Por Carlos
Burgueño - Lentamente, tanto en la Nación como en la provincia de
Buenos Aires, se comienza a hablar de los acreedores “friendly” y de los
“complicados”. Los primeros son aquellos que según los contactos que se
mantienen casi diariamente (además de en el mayor secreto) están más cerca de
arrimar posiciones y eventualmente cerrar un acuerdo de pago con quita de
intereses pero no de capital, y con un período de gracia.
Entre otros, se
anotan en este listado fondos como el Templeton, que en los últimos cuatro
años, y con pérdidas millonarias, aceptaron participar en varias de las
colocaciones de deuda (en
divisas y en pesos) durante la gestión de Luis Caputo como ministro de Finanzas
del Gobierno anterior. Se suman además al listado “friendly” varios de los
bancos internacionales más importantes, muchos de los cuales también operaron
durante el Gobierno anterior (especialmente en los primeros dos años cuando
Alfonso Prat Gay era el ministro de Hacienda y Finanzas).
La mayoría son
viejos conocidos de Alberto Fernández. En marzo del año pasado, cuando el ahora
Presidente era un embajador de buena fe de Cristina de Kirchner en sus
contactos con los acreedores tuvo reuniones para asegurarles que la deuda sería
reconocida y que, eventualmente, habría una renegociación de buena fe. Las
reuniones se realizaron en las oficinas porteñas de uno de los brokers más
importantes del país e incluyeron a Templeton, la casa de inversiones estrella
que había llegado al país en el peor momento de la crisis durante 2018, apostó
al Bote y que calcula pérdidas que superan los u$s1.000 millones. Templeton y
los otros interlocutores fueron los que pidieron aquel encuentro, suplicando
para que el meeting se mantenga en secreto y en la más absoluta discreción; y
comprometiéndose además a no divulgar lo que se dijera en esa oficina del
microcentro porteño. Luego de aquellos días, y luego de haber sido el fondo
estrella de los tiempos de Luis Caputo, Templeton se convirtió en estos tiempos
en uno de los interlocutores más fluidos con el “albertismo”
En el otro bando se
encuentran varios fondos de inversión con peso específico propio, y con
diferente historial pasado en el país. Entre otros se menciona a Greylock,
Fidelity, BlackRock y Rowe Price, más algunas casas de inversión europeas.
Todos tienen fuertes posiciones en bonos locales, al punto de poder complicar
los planes de alcanzar mayorías sustentables para lograr el 75% de acuerdos,
luego de haber acelerado compras de bonos argentinos desde septiembre del año
pasado. Esto es, en tiempos en los que el exministro de Economía Hernán Lacunza
había lanzado el primer “reperfilamiento” de deuda, abriendo el proceso de
alteración del normal cumplimiento de los pagos de los
vencimientos de los pasivos tanto de la Nación como de la provincia de Buenos
Aires.
Se destacaron en
este proceso el Greylock, que aceleró compras de bonos nacionales aprovechando
la primera caída pos-Paso del 12 y 13 de agosto de 2019, para avanzar en más
posiciones luego del 11 de octubre. En aquellos días, el titular del
fondo, Hans Humes, blanqueó su estrategia. En septiembre pasado, en una
entrevista para Bloomberg TV, afirmó que valía la pena “comprar los bonos
soberanos de Argentina, ya que la Nación tiene problemas de liquidez, pero no
de solvencia” y que “si no se está asumiendo una reestructuración de base
amplia como en 2005, vale la pena mirar esos activos”. Greuylock es un viejo
conocido de la Argentina. Había participado del proceso de bonos argentinos en
default por u$s95 millones con un valor nominal de u$s68 millones y era además
el segundo acreedor de Impsa, el grupo industrial de la familia Pescarmona.
Greylock tuvo
cuatro etapas en su relación de acreedor con el país. La primera fue luego del
canje de 2010, cuando fue uno de los pocos impulsores del segundo lanzamiento
de reapertura del canje de los títulos en default, durante el Gobierno de
Cristina de Kirchner. Luego del fallo en contra del país de Thomas Griessa se
sumó al “juicio del siglo”, y le reclamó a la Argentina la totalidad de sus
tenencias. Después se sumó a la oferta de abril de 2016 de Alfonso Prat Gay. Finalmente
reapareció en el segundo semestre del año pasado comprando deuda local en
situación complicada. El caso de Fidelity es similar, pero concentrado en
deudas provinciales, especialmente la bonaerense, donde ostenta casi el 17% de
las acreencias y está complicando el proceso de canje de Kicillof.
En el medio
comienza a aparecer una amenaza. Los últimos precios de algunos títulos,
especialmente los de la provincia de Buenos Aires, tienen valores
amenazantemente cercanos al interés de los fondos buitre. Inevitablemente estos
aparecen cuando las cotizaciones se acercan al 40%, nivel porcentual donde el
negocio ya es tractivo, y la apuesta a que el Gobierno de Axel Kicillof
primero, y eventualmente también la Nación, no llegarían al 75% de aceptación y
caerían en un inevitable default. Y a partir de allí, se abriría la
peligrosísima puerta de los juicios contra el país en los tribunales
internacionales.
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