Argentina tendría cerrados los lineamientos centrales del
acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El convenio
incluiría un compromiso fiscal fuerte de Argentina y – por otra parte– la aceptación de un ambicioso
plan de pago por parte de Washington. Al máximo nivel de la
Casa Rosada se dice: “Las cosas están muy encaminadas”. El borrador del
programa establece un ahorro en el gasto público por la quita de la deuda a los
bonistas. También, metas monetarias estrictas.
La propuesta consensuada con el FMI para reprogramar la deuda con los Fondos de
Inversión consiste en lo siguiente:
Postergar
los vencimientos por un plazo máximo de tres a cuatro años.
Argentina no pagaría intereses por ese período de gracia.
Habría una
quita pequeña de la deuda del orden del 15 %.
Argentina ofrecería un pago inicial al contado.
Clarín confirmó
que esos lineamientos centrales se discutieron en la fría noche del último
martes en Roma. Fue durante la
cena reservada que compartieron Kristalina Georgieva y Martín Guzmán, en la embajada argentina. Duró
tres horas.
Ambos hablaron de un plan de
acción y Georgieva insistió en una cuestión: ponderó el apoyo político de
Europa, pero afirmó que será
necesaria una bendición de Estados Unidos.
Alberto
Fernández obtuvo avales de los líderes europeos.
También fueron buenas las reuniones con empresarios. Hubo un informe positivo
del encuentro con los CEO de Alemania, después de que el Presidente confirmara
que llevará adelante la obra de Chiuhido. La propia Angela Merkel se lo pidió después.
También a Mauricio
Macri los líderes extranjeros lo aplaudieron. Eso no es
garantía. Pero en este caso se trató de una gira diplomática para preparar un
desembarco – con cierto consenso – en la Casa Blanca del irascible Donald Trump.
Por eso, Guzmán pactó una
cuestión con la jefa del FMI: Argentina
irá a pedir ayuda a Trump, en coordinación con las necesidades de Georgieva.
En otras palabras : la misión
a Washington se armará
cuando Georgieva lo sugiera para facilitar cerrar el convenio con Argentina.
El plan que se negoció con el FMI, incluye una cuestión clave: estirar los
plazos de pago de la astronómica deuda. Tendría correlación con la propuesta
que se afina para los acreedores de bonos. Ambos hablaron de un cronograma de
cancelaciones con el FMI, que incluye lo siguiente: -
Un acuerdo a 10 años para cancelar la deuda con FMI.
Habría tres años de gracia.
El FMI no otorgaría dinero, ni más prestamos.
Habría menciones a reformas estructurales.
Georgieva sabe que ya hubo un
ajustazo con la reforma previsional. Guzmán utilizó buena parte de la cena para
argumentar ese pedido. Habló
sobre la imposibilidad de pagar los vencimientos e
insistió en la necesidad de tener mayores plazos para reanimar la economía.
Afirmó: “El acuerdo debe
hacer sustentable el crecimiento y el pago de la deuda”. Georgieva pidió
números concretos, un programa económico y una garantía. ¿Cómo hará la Casa Rosada
para abonar la deuda a partir de que termine el trieño de gracia?
La titular del Fondo
considera que fue una “irresponsabilidad” la forma como Argentina manejó su
economía en los últimos ocho años. Los
cuatro de Cristina y la gestión de Macri. Guzmán contraatacó:
habló de la complicidad de
los técnicos del FMI con la debacle macrista. En el FMI existe una fuerte
interna por el “caso argentino”.
Los directores europeos cuestionan y piden la cabeza de los
funcionarios que pactaron con el macrismo. También critican la “mano blanda” de
Steven Mnuchin, el jefe del Tesoro de EEUU. El Tesoro deslinda
responsabilidades : dicen que David Lipton, el número 2 del FMI, se excedió en la orden que
recibió de ayudar a Mauricio Macri.
La furiosa interna ya le
costó la cabeza a Roberto Cardarelli. Hay una ofensiva contra Alejandro Werner.
El mexicano salvó – por ahora- su cabeza por una gestión directa del presidente
de Mexico. También salió a sostenerlo Agustin Cartens, el mexicano y actual
director del Banco de Ajuste de Basilea.
Esta feroz interna en el FMI
hace que muchos en Washington quieran
sacarse el caso argentino de encima. En otras palabras: ordenar
la situación y encuadrar a la Argentina en un nuevo acuerdo. La cuestión la trató Alberto Fernández en una
reunión secreta que tuvo con Roberto Lavagna. Hubo una cena
entre ambos, antes de la gira europea del Presidente. Lavagna tuvo una actitud
cauta. Cree adecuados los movimientos de Guzmán, pero considera que los
funcionarios sobreactúan el exitismo.
El
ex ministro – hoy consultor de Alberto – explicó que cree que la negociación
será dura y que habrá zancadillas de Wall Street. Tambien
recomendó no confíar en el FMI. El Presidente contragolpeó:“Roberto quiero que
te sumes al gobierno”.
Ambos hablaron de liderar el Consejo Económico y
Social. Lavagna – esta vez - no
rechazó el ofrecimiento, como ocurrió en diciembre y habló de la
necesidad de que se den ciertas condiciones para aceptar: entre ellas, el
presupuesto del Consejo .
Las advertencias de Lavagna
se confirmaron en la última semana. Se conoció que existen fondos importantes –
no buitres – que no
quieren negociar nada con Argentina y solo pretenden cobrar.
Entre ellos, Templeton y el propio Fidelity
El “blooper” que sufrió Axel Kicillof fue otra demostración
de que en Manhattan están “esperando” a la Argentina. Y que sería superficial
pensar en negociaciones light. También la cuestión se vio en el “fracaso” que
tuvo el Palacio de Hacienda, en su intento de colocar un bono dual. Solo tuvo
una aceptación del 10%. Kicillof
y Guzman tuvieron cortocircuitos. El ministro
–antes de viajar a Alemania – habló con Kicillof y le puntualizó que su estrategia confrontativa
complicaba el plan nacional de deuda. Fue el último fin de
semana. La Casa Rosada y La Plata lo desmienten tenazmente, pero hubo un
intercambio fuerte y duro entre ambos. Después de esa confrontación, Kicillof
modificó su estrategia. Primero anunció un pago del 30% de la deuda y después
estiro plazos hasta el limite.
Para
alivio de Economía, su estrategia no funcionó y al final Kicillof pagó todo.
Hubiera sido un error fatal entrar en default por una deuda de solo 250
millones de dólares.
Guzmán ya le hizo dos
desaires en público a Kicillof. Primero fue en Manhattan, cuando dijo que la
propuesta del gobernador sólo tuvo una aceptación del 26%. Ocurrió una segunda
vez: criticó con
dureza el acuerdo con el Club de París que cerró Kicillof. Ese
convenio firmado en el 2014 aun es -ilegalmente- confidencial. Su contenido no
lo dio a conocer Cristina y tampoco los ministros de Macri. Muchos sospechan que incluyó
deudas indebidas y cláusulas inaceptables para la Argentina.
Existe también un problema adicional y difícil en la
negociación de la deuda. Se
trata del enfrentamiento entre los bonistas y el FMI. Georgieva
pretende que los Fondos de Inversión sean los
que aporten una quita importante y contribuyan al saneamiento financiero argentino.
Aun mayor al 15%. El FMI quiere que los bonistas paguen el “riesgo moral “ de
haber lucrado con la bicicleta de Macri. Esa interna podría complicar las cosas
. Pero hay una decisión política tomada por Alberto: Argentina va a jugar con el FMI y
le va a dar prioridad al acuerdo con Washington.
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