Por Roberto
Cachanosky - La parte del discurso económico del presidente estuvo
basado, en gran medida, en el tema de la deuda externa. La misma fue presentada como el cáncer de la
economía argentina tomada irresponsablemente por el gobierno anterior y en
otros gobiernos también.
La realidad es que el kirchnerismo recibió un gasto público
consolidado (nación provincias municipales) del 30% del PBI y dejó un gasto
consolidado del 46% del PBI. El déficit fiscal consolidado que dejó el
kirchnerismo fue del 7,2% del PBI luego de haber recibido un superávit del 1,6%
del PBI. Es decir, hubo un recorrido de deterioro fiscal de
8,8 puntos del PBI producto del aumento del gasto público.
Frente a esta situación
heredada por Mauricio Macri había dos opciones: 1) anunciar una política que
generara un shock de confianza estableciendo una progresiva reducción del gasto
público, reforma del sistema tributario, de la legislación laboral e incorporar
la economía al mundo, 2) la otra era el gradualismo mágico que adoptó Cambiemos
creyendo que por arte de magia la economía iba a crecer, la recaudación
impositiva iba a aumentar y el déficit fiscal desaparecería sin hacer ningún
esfuerzo. De esta forma, con el gasto congelado y la
economía creciendo, no sabemos muy bien por qué, el gasto sobre el PBI iba a
bajar y todos felices.
El presidente Macri compró el gradualismo que le vendieron
economistas de tendencia progresista y eso requería tomar deuda pública, emitir
moneda, financiar con el impuesto inflacionario el déficit fiscal hasta tanto
se lograra el equilibrio o bien aumentar la carga tributaria.
Se optó por tomar deuda porque hablar de
bajar el gasto público era de “liberalotes”. El ataque a quienes
proponíamos bajar el gasto público venían del lado de Cambiemos y del lado de
la oposición, actual oficialismo. O sea, éramos los salvajes que queríamos
echar a 2 millones de personas del Estado de un día para otro, una forma de
ridiculizar la propuesta de baja del gasto estatal.
De manera que la deuda que tanto preocupa al residente es
fruto de la herencia recibida del gobierno anterior y de la mala praxis de
Cambiemos para enfrentar el problema del déficit fiscal.
Argentina
cae sistemáticamente en problemas de default, no porque haya una mente perversa
que quiera inventar el endeudamiento. Finalmente la deuda pública que pueda colocar
el gobierno argentino en el mercado financiero internacional son monedas
despreciables del volumen de negocios que manejan los fondos de inversión en el
mundo. Pensar que el mundo financiero internacional está
ansioso esperando que Argentina salga al mercado a colocar deuda, raya en el
delirio.
El problema que no puso sobre
la mesa el presidente Alberto
Fernández es que la deuda nace como consecuencia de gastar más de
lo que se recauda, y que hoy la presión impositiva es tan asfixiante que impide
toda posibilidad de crecer. La deuda pública es consecuencia del déficit fiscal
y el déficit fiscal es consecuencia de un gasto público infinanciable. Pero la dirigencia política se niega a bajar el
gasto público, de manera que estamos condenados al estancamiento económico o
más bien a la decadencia.
Cristina Kirchner nunca
terminó de regularizar el tema de la deuda pública y en todo su segundo mandato
la economía estuvo estancada. No creció. De manera que mañana pueden
condonarnos toda la deuda pública y la economía argentina no va a crecer porque
el elevado e ineficiente gasto público, la asfixiante carga tributaria, la
maraña de regulaciones y la legislación laboral ahuyentan toda inversión.
Por último, así como el
presidente Fernández puso el acento en el tema de la deuda como causa de todos
nuestros males económicos, también insistió en afirmar que la inflación
se produce porque comerciantes inescrupulosos aumentan los precios y no dijo
media palabra sobre la expansión monetaria que lleva adelante el BCRA.
En síntesis, veo un escenario económico muy complicado hacia
el futuro porque el Gobierno está muy alejado de las causas y consecuencias de
nuestra decadencia. Los
economistas “progres” de Cambiemos le vendieron humo al presidente Macri y lo
hicieron tomar el camino equivocado, algo que el mismo Macri dijo. Por
el lado del presidente Fernández, no es inventando enemigos que se van a
resolver los problemas, sino aceptando una realidad que Cambiemos ignoró con el
humo del gradualismo y Fernández no termina de comprender que deuda es la
fiebre y la infección es el gasto público, al igual que la inflación: la fiebre es la suba de precios y la
infección es el BCRA emitiendo moneda para financiar el déficit fiscal.
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