Por Pablo Wende - La crisis
desatada por el coronavirus cambió todas las proyecciones a nivel global. Y
también en la Argentina. El último paquete de medidas anunciado por el
Gobierno tendrá un elevado impacto fiscal, que sólo podrá cubrirse con emisión
monetaria. Y a ello se le suman los $350.000 millones que volcarán los bancos
al sistema a tasa “negativa”, lo cual será posible gracias a una baja de
encajes pero que no tendría costo fiscal. El enorme crecimiento de la
cantidad de pesos que circularán en la economía tendría una consecuencia ya
conocida: un fuerte repunte de la inflación.
El primer bimestre
del año había sido alentador, con un nivel de 2,3% para enero mientras que en
febrero el índice de Precios al Consumidor cayó a 2%, el menor nivel en un
año. Pero ya en marzo se espera un rebote, con un piso de 2,5%. El
problema es lo que se avecina, luego de un primer trimestre mucho más calmo en
materia de precios.
Uno de los que
primero salió a estimar a cuánto podría ascender la inflación de 2020 fue el
economista Guido Lorenzo, director de la consultora LCG. “Seguramente
vamos a terminar el año con un nivel superior al 60% y no descarto que nos
acerquemos al 70%”, aseguró. El pronóstico se basa en la escasa demanda
que hoy tiene el peso en la Argentina y la casi segura búsqueda de refugio en
el dólar, lo que a su vez desataría una espiral inflacionaria. La inflación del
año pasado se había ubicado en 53,8% y había sido la más alta desde 1991.
Pero no todos
coinciden con esta visión. Rodolfo Santángelo, director de Macroview,
asegura que “es necesario emitir mucho dinero ahora para que las pymes cuiden
el empleo. No veo por el momento que se produzca un salto inflacionario,
en todo caso el Central verá después como esteriliza esos pesos que se vuelquen
al mercado”.
El Banco Central ya
había emitido cerca de $350.000 millones entre fines del año pasado y los dos
primeros meses de 2020, aunque una parte fue absorbida a través de pases
pasivos y Leliq, aunque a tasas sensiblemente más bajas que en el pasado. El
crecimiento de la cantidad de dinero fue justificada por el titular del
Central, Miguel Pesce, en el hecho de que el año pasado la política de
“emisión cero” había dejado a la economía sin liquidez, por lo que era
necesario recomponerla.
Pero ahora todas
las previsiones cambiaron. Tanto el Presidente como el ministro de
Economía, Martín Guzmán, reconocieron que el cuidado de las cuentas fiscales
pasaron a un segundo plano, en un momento en que la economía precisa un rescate
ante la paralización casi total por el “aislamiento social”. La caída de
ventas en los comercios y sectores enteros que prácticamente dejaron de
funcionar como cines, teatros, hoteles y turismo en general requieren de un
inevitable salvataje.
Las cifras de ayuda
económica que analizan en Estados Unidos y en los principales países europeos
son monumentales. Sin embargo, al parecer nada alcanza para evitar una recesión
global. Eso sí, la inflación no es hoy un problema en ninguno de los
mercados desarrollados. La experiencia de 2008 demostró que en medio de una
gran crisis es posible emitir dinero de una manera casi ilimitada, cuando se
trata de monedas fuertes. Pero no sucede lo mismo en la Argentina.
Quizás
adelantándose a lo que vendrá, el Gobierno anunció que definirá una canasta de
“precios máximos”, integrada por alimentos esenciales, pero también productos
alimenticios, higiene personal, medicamentos e implementos médicos. Sin
embargo, todavía no se divulgó cuántos integrarán la lista y por cuánto tiempo.
|