Por Roberto
Cachanosky - Una vez más el Estado decidió ir a un escenario de
cesación de pagos, ahora llamado reperfilamiento de la deuda. En forma
unilateral, el Gobierno decidió cambiar las condiciones pactadas para los bonos que vencían este
año bajo legislación nacional por un monto de USD 10.000 millones.
Paralelamente, el kirchnerismo quiere cobrarle un impuesto extraordinario a
quienes entraron en el último blanqueo, propuesta de ley que los
tributaristas consideran inconstitucional y el listado de violaciones a la
propiedad continúa amparándose en la emergencia económica derivada del
coronavirus. La realidad es que las violaciones a los derechos de propiedad y
el incumplimiento de los contratos por parte del Estado no son nuevos en la
Argentina.
El Plan Bonex de
fines de 1989, el corralito sobre el cierre de 2001, el corralón y la
pesificación asimétrica al comienzo de 2002, los 8 defaults acumulados en la
historia económica, los reperfilamientos de deuda pública desde agosto 2019,
son algunos de los ejemplos, al margen de las arbitrariedades en materia
tributaria, que se repiten en la Argentina.
El monopolio de la
fuerza que las personas le delegan al Estado es para que pueda hacer cumplir
los fallos de los jueces en caso de controversia, sino la justicia quedaría en
algo declamatorio. El juez dicta sentencia, pero nadie la cumpliría si el
Estado no tuviera fuerza para hacerla cumplir. De manera que, si alguna
explicación tiene, la existencia de un Estado es para velar por el derecho a la
vida, la libertad y la propiedad y hacer cumplir los contratos entre las partes
en caso de controversia.
Pero resulta
que en la Argentina el Estado se ha transformado en el principal
incumplidor de los contratos, de hacer incumplir los contratos entre
particulares (pesificación asimétrica) y en violar los derechos de propiedad.
Algunos economistas
muy respetados como personas y como profesionales suelen poner el acento en el
riesgo país como una de las causas fundamentales de la decadencia del país.
Pero ese indicador, que refleja la diferencia entre el rendimiento que paga un
bono del Tesoro americano y el de uno similar de la Argentina, es el resultado
de las cambiantes reglas de juego que impone el Estado y en las reiteradas
confiscaciones de activos a las que suele recurrir para financiar el populismo.
Por eso hay que
insistir en que el problema económico local es el emergente de la mala
calidad institucional, la cual a su vez es función de los horribles valores que
imperan en la sociedad que ha llevado en algunos casos a haber cambiado la
cultura del trabajo por la cultura de la dádiva.
Tasa de
rentabilidad esperada y tasa de interés
¿Cómo influye el
índice de riesgo país en la economía? ¿Por qué las instituciones influyen en la
economía de cada persona? Para entender este punto, lo primero que hay que
tener claro es que alguien hace una inversión si se dan determinadas
condiciones.
Hacer una inversión
en una fábrica de salchichas, arriesgar el capital para ver si se venden,
lidiar con los problemas de cobranza, laborales, impositivos, etc. requiere
suponer que la rentabilidad esperada es igual o menor a la tasa de interés que
se puede obtener por un depósito en un banco. Si se arriesga tanto capital es porque
se espera ganar más en vez de apostar a la tasa de interés y hacer la plancha
tomando sol en la playa.
¿Qué es la tasa de
interés? No es el precio del dinero como comúnmente se cree, sino
que tiene 4 componentes:
1) La renta
esperada a cambio de no consumir en el presente y postergarlo a futuro. Es
decir, por ahorrar y prestar ese ingreso no consumido a otra persona. Eso se
denomina tasa de interés originaria;
2) Las expectativas
inflacionarias. Si se cree que la tasa de inflación en 12 meses va a sumar
50% anual, cabe esperar que se pretenda una tasa de interés originaria más el
50% de inflación, porque al final del período se buscará mantener el poder de
compra original;
3) El riesgo
crediticio a quien se le presta el dinero; y
4) El riesgo
institucional de que el Estado no confisque los ahorros o cambie las
reglas de juego haciendo ruinoso un negocio que lucía rentable inicialmente.
En la medida que
aumente el riesgo institucional, aumentará la tasa de interés, y a partir de
ahí la tasa de rentabilidad prevista en un proyecto de inversión será cada vez
mayor.
El valor de las
instituciones
En
definitiva, cuanto más alto el riesgo institucional (confiscaciones,
defaults, aumentos impositivos, cambios en las reglas de juego, etc.) menor será
la cantidad de proyectos de inversión que pueden superar la tasa de interés y,
por lo tanto, menor el capital destinado a la inversión productiva.
Y con escasa
inversión habrá escasa demanda de mano de obra, más desocupación y menos
ingresos reales por la menor productividad de la economía. La alta pobreza y elevada desocupación se transforman en problemas
estructurales en el país.
Por eso hay que
insistir en que la larga decadencia de la Argentina no se revertirá tocando la
tasa de interés, el tipo de cambio o cambiando este o aquél impuesto. La
Argentina va a dejar de ser decadente el día que demuestre que tiene
instituciones serias y confiables y para eso tienen que cambiar los valores que
imperan en la sociedad. Es decir, no votando a los partidos políticos que
prometen que la gente puede vivir sin trabajar o vivir eternamente del trabajo
ajeno.
Lamentablemente, la
Covid-19 vino a crear las condiciones para que se insista con medidas
arbitrarias en nombre de la crisis sanitaria. En nombre de la solidaridad, se
aceptan impuestos confiscatorios, defaults, precios máximos y todo lo que pone
en riesgo los derechos de propiedad.
No nos
equivoquemos, Argentina nunca va a salir de su larga decadencia con
medidas solamente económicas. Esas medidas hacen falta. Pero primero habrá que
entender que no es con gobiernos que se consideran con derechos a violar los
contratos y los derechos de propiedad, como se va a salir adelante.
Y esos gobiernos
llegan al poder porque, lamentablemente, una amplia mayoría de la población
quiere que le quiten a otros el fruto de su trabajo para dárselos a ellos y
vivir sin trabajar. Un país donde imperan esos valores, inevitablemente está
condenado al fracaso.
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