Por Carlos Burgueño - Mientras los ruidos
sobre la negociación de la deuda comienzan a tener sonido de tormenta, la misión del
Fondo Monetario Internacional (FMI) continúa circulando por los despachos oficiales; y ya
parece marcar la tendencia de lo que quieren fiscalizar. Básicamente, los técnicos
comandados por Julie Kozak (directora adjunta para el Hemisferio Occidental y
número dos de Alejandro Werner) y Luis Cubeddu (el encargado de la misión
argentina); quieren saber si los
datos de la economía argentina que pregonan desde el ministerio de Economía son
sólidos. Tanto los pasados, los presentes y, fundamentalmente, los futuros.
Así lo
dejaron en claro en los cuatro encuentros más importantes que los enviados de
Washington mantuvieron la semana pasada con el titular del Palacio de Hacienda
Martín Guzmán, el ministro de Producción Matías Kulfas, el de Desarrollo,
Daniel Arroyo y el titular del INDEC, Marco Lavagna. Los cuatro interlocutores
locales coinciden, prácticamente, en los mismos tonos de la visita que comanda
Kozak, y que cuenta con un staff prácticamente renovado en relación a los
visitantes que acompañaban al italiano Roberto Cardarelli. En la actual misión,
nadie opina. Pocos sonríen. Se anticipa lo que se va a preguntar en los
encuentros y se va en búsqueda de datos concretos y específicos. Las reuniones
son cortas, y sólo se extienden cuando hay problemas entre los traductores
oficiales de uno y otro lado; ya que los técnicos del FMI quieren ser
extremadamente exactos en cuanto a la información que reciben. Kozak, Cubeddu y compañía lo
dejaron en claro en todas las reuniones, asegurando que gran parte del éxito de
la misión se basa en que la información recibida sea la correcta.
Especial
interés generaron los datos recibidos en tres variables: la medición de la
inflación, la recaudación impositiva y, en consecuencia, la manera en que
Martín Guzmán medirá la evolución de las cuentas fiscales. La concentración de
los técnicos en estos tres capítulos de muestra la lógica de la visita, y lo
que en realidad están buscando los jefes de Kozak y Cubeddu: conocer cuáles son
las verdaderas posibilidades fiscales con que contará el gobierno de Alberto
Fernández desde este año y hasta 2023; para poder hacer frente con los propios
recursos locales a la crisis económica. Y, luego de esto, saber cuál es el nivel exacto de
tiempo que Argentina deberá esperar para tener una situación interna lo
suficientemente estabilizada y en crecimiento para poder comenzar a pagar la
deuda tanto con el propio organismo como con los acreedores.
Para esto los enviados
necesitan conocer la evolución real proyectada de la recaudación impositiva, y la evolución del paquete
impositivo impulsado por Alberto
Fernández en
diciembre pasado. También la manera en que tributos clave como el Impuesto al
Valor Agregado (IVA), Ganancias y las retenciones a las exportaciones, vienen
funcionando luego de los reacomodamientos posteriores al cambio de gobierno.
Lo segundo que
preocupa al FMI es la manera en que se mide el IPC. No porque haya sospechas en
cuanto al cálculo de 2,3% publicado sobre enero pasado; sino ante la voluntad
del gobierno de mantener el INDEC fuera de las intervenciones políticas de la
anterior gestión kirchnerista. Aparentemente, hubo conformidad de los enviados
de Washington en que el organismo se mantendrá dentro de la seriedad. En el
fondo, y tal como adelantó este diario el viernes pasado, preocupa el FMI la brecha
entre recaudación y la evolución del IPC, factor que consideran clave para que
pueda pensarse en estabilidad fiscal en el país. Finalmente, Kozak y Cubeddu
quieren saber si las proyecciones de Guzmán, sobre la imposibilidad de hablar
de un superávit fiscal sólido recién para 2023; se trataron de un cálculo macro
bien ejecutado, o simplemente una declaración política en medio de una durísima
renegociación de la deuda externa con los acreedores, con un país al borde del
default.
Mientras la misión del FMI continuará
por tres días más (terminará el miércoles), el Gobierno continúa
terminando de diseñar la oferta que se le presentará formalmente al organismo
en marzo, para organizar la devolución de los u$s44.000 millones prestados
durante el Gobierno de Mauricio Macri. Tal como adelantó este diario, se trata de un superávit
fiscal consolidado para 2023, superávit comercial sostenido de entre u$s18.000
y u$s25.000 millones en el mismo período, y, como carta ganadora, una promesa
de caballeros: el Gobierno se comprometerá a desarrollar el proyecto petrolero
de Vaca Muerta, para que desde 2024 comience a aportar no menos de u$s5.000
millones extras, que serán la garantía final para que el Fondo se convenza de
que la propuesta de pago para devolver los u$s44.000 millones, con una luz de
tiempo de tres a cuatro años, es creíble. A cambio, se exige que se libere al
país del corset de un acuerdo tipo facilidades extendidas, y acepte un simple
plan de pagos con recupero del dinero garantizado. A cambio, no se le deberán
exigir al país reformas estructurales, incluyendo ideas de modificaciones a las
legislaciones laborales, previsionales, fiscales o en la relación de fondos con
las provincias; las que, aunque haya voluntad de concretarlas por parte del
oficialismo (que no la hay), serían imposibles de aprobar en la situación
política actual.
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