Por Leonardo Coscia - El propio
Alberto Fernández sabía que sus primeros meses como presidente de los argentinos no iban a
ser sencillos. La "herencia" que dejó la administración de Mauricio
Macri, con una economía en recesión y vencimientos de deuda por renegociar,
entre otros aspectos, iban a marcar el ritmo agitado de los primeros pasos de
la gestión.
Sin embargo, también surgía la duda de qué iba a suceder con
la convivencia interna del Frente de Todos como oficialismo. Esta coalición mayoritariamente peronista está
conformada por un heterogéneo y contradictorio grupo de dirigentes de gran peso,
en especial quien hoy es vicepresidenta de la Nación, Cristina Kirchner, la
gran "armadora" del espacio que logró un cómodo triunfo electoral en
octubre pasado.
El jefe de Estado y su vice tienen personalidades fuertes
pero muy diferentes entre sí, en especial a la hora de expresarse sobres los
temas más calientes de la realidad nacional. Casi como si fuera un duelo de
estilos, en el que el actual mandatario aparece con un rol
"negociador" y la ex presidenta con uno más "batallador".
Si bien esto también puede ser tomado como una estrategia en
la que, tal como sucede en algunas películas de Hollywood, uno juega el rol de
"policía bueno" y el otro de "policía malo", para muchos
esta historia tiene un guion previsible en el que, en realidad, aparecen las
primeras grietas en el Gobierno de Argentina entre Alberto Fernández y Cristina
Kirchner.
En especial, porque el ala
dura del kirchnerismo, con La Cámpora a la cabeza, critica lo que, a su modo de
ver, es "la tibieza" con la que el Presidente encara algunas cuestiones candentes, como la
defensa de los peronistas condenados y la negociación por la deuda con el Fondo
Monetario Internacional.
La realidad es que la vicepresidenta aparece poco en la
escena política, no suele hacer declaraciones, pero cuando lo hace le genera
incomodidad al Presidente.
¿Todo preso es político?
Cristina Kirchner hoy prefiere
que su núcleo duro e incondicional hable por ella. Y esto es lo que
sucedió en los últimos días, con la consecuencia de irritar a Fernández, en
especial por la cuestión referida a lo que llaman "presos políticos"
(la situación de varios ex funcionarios que se encuentran en prisión y con
condena firme por casos de corrupción).
"Presos políticos" no es un término que sea del
agrado del jefe de Estado, quien a cada consulta al respecto, prefiere hablar
de "prisiones arbitrarias", porque considera que la Justicia abusó de
las prisiones preventivas durante los cuatro años en que gobernó Mauricio
Macri.
Pero el kirchnerismo insiste en su postura y aparecen
figuras incómodas como la del ex ministro de Planificación Federal de Julio De
Vido, quien apuntó directamente contra el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero:
"Por favor, ¡cuánto déficit de formación política, qué superficialidad
insoportable!", escribió el ex funcionario en su cuenta de Twitter desde
la prisión domiciliaria con que lo benefició la justicia.
La cuestión es que
Fernández siempre considero a De Vido, Amado Boudou y Luis D´Elía, por ejemplo,
un lastre para el kirchnerismo. Distinto sería el caso de Milagro Sala, tanto
que sumó a su Gabinete a la abogada de la jujeña, Elizabeth Gómez Alcorta.
En medio de estas diferencias por los "presos
políticos", el presidente Fernández aseguró que
"detesta el discurso único" dentro de un gobierno, pero aclaró que en
el suyo "el que decide" es él.
"Yo detesto el discurso único. La verdad que no tengo
ninguna diferencia con ningún ministro mío", resaltó el mandatario
nacional.
Fernández reiteró que "el concepto de preso político es
un preso detenido por el poder político", algo que a su entender no existe
en el país.
En tanto, volvió a afirmar que su relación con la
vicepresidenta Cristina Kirchner pasa por un buen momento y dijo: "Estuve
diez años distanciado y estoy tan feliz de volver a reunirme. Además, ¿cómo me
voy a privar yo de esa experiencia?".
Al respecto, dijo que tiene
la "tranquilidad" de estar acompañado por la vicepresidenta Kirchner.
"Podrán criticarme por mis errores, pero nunca por
haberles mentido. Dije que iba a llegar aquí para preocuparme por los que peor
están, para poner más igualdad en la sociedad argentina y es lo que voy a
seguir haciendo. Y tengo la tranquilidad de tener a Cristina a mi lado,
acompañándome con la misma decisión", subrayó días atrás el mandatario en
su visita al Centro Recreativo Nacional "Néstor Kirchner", en el
partido bonaerense de Ezeiza.
Chispazos por la seguridad bonaerense y cuestiones de
"liderazgo"
Si bien el debate en el oficialismo en torno los
"presos políticos" asoma como un desafío a la autoridad presidencial,
también debe tenerse en cuenta que el peronismo tuvo siempre este tipo de
contiendas internas y la impronta la pone siempre el conductor de turno.
Un claro ejemplo de esto
fue la decisión del Presidente de respaldar
a la ministra de Seguridad, Sabina Fréderic. Esto puso un freno a la avanzada
de Sergio Berni, quien aspira a manejar las fuerzas federales en territorio
bonaerense.
Y aquí apareció otro de los focos de conflicto que debió
enfrentar el mandatario en sus primeros dos meses y medio de gestión. Esta
actitud desafiante de Berni parece recordarle al Presidente que su liderazgo en el
peronismo tiene un límite: los votos que le aportó CFK, en la provincia de
Buenos Aires, vitales para aplastar en las urnas a Macri.
Por eso también se vieron algunos cortocircuitos entre la
Casa Rosada y el gobernador Axel Kicillof, que rápidamente quedaron en el
olvido.
De todos modos, algunos
intendentes siguen atentamente los pasos de este dúo político, para saber si en
2021 podrán armar algo tan potente como para ponerle límites al kirchnerismo. Y
recuerdan cómo en 2005 Néstor Kirchner desplazó a Eduardo Duhalde de la
jefatura del PJ bonaerense.
La negociación con el FMI y la "intromisión" de
CFK
Esta semana, el gobierno de Alberto Fernández logró un
fuerte espaldarazo político por parte del FMI, que luego de la misión que
estuvo en el país durante una semana consideró que la deuda de la Argentina
"no es sostenible" y pidió una "contribución apreciable" de
los acreedores privados.
Un guiño para la estrategia del ministro de Economía, Martín
Guzmán, quien es el encargado de atender el frente externo es duro para los
acreedores con un plan que incluye una quita importante del capital y la
postergación de los pagos por al menos tres años.
Sin embargo, para los
sectores más radicalizados del Frente de Todos, los "buenos modales"
del ministro no eran lo adecuado para marcar el rumbo de la negociación. Por
eso, el ingreso -nuevamente- a la escena de CFK, vino a llenar ese bache que,
en el plano discursivo, no atacaba el Gobierno.
La ex presidenta criticó al FMI por la supuesta violación de
su estatuto a través del préstamo que le otorgó a la gestión del ex presidente Mauricio
Macri y reclamó una "quita sustancial" de la deuda.
La respuesta del organismo multilateral
de crédito no se hizo esperar: sus funcionarios ratificaron que no puede haber
una quita sobre la deuda del país.
Esto, nuevamente, avivó los comentarios sobre cómo este
liderazgo compartido del Frente de Todos podía impactar en las decisiones
oficiales, tanto en materia económica como política. Sin embargo, el propio
Alberto Fernández salió a respaldar los dichos de su vicepresidenta, dejando
entrever que el Gobierno sigue una dirección conjunta y que no vacila en
recurrir a la dureza del kirchnerismo cuando la amabilidad palaciega no
funciona.
En menos de 24 horas, el Gobierno dio marcha atrás con la
posibilidad de que haya un aumento de tarifas en junio. Fue el propio Alberto
Fernández quien le puso un freno este viernes cuando pidió "que nadie se
apure" y afirmó que "no está en carpeta" ese incremento.
"Nadie se apure. No sé
si en junio vamos a estar en condiciones de aumentar, porque lo que más me
preocupa es que unos pícaros dejen de ganar en detrimento de la gente. Todo es
estudio de revisión para atrás, y después veremos qué es lo que hay que hacer.
Pero lo primero no es ver si va a haber aumento de tarifas. Por lo tanto, hoy
no tenemos en carpeta hoy el aumento de tarifas", afirmó.
El jueves, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, había anticipado
que "probablemente" en junio se produciría un aumento en las tarifas
de los servicios públicos, pero dijo que sería "para los sectores que lo
pueden soportar".
"Probablemente sí, pero en los sectores que los pueden
soportar. Nosotros hemos cambiado las prioridades de la gestión",
respondió Cafiero al ser consultado en radio Metro sobre si en junio habría
aumentos.
Sin embargo, Fernández fue enfático. E incluyó en el
análisis al transporte público, luego de que el ministro de Transporte, Mario
Meoni, también había confirmado un incremento en los valores.
"¿Por qué va a
haber aumento de transporte si las naftas están congeladas? Voy a cuidar el
bolsillo de los argentinos hasta el último minuto que esté acá. Ese es el
compromiso que tomé con la gente y lo voy a cumplir", enfatizó
Por lo bajo, allegados al oficialismo aseguran que este no
es un simple mal entendido del jefe de Estado con sus ministros, sino que hay
una clara presión por parte del kirchnerismo, que con CFK a la cabeza que
espera que el congelamiento de tarifas llegue hasta fin de año.
Sin embargo, los funcionarios encargados de las
negociaciones con el FMI le prometieron al organismo multilateral que a
mediados de año iba a haber un ajuste de tarifas. Punto clave para avanzar en
la negociación de la deuda.
Todos los sectores saben que están en el mismo barco y, por
eso, parecen estar dispuestos comerse algún "garrón", como la suba
diferenciada para los jubilados –que beneficia solamente a los que cobran la
mínima- en pos de sacar la economía de la recesión y afrontar la crisis de la
deuda.
Así, entre el pragmatismo y
la doctrina se tensa esta nueva etapa del peronismo en el poder, que oscila
entre la apertura de Alberto Fernández y la fricción política de Cristina
Kirchner.
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