Por Gustavo Bazzan - El mundo financiero se desploma, y en
medio de la tormenta global, que hizo sonar las alertas en los principales
despachos oficiales del planeta, hay un país en el cono sur, un
paria de los mercados financieros, que intenta poner en orden
una deuda de casi 69.000 millones de dólares. La
negociación entre el gobierno argentino y los bonistas que tienen en su poder
bonos bajo ley extranjera atraviesa un terreno incierto que tal vez derive en
un nuevo escenario. Ocurre en un mundo convulsionado y con
las dos partes, gobierno argentino y bonistas, golpeados por la crisis y
perdiendo plata.
Esta realidad, sumada al hecho de que las tasas
de interés son más bajas aún que una semana atrás,
llevaron a los analistas a preguntarse si el efecto coronavirus acrecienta o no
la posibilidad de que la Argentina pueda llegar a un acuerdo (“a
un buen acuerdo”, diría el ministro Martín Guzmán) con los
bonistas en un tiempo más o menos corto.
La
impresión de quienes eligen ver la mitad del vaso lleno es que el caos podría
jugar a favor de la estrategia argentina, a partir de una oferta que debería
enfocarse en una fuerte baja de los cupones de interés,
sin tocar el capital y llevando a no menos de cuatro años el plazo de gracia
antes de retomar los pagos.
La estrategia de los cupones bajos se basa en que en un
mundo de tasa de interés cero pagar un cupón del 2 o 3% anual
debería resultar atractivo para el acreedor.
“Los bonos ya están en
niveles que habilitan presentar una propuesta que valga entre 45 y 50 dólares.
Los fondos la aceptarían” dice un banquero con larga experiencia en estas lides
Otro ingrediente a favor de un pronto arreglo: los fondos de inversión que
tienen bonos argentinos están perdiendo mucha plata (como todo el mundo) con
esta crisis. El desplome fue muy rápido y agarró mal parados a muchos
inversores de primera línea.
De todas maneras, la cuestión
de la tasa de interés cero es un elemento ambiguo. También
le baja el “costo de oportunidad” a los
acreedores. Tener un activo paralizado (los bonos argentinos) en este contexto
de tasas de interés es menos honeroso que si los dólares hundidos en Argentina
se pudieran poner a trabajar a una tasa mayor.
La tasa cero, además, puede
ser un atractivo adicional para que los fondos buitre se nieguen a un arreglo.
El costo de oportunidad de hundir plata en bonos es bajísimo, aunque pasen varios
años hasta obtener sentencia a favor en un tribunal de NY, que
les dejará enormes ganancias en comparación a lo que se invirtió en un bono
argentino.
La contraparte de la oferta
agresiva es que “el rival también juega”. Es
decir, la Argentina tiene que apostar, además de ser agresiva, a que le acepten
esa agresividad. Necesita porcentajes de aceptación posibles pero exigentes:
75% como mínimo para los bonos Par y Discount y del 66% para los bonos emitidos
a partir de 2016. Los cupones promedio de los bonos a renegociar rondan el 6%,
con picos como el Discount, que paga 8,28% anual. Reducir el cupón promedio en
un 50% o incluso 66% no parece tarea fácil.
Como informó Clarín este
fin de semana, la tenencia de estos papeles está bastante atomizada, lo que
puede complicar llegar a los porcentajes exigidos por las cláusulas de acción
colectiva.
De ahí que hay una parte de
los analistas que sugieren hacer ofertas un poco menos agresivas pero que le
permitan a la Argentina salir rápido de este problema, para apostar a volver lo
antes posible a los mercados voluntarios de deuda.
La alternativa del default
puede tener impensables consecuencias políticas. Pero hay pocas dudas de que el
sendero de la economía será mucho peor, incluso peor que el actual, si se opta
por levantarse de la mesa y patear el tablero.
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