Por Román Lejtman - Alberto
Fernández terminó de leer el comunicado del Fondo Monetario Internacional (FMI)
y exclamó: “Dimos un paso
extraordinario, gigantesco”. Todavía no era la hora del té, y la
burocracia del Fondo aún no había distribuido su posición institucional
asegurando que la deuda argentina “no es sostenible” y exigiendo una quita
“apreciable” a los bonistas que operan en New York.
El Presidente
felicitó a su ministro de Economía, Martín Guzmán, y después hizo une
exégesis del comunicado del FMI y su impacto en la política doméstica, su
imagen internacional y la pulseada que protagonizará con los fondos de
inversión asentados en Manhattan y Londres.
“El personal del FMI tuvo reuniones muy productivas con las autoridades
argentinas sobre sus planes y políticas macroeconómicas (...)
Compartimos el objetivo general de las autoridades de restablecer el
crecimiento y reducir la pobreza, y al mismo tiempo fortalecer los equilibrios
fiscal y externo", dice el comunicado del FMI en su primer párrafo.
Alberto Fernández rescata
esta afirmación porque le permite demostrar que tiene un plan económico, y que
ese programa fue respaldado por la misión del FMI. Se
trata de un hecho inédito: el Fondo está apoyando un paquete de medidas que
incluye control de cambios, congelamiento de tarifas y la inexistencia de un
presupuesto nacional para este año.
“El
personal del FMI ahora evalúa que la deuda de Argentina no es sostenible”,
sostiene el Fondo en su comunicado oficial. Esta frase, presentada
en términos políticos, fue la viga maestra de la explicación sobre la deuda
externa que Alberto Fernández ofreció durante sus reuniones con Giuseppe Conte,
Pedro Sánchez, Emmanuel Macron y Ángela Merkel. Y puesta así en el comunicado
del Fondo consolida credibilidad institucional al Presidente frente a sus
colegas de Italia, España, Francia y Alemania.
Alberto Fernández tenía tres problemas clave al comienzo de su última
gira internacional: nadie lo conocía, Cristina Fernández de
Kirchner aparecía como la figura predominante, y Mauricio Macri aún exhibía
altos niveles de credibilidad entre los líderes europeos. Este mix de
prejuicios e ignorancia conspiraba contra las promesas presidenciales.
“Voy a honrar la deuda, pero hoy es insostenible. Pido al Fondo
que me apoye, que me de plazos, así crecemos y cuando ya podamos hacerlo sin
sacrificios sociales, vamos a pagar como corresponde”, repitió Alberto
Fernández a sus anfitriones en Roma, Madrid, Berlín y París.
Conte, Sánchez, Merkel y
Macron escucharon con atención al presidente y abrieron una instancia de
confianza y de credibilidad a la espera de los resultados de la misión del FMI.
En este contexto, cuando el comunicado reconoce que la deuda no es sostenible, Alberto
Fernández obtiene un éxito político combinado: el respaldo fehaciente a su
credibilidad presidencial y la posibilidad de negociar con mayor fortaleza ante
los bonistas internacionales.
“En consecuencia, se requiere
de una operación de deuda definitiva, que genere una contribución apreciable de los acreedores privados,
para ayudar a restaurar la sostenibilidad de la deuda con una alta
probabilidad. El personal del FMI hizo hincapié en la importancia de continuar
un proceso colaborativo con los acreedores privados para maximizar su
participación en la eventual operación de deuda”, establece el comunicado del
Fondo.
Este
párrafo del comunicado es la base argumental que usará Alberto Fernández para
avanzar sobre los bonistas que operan en New York. El presidente
considera que el FMI encorcetó a los fondos del Inversión y que estableció que
la sostenibilidad de la deuda sólo se alcanzará con una quita importante del
capital y de los intereses que devengan los títulos soberanos con legislación
extranjera.
Entonces,
la hoja de ruta para la deuda externa argentina sería de la siguiente manera:
1. Acuerdo definitivo con el FMI. Esto
significa si finalmente se pagarán o no, los intereses corrientes que vencen
acorde al cronograma fijado por el Stand By agreement. Hasta cuando se
postergará el pago del capital. Y si se sumará a ese pago, los intereses
devengados por la prorroga de esos vencimientos previstos para 2021, 2022 y
2023.
2. Acuerdo con los bonistas privados. La
posición del FMI fortalece la negociación que ejecutará Guzmán con las órdenes
de Alberto Fernández. Y de esta manera, el ministro de Economía planteará una
quita y un roll over del capital, y una poda importante y una postergación
larguísima del pago de los cupones. El gobierno asume que habrá una negociación
tensa y que se estirará más allá del 31 de marzo.
“Me
gustaría, pero creo que no llegamos a esa fecha”, contestó Alberto
Fernández cuando le preguntaron ayer si era factible cerrar todo con los
bonistas antes que comience abril.
Alberto Fernández estaba cauto anoche en Olivos, pero no podía ocultar su
gesto de satisfacción. Avanzó con el FMI, y ahora tiene un
escenario plano para negociar con los bonistas extranjeros. Además, había
vencido con sutileza la presión por izquierda del Frente de Todos, y ratificado
a través del Fondo su discurso político desplegado en la gira europea.
El presidente aún no habló
con Kristalina Georgieva, la directora gerente del FMI, para agradecerle su
respaldo institucional. Podría suceder el sábado, cuando Guzmán se encuentre
con ella en Arabia Saudita. Georgieva es una aliada clave del gobierno
peronista. Una circunstancia
irónica para Alberto Fernández: siempre desconfió del FMI, y ahora van juntos a
la par.
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