Por Jorge Herrera
- La huida masiva de los inversores internacionales de los mercados emergentes,
a raíz de la crisis del coronavirus (Covid-19), ha marcado un
récord histórico con más de u$s60.000 millones al cabo de poco más de un mes y
medio. Así lo reflejan los monitoreos diarios de alta frecuencia de los flujos
de capitales internacionales que lleva a cabo el Institute of International
Finance (IIF) que muestran que las salidas masivas acumuladas desde finales de
enero pasado, cuando el brote del Covid-19 se convirtió en una amenaza mundial,
ya superaron los niveles observados en el pico de la crisis financiera mundial
en setiembre 2008 y son además de un orden de magnitud mayor, en relación con
el tamaño de la economía global, que en episodios de estrés como la crisis
financiera asiática de mediados de los 90 (o como la china de agosto 2015) o el
evento de “Taper tantrum” de la Fed en mayo 2013.
El rastreo diario
de los flujos de cartera de inversores no residentes en más de veinte mercados
emergentes claves, en base a un promedio móvil de 28 días, marcó una salida
diaria superior a los u$s2.500 millones este año cuando tanto en la crisis 2008
como en la rabieta del “Taper tantrum” no superó los u$s1.000 millones y en la
provocada por el susto de la devaluación china de 2015 apenas llegó a u$s500
millones. Al observar la evolución diaria de los flujos netos de las carteras
de los no residentes en activos emergentes, la salida acumulada, medida en días
desde el inicio de un shock global, supera ampliamente los registros de la
crisis 2008 que en el mismo período que la actual (50 días) apenas había
superado los u$s20.000 millones, algo similar se dio con el “Taper tantrum”
mientras que en el caso de la crisis china 2015 fue más benigna con una salida
acumulada en torno a los u$s10.000 millones.
De modo que la
actual crisis financiera global provocada por el brote del Covid-19 (y
amplificada por la guerra petrolera), medida por las salidas masivas de los
inversores extranjeros de los mercados emergentes supera lo visto en las
últimas crisis globales. O sea, el impacto de los flujos no tiene precedentes,
tanto en China como en el resto de los emergentes. Por ello el IIF considera
que “en base en estos shocks globales pasados, podemos esperar pérdidas de
reservas y un ajuste sustancial de la cuenta corriente en los mercados
emergentes a medida que se agota el financiamiento”. A raíz de esto, en las
últimas dos semanas, el IIF redujo el pronóstico de crecimiento global ante la
repentina detención de los flujos de capital (“sudden stop”) que están
experimentando los mercados emergentes e identificado qué países pueden tener
espacio político para amortiguar el impacto. De ahí que es concebible que el
crecimiento global se acerque al 1% este año, el más bajo desde la crisis
financiera mundial”.
Con relación al
margen de maniobra que tiene los emergentes para responder a semejante debacle,
la entidad señala que algunos en Europa y Asia tienen espacio para la
flexibilización fiscal, pero la deuda en algunos emergentes importantes es
demasiado alta para permitir estímulos. “Incluso si los esfuerzos de contención
y las políticas macroeconómicas de apoyo tienen un impacto positivo pronto, el
impacto en los flujos seguirá siendo inusualmente severo”, advierte la entidad.
Vale destacar que
los monitoreos del IIF son un proxy relevante en tiempo real para los datos de
la balanza de pagos, que presentan un retraso significativo. Por lo que la
interrupción repentina en los flujos de capital pone a los emergentes, con
grandes necesidades de financiamiento externo, bajo un elevado riesgo y el IIF
cita los casos de Turquía y Sudáfrica. “También existe vulnerabilidad en Chile
y Colombia, donde los bajos precios de las materias primas complican el
panorama del financiamiento externo”, agrega. Como en episodios de estrés
pasados, las pérdidas de reservas pueden ser inevitables a medida que los
bancos centrales intervienen para llenar las brechas de financiamiento. Pero
incluso después de reducir las reservas, la financiación puede ser insuficiente
para que muchos países tengan déficit de cuenta corriente. La interrupción
repentina de los flujos de capital podría forzar un fuerte ajuste de la cuenta
corriente en los emergentes como fue el caso en los shocks globales anteriores.
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