Por Claudio
Zlotnik - Un efecto del coronavirus fue el de poner patas arriba el debate
económico: cambiaron las prioridades y las preocupaciones de tal forma que
ciertas políticas que antes podían ser fustigadas por populistas ahora son
vistas como sensatas y hasta "market friendly". Es por eso que se habla en todos los países sobre la necesidad de
dejar en un segundo plano la disciplina fiscal y pasar a inyectar sin
inhibiciones dinero en la economía.
Por el contrario,
si un gobierno se apegara a una rigidez presupuestaria y monetaria, sería visto
como el que propicia una catástrofe económica y social con una crisis de
desempleo imposible de manejar.
Está
ocurriendo en el mundo y, como está quedando en evidencia en las últimas horas,
también pasa en Argentina: el Gobierno se aleja rápidamente de sus posturas
iniciales para adoptar un tono decididamente intervencionista.
Si hace dos o tres
semanas -nada más- Alberto Fernández hubiese tomado medidas similares a las que decidió en los últimos días;
o si hubiera hablado de mandar a la AFIP a "perseguir" a empresarios
inescrupulosos que aumentan los precios, lo más probable es que el Presidente
hubría sido calificado de "kirchnerista que no cambia más". Y de
tomar iniciativas inconducentes para sacar a la economía del pozo.
Pero todo cambió -y
sigue cambiando- con una velocidad pocas veces vista. La crisis histórica
a la que se enfrenta el mundo por culpa de la pandemia obliga a tomar medidas extraordinarias.
Y
la prueba de ello es que los anuncios de las últimas horas en el sentido de
dar subsidios, créditos blandos, facilidades impositivas, nuevos refuerzos de
planes sociales, estímulos al consumo y medidas de sostén al empleo están generando un amplio consenso. Sencillamente, se lo ve como lo único
factible para no empeorar el estado de conmoción.
El mundo
desarrollado, en modo crisis
Hay una nueva
escala de valores a la que se pliegan los principales líderes mundiales.
Inclusive la Argentina. La situación no debiera llamar la atención si no fuera
porque el país vive en su propia agenda, muy distanciada de la del resto del
mundo.
¿Qué pasará de
ahora en más? ¿En qué está pensando Alberto F.? En la dinámica de la
crisis, el jefe de Estado viene demostrando que presta atención a lo que realizan los líderes mundiales para tomar
decisiones.
Imitó a Donald
Trump cuando, días atrás, el estadounidense decidió la desconexión aérea con
Europa, con la salvedad del Reino Unido. Y sigue con atención la política
estadounidense de llevar prácticamente a cero la tasa de interés, en una medida
que hizo recordar a la masiva inyección de dólares que realizó el país del
norte durante la crisis financiera de 2008.
El
martes, en declaraciones radiales, puso como ejemplo a la canciller alemana.
"Hacés esto y se complica la cuestión fiscal, pero esta vez lo más importante
es sostener la economía. Hasta Merkel lo dijo: cuando hay una emergencia y
estás en terapia intensiva en materia económica, lo que necesitás es más
tiempo", dijo
Fernández.
El Presidente avisó
-y acaso se vio el primer paso en ese sentido- que no pondrá reparos a la hora
de atender las necesidades sociales en medio de la crisis por el coronavirus.
El mismo Alberto F.
que hace algunas semanas arrancó su gobierno con un ojo puesto en las cuentas
fiscales, y el otro en la inflación y el crecimiento, ahora se baja del primer
objetivo.
El Presidente
entiende que eso es lo que están realizando los demás países, empezando por los
más desarrollados.
España
acaba de anunciar un paquete de medidas anticíclicas por el equivalente a ¡20% del PIB
(200.000 millones de euros)!. Superó a lo lanzado en Francia y el Reino
Unido, por el equivalente a 12 puntos del Producto Bruto.
El
Gobierno de Merkel fue audaz: prometió liquidez "ilimitada" a las
empresas, con tal de que no haya quiebras.
Bastante más atrás
viene Brasil, con "apenas" 2% del PIB, con un Bolsonaro que se
resiste a valorar a la pandemia como un hecho aterrador para la salud pública y
la economía.
En este contexto se
comprende la flexibilidad que empezó a mostrar la Casa Rosada, a pesar de la
flaqueza fiscal de la Argentina.
La crisis que los
líderes mundiales están avizorando es tan grande que el propio Fondo Monetario
-que es por excelencia un faro de la ortodoxia monetaria y fiscal- acaba de
sentenciar que llegó el momento de ser más flexibles.
En un artículo
firmado por Kristalina Georgieva, titular del FMI, el último lunes en el blog
del organismo, titulado "Acción política para una economía global
saludable", la economista se mostró a favor de esa flexibilidad fiscal y
monetaria.
"Será
necesario un estímulo fiscal adicional para evitar daños económicos duraderos.
Hay mucho más trabajo por hacer", refrendó Georgieva.
A valores de hoy,
la búlgara calculó que el G20 aportó la friolera de u$s900.000 millones durante
la crisis de 2008-2009. En ese sentido, puso a disposición u$s50.000 millones
de parte del FMI hacia países emergentes, como la Argentina.
Alberto F., que
hasta ahora jugó su propio partido en una complicada reestructuración de deuda
con el Fondo y con bonistas privados, todavía no dio señales si le resultaría
cómodo ponerse a la fila para ser atendido por el FMI.
Hasta
el momento, la máxima preocupación de la Casa Rosada -en esta redefinición de
las prioridades- volvió al desempleo. Y también en ese punto tiene material como para inspirarse en
Europa: con Francia y Alemania a la cabeza, pusieron el foco en que el Estado
sea el principal sostén de los puestos en riesgo.
Con
una holgura fiscal mucho menos robusta, el Gobierno promete políticas activas
con el fin de que no se hunda la actividad económica y se dispare la tasa de
desempleo.
Para tener una idea
de lo realizado en crisis pasadas: durante la caída de 2009, los Repro
(subsidios para pagar parte del salario) alcanzaron a 145.000 asalariados en
relación de dependencia, el equivalente a un punto porcentual del desempleo de
esa época.
El kirchnerismo
duro ya redefine agenda
Ante la veloz
dinámica de la crisis pandémica, es muy probable que las medidas anunciadas el martes por la tarde se queden
cortas para atender la crisis. Y que, tal como advirtieron los propios
ministros encargados de las novedades, hagan falta impulsos adicionales más
adelante.
Mientras Alberto
sigue su giro desde su inicial postura moderada hacia un endurecimiento en el
discurso y una tónica "populista" en el programa, el kirchnerismo
"duro" ya mostró que tiene agenda propia.
El
ex vicepresidente Amado Boudou fue encargado de poner sobre la mesa esa batería
de medidas. "Habría que estatizar las empresas de servicios
públicos", planteó el ex funcionario que ahora cumple una pena de prisión.
"Hay una discusión
de si hay que nacionalizar o estatizar las empresas de servicios públicos. No
alcanza con nacionalizarlas", expuso.
"Las empresas
de servicios públicos se han convertido en los grandes extractores de valor de
la sociedad. No invierten, ni son innovadoras ni tienen riesgo, son empresas
que el neoliberalismo ha privatizado y en cosas que son de todos", agregó
Boudou desde la cárcel en diálogo con una radio.
En
el mismo sentido, algunos referentes del kirchnerismo más duro vienen
reclamando que el Gobierno postergue la renegociación de la deuda para utilizar
los recursos en favor del mercado interno, en un contexto de crisis global por
la pandemia.
"¿Quién se va
a dar cuenta que la Argentina cayó en default en medio de semejante lío? Usemos
las reservas del Banco Central para hacer frente a la crisis. Ya habrá tiempo
de sentarse a negociar la deuda", plantean algunos de los voceros
mediáticos del kirchnerismo.
Todo un síntoma de
que el cambio en los términos del debate recién está empezando a verse y no alcanzó
su mayor profundidad.
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