueños
contrataron a la consultora PwC para encarar el proceso de reestructuración de
la cadena conocida por sus "minicuotas".
En primera instancia, la
propuesta es un standstill
agreement con bancos tenedores de más del 50% de la deuda
cercana a los $4.000 millones que se reparten el Patagonia y un sindicado
integrado por BBVA, HSBC, Bancor y Santander. Es más que probable que, en este
caso, las entidades financieras asuman control accionario y se queden con un
mandato de venta.
El tercer caso en el mismo
segmento de negocios es el de Carsa, una de las sociedades dueña de la cadena
Musimundo, donde sus 23 bancos acreedores se vieron casi obligados a aceptar un
plan de pagos, al igual que sus proveedores y tenedores de varias series de
Obligaciones Negociables (ON).
La fórmula le permitió a la empresa evitar
la apertura de su concurso preventivo de acreedores, con una deuda total por
$4.600 millones que se renegoció sin quita con un plan a 18 meses en el caso de
los bancos y a una tasa en torno al 20%.
De ese monto, $1.300 millones
pertenecen a los bancos, mientras que otros $500 millones son de tenedores de
ON y $1.700 millones a los proveedores. A esa cantidad se añaden otros $ 1.800
millones en fideicomisos financieros.
Entre los principales
acreedores figuran el Nación, Provincia, Ciudad, HSBC, BST y el Nuevo Banco de
Santa Fe. En cuanto a los proveedores, el grueso de la deuda corresponde a
Newsan.
Fundada en 1977, Carsa está
radicada en el Chaco y opera bajo licencia con la marca Musimundo, de la cual
posee el 50% del capital, mientras que el resto le pertenece a Electrónica
Megatone.
Tiene 98 sucursales; emplea a
1.500 personas y su grave situación financiera se debe a la retracción de la
demanda, altas tasas de interés y aumentos de costos, además de la dificultad
para acceder a financiamiento.
De hecho, Carsa había
solicitado el concurso el 1 de junio del año pasado pero finalmente cerró un
acuerdo extrajudicial para poder refinanciar su pasivo sin tener que recurrir a
la Justicia.
En cuanto a los problemas de Celulosa, se dispararon
por la imposibilidad de pagar la emisión de una serie de ON, pero tras un canje
que llevó a cabo a fines de diciembre, logró evitar el default.
Celulosa Argentina es
controlada por el grupo Tapebicuá, una firma fundada por Douglas Albrecht,
Collado y José Urtubey, vicepresidente de la UIA. El uruguayo Carlos Rodríguez
es el CEO de la compañía.
Por su parte, en el sector de consumo masivo se
destacan los problemas para refinanciar su pasivo que enfrenta la fabricante de
alfajores Balcarce. La empresa marplatense
no logra resolver el ahogo financiero que atraviesa, con un pasivo bancario de
$12 millones, la mayor parte de los cuales está en riesgo de insolvencia según
datos del Banco Central.
Según un informe de la
entidad oficial, el 18% de esa deuda está en manos del Banco Galicia y se
encuentra en situación 4 (con alto riesgo de insolvencia). Además, otro 4%,
adeudado al BBVA, está en situación 3 (riesgo medio) y un 20%, con el HSCBC y
el Santander Río, está en situación 2.
Este escenario llevó a sus
dueños a pedir la apertura de un Procedimiento Preventivo de Crisis (PPC) con
el que buscaba salir a flote ante la caída de las ventas y el incremento de los
costos. Sin embargo, los problemas se mantienen y se suman a la posibilidad de
que sus empleados paren la producción y concreten movilizaciones en plena
ciudad balnearia en reclamo del pago de salarios adeudados.
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