Por Pablo Wende - El Gobierno está jugando con
los mercados un partido de truco. Ninguno quiere mostrar las cartas antes de
tiempo. Y como sucede en este juego, mentir es una opción más a la hora de
sacar ventaja. Por eso, tanto
entre los inversores locales como en Wall Street se reiteró una y otra vez la
misma pregunta, luego de la disertación del ministro de Economía, Martín
Guzmán, en el Congreso: ¿está hablando con sinceridad, dice toda la verdad, o
miente deliberadamente?
Lo que es innegable es que el ministro logró asustar a la
mayoría con su discurso y sus proyecciones. No habrá recorte del gasto público,
seguirá la suba de impuestos y recién en 2023 se alcanzaría el equilibrio
primario, pese a que el gobierno de Mauricio Macri dejó un rojo de sólo 0,5%
tras un fuerte ajuste en 2018 y sobre todo en 2019. “Queremos pagar la deuda, pero no estamos en
condiciones de hacerlo”, aseguró ante los legisladores.
En el escenario
planteado por el ministro, sería imposible afrontar pagos de capital o de
intereses de la deuda hasta dentro de cuatro años. Sería el famoso
“período de gracia” que estaría pidiendo el Gobierno a los mercados. Si habrá o
no además quita de capital se terminará de definir en las próximas horas, pero
las probabilidades son altas.
Los bancos de inversión que acercaron propuestas a Economía
plantean la necesidad de cobrar un “endulzante”, por ejemplo un pago en
efectivo. Esto haría más digerible la propuesta. Pero está lejos de los planes
del ministro. Pagar cash implicaría
una fuerte pérdida de reservas que resultaría imposible de remontar en este
contexto.
La cuestión a dilucidar es si realmente Guzmán está
revelando sus proyecciones con lujo de detalles o en realidad está mintiendo.
¿Cuál sería el objetivo si fuese la segunda opción? Provocar en forma deliberada lo que sucedió
el jueves, es decir una fuerte caída del precio de los bonos y la consiguiente
suba del riesgo país.
Con una propuesta más agresiva de lo esperado, el precio de
los bonos que actualmente cotizan, pero que ingresarán en el canje en el
futuro, debería ser menor. Los títulos que antes operaban en zona de USD 45,
ahora se acercaron a los USD 40. Y si se confirma que la oferta será finalmente
tan dura, es muy probable que caigan todavía más.
Semejante debilidad
de los títulos argentinos, razonan algunos, le permitiría a Guzmán avanzar con
una renegociación de la deuda más favorable para la Argentina. Con
títulos abajo de USD 40, se volvería más fácil para el Gobierno avanzar con una
quita mayor y aún así conseguir una buena tasa de aceptación entre los
bonistas.
Muchos creen -efectivamente- que el discurso agresivo del
ministro apuntó casi exclusivamente a pegarle al precio de los bonos antes de
lanzar la oferta. Sería una suerte de “mentira piadosa”, que busca empeorar
loas expectativas de los inversores antes de la negociación. Si los mercados tienen pocas esperanzas, una
propuesta amarreta pero superior a la esperada tendría mejor receptividad.
Por lo pronto, el
Fondo es el gran aliado con el que cuenta Guzmán para llevar adelante una
propuesta con fuertes descuentos para los bonistas. El tema principal
entre los técnicos de Economía y del organismo pasan justamente por determinar
cuál es el verdadero nivel sostenible para la deuda argentina. Es decir cuánto
está la Argentina realmente en condiciones de dedicar por año para el pago de
capital e intereses. La respuesta es: poco o nada en los próximos años.
El FMI está dispuesto también a poner lo suyo, que
básicamente consistiría en darle varios años a la Argentina para empezar a
devolver los U$S 44.000 millones que debe, aunque sin quitas de capital. Habrá que ver qué pide a cambio: reformas
estructurales, equilibrio fiscal y están siempre presenten en los acuerdos.
¿Admitirá el Fondo ahora que en los próximos años el Banco Central financie al
Tesoro con emisión monetaria? No parece fácil que sus técnicos se dejen
convencer casi de la noche a la mañana de lo que han sido sus postulados en más
de setenta años de historia.
Un informe elaborado por TPCG, una de las sociedades de
Bolsa que tiene mayor contacto con inversores extranjeros, lanzó una fuerte
advertencia tras el discurso de Martín Guzmán. Según escribió su economista
jefe, Juan Manuel Pazos, la
perspectiva de una peor propuesta que la esperada para los acreedores aumentó
de 30% a 40% las chances de un default total de la deuda.
Aunque Alberto
Fernández había señalado que la estrategia no es entrar en cesación de pagos,
nadie está en condiciones de asegurar que ello no ocurra. Los bonos
emitidos bajo ley internacional tiene cláusulas que requieren entre 66% y 75%
de aceptación de los inversores para que el resto entre en la renegociación,
aún cuando no esté de acuerdo. Pero la experiencia de la provincia de Buenos
Aires demostró que no es tan fácil llegar a ese nivel. Su gobernador, Axel
Kicillof, lo aprendió por las malas.
Además, todo
indica que los tiempos serán mucho más largos que los planteados por Guzmán. El
31 de marzo parece una fecha demasiado optimista para llegar a un acuerdo
amplio con los acreedores. Si no hay entendimiento para ese
momento, el Gobierno seguramente seguirá reperfilando deuda emitida bajo ley
local para no perder más reservas. Y así podría estirar dos o tres meses. Todo
será válido para evitar un default masivo, que le provocaría otro durísimo
golpe a una economía que todavía no muestra señales de haber llegado a un piso
luego de una larga recesión.
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