Por Pablo Wende - Todo indica que la tendencia será parecida
en el próximo mes, hasta llegar a las PASO. La apuesta oficial es incluso prolongar la racha y llegar aún mejor
parados a las elecciones legislativas. El escenario “base” que manejan
en el Gobierno es que hay buenas chances de que esto suceda.
No es casualidad que a Martín Guzmán lo hayan “descongelado” luego de varios episodios que lo
hicieron perder autoridad, como el escándalo con el secretario de
Energía y la desautorización de las negociaciones con el FMI por parte de la
propia Cristina Kirchner.
La reaparición en escena del ministro de Economía habla de
la decisión de salir a mostrar “logros”. El funcionario fue bien claro en la
enumeración, tanto en su presentación tras la reunión del gabinete económico
como en el viaje efectuado a San Juan. Aseguró que el dólar oficial seguirá planchado, calificó al repunte
económico como “robusto” y dio a entender que se está avanzando favorablemente
en las negociaciones con el Fondo, aunque sin aportar mayores detalles.
La estrategia de postergar tanto las PASO como las
elecciones le está saliendo bien al Gobierno, que consigue ganar tiempo. Ahora
tiene cinco semanas más para vacunar con la segunda dosis contra el COVID-19 y
también apuesta a que estos mejores números de actividad empiecen a sentirse en
la calle. Pueden considerarse objetivos modestos, pero todo ayuda a la hora de
aspirar a un mejor resultado electoral.
Martín Guzmán, en su
presentación en San Juan
Si no ocurre nada extraño, la economía terminaría con una mejora de casi 7% este 2021. Aunque
lo quieran disfrazar de otra cosa, no es crecimiento genuino, sino de un rebote
luego de la fuerte caída de 10% del año pasado, a causa de la pandemia.
Al presentar el próximo calendario de reaperturas, Alberto Fernández aseguró que el 2022 será
“un mejor año”, pero además dando a entender que ya no habrá importantes
retrocesos en la ruta trazada para la apertura de actividades. El objetivo es
empezar a dar vuelta el fuerte pesimismo que la sociedad tiene sobre el futuro. En
las encuestas surge que prácticamente la mitad de la gente piensa que en un año
su situación personal y la del país estará peor que la actual. Dar vuelta estas expectativas negativas es
fundamental no sólo desde el punto de vista electoral, sino además para
impulsar el consumo. Nadie tiene ganas de gastar o de endeudarse si
piensa que más adelante tiene riesgo de perder el empleo o de tener un salario
más bajo.
Llegar a mediados de noviembre sin sobresaltos no será gratuito
ni mucho menos. El Banco Central
tendrá mucho trabajo para evitar que el dólar se mantenga a raya, que es el
objetivo primordial del oficialismo. Las estimaciones de consultoras privadas
indican que el BCRA tendrá que vender alrededor de USD 2.500 millones para
que no aumente la brecha cambiaria, que se mantiene en niveles cercanos al 75%.
Pero además se mantendrán las fuertes medidas que endurecieron el cepo
cambiario.
La máquina
Al mismo tiempo, la máquina de emitir seguirá a todo ritmo
para hacer frente al gasto electoral. En julio fueron $ 180.000 millones y
hasta fin de año serán otros $ 700.000 millones como mínimo. El riesgo de una
gran inyección de pesos que nadie quiere sigue presente. Si bien es cierto que
un aumento de la cantidad de dinero es necesaria para acompañar la
reactivación, se trata en realidad de salir a cubrir el creciente déficit
fiscal con mayor emisión.
Para colmo, la
táctica del Gobierno de recurrir al financiamiento del déficit a través de la
colocación de deuda el Tesoro ya está encontrando su límite. En la
última licitación no fue posible refinanciar la totalidad de los vencimientos y
para lograrlo en las próximas tendría que subir las tasas o acortar los plazos
para colocar deuda. En la medida que no consiga fondos frescos, mayor será la
necesidad de recurrir a la emisión del BCRA.
La incertidumbre pasa por los costos que se asumen para
llegar con la economía algo más animada a noviembre. El principal debate por
estas horas es si habrá o no una devaluación brusca hacia fin de año. Guzmán dejó en claro que se mantendrá hasta
entonces la política de planchar el tipo de cambio, que aumenta a un ritmo de
apenas 1% mensual, contra una inflación cercana al 3%. La incógnita
es cómo será la salida de este esquema en 2022: ¿se seguirá atrasando el tipo
de cambio, habrá una devaluación brusca o se acelerará el ritmo de aumento del
dólar oficial?
Todo indica que se intentará la opción más prolija o menos
traumática, que sería la de acelerar la suba del dólar oficial a un ritmo
parecido a la inflación, tal como venía ocurriendo hasta principios de este
año. Parecería lo más lógico, porque el dólar oficial no está tan atrasado como
en otras épocas. No es ni el “1 a 1” de la convertibilidad ni el “4a 1” de
Cristina Kirchner antes del cepo en 2011 ni el “9 a 1” del 2015, cuando asumió
Mauricio Macri. Aunque el dólar de
$ 100 es más alto desde el punto de vista del tipo de cambio real, igual la
brecha cambiaria sigue en valores elevados, con un tipo de cambio libre que se
mantiene alrededor de $ 180. “Dólar de pánico”, lo denominó el candidato a
diputado por Juntos por el Cambio, Martín Tetaz.
Malas compañías
El dólar oficial no es el único precio que acumulará una
importante distorsión. También las tarifas se siguen atrasando en relación a la
inflación y los costos, obligando al Gobierno a incrementar peligrosamente el
gasto destinado a subsidios económicos.
Esta combinación de mayor emisión monetaria, y variables muy
atrasadas es lo que llevó a varias consultoras económicas y sociedades de Bolsa
a pronosticar un rebote de la inflación a partir de fin de año. Los niveles de 3% mensual o algo menores
volverán a quedar atrás para dar paso a otro fuerte salto inflacionario,
volviendo a niveles arriba de 4% como sucedió en la primera parte del 2021.
El pronóstico de cortísimo plazo es favorable para el
Gobierno, aún en medio del enorme deterioro que sufrió la Argentina por la
pandemia y por una serie de errores no forzados. La pobreza trepa al 43%, se
cerraron 20.000 empresas, se perdieron más de 100.000 puestos formales y la
cantidad de trabajos inactivos (que no trabajan ni quieren hacerlo) se
incrementó en más de 2 millones. Cientos de miles de personas se cayeron de la
clase media y media baja para pasar a engrosar la fila de pobres.
Sin embargo, se vienen algunos meses de alivio, con menos
sobresaltos cambiarios y un repunte del consumo y en general de los niveles de
actividad. El precio será alto, con caída de reservas, fuerte emisión monetaria
y desequilibrios cada vez más marcados. El peligro de que la economía “pase factura” más adelante está más
latente que nunca. Pero por ahora es imposible mirar más allá del 14 de
noviembre, cuando se lleven adelante las elecciones legislativas.
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