Sábado 14 - Por Javier Blanco - La piedra angular de la norma del Banco Central
(BCRA), que trabó ayer toda la operatoria de los dólares financieros, es la
prohibición de enviar dólares conseguidos mediante la compraventa de activos a
cuentas de terceros aquí y en el exterior.
El argumento
oficial es que se trata de operaciones “opacas” que facilitan la elusión o la
evasión fiscal y hasta pueden favorecer el lavado de dinero, lo que conspira
contra las recomendaciones internacionales al respecto.
Pero la
consecuencia directa es que complica una vía alternativa de pagos que había
cobrado dimensión -vale recordar- por el nivel que adquirió esta nueva versión
del cepo cambiario, mucho más restrictivo que el hasta aquí conocido. Y que
dicha complicación promete sumar un nuevo escollo a una economía largamente
bimonetaria como la argentina.
La norma apunta,
básicamente, a controlar mejor los volúmenes que se operen con dólar MEP y CCL
para que el esquema general de restricciones no tenga fisuras.
“Básicamente exige
que las operaciones contra D [dólar] y C [pesos] sean liquidadas contra la
cuenta bancaria del cliente, de manera de poner un escollo adicional en el
camino para arbitrar monedas con activos al tener que superar los controles del
BCRA y la AFIP”, explicó un informe de la consultora Delphos Investment.
Todo apunta a
disminuir más el volumen de operaciones con dólar cable o CCL para que el BCRA
no gaste tantos dólares para mantener su cotización bajo control. La consultora
GRA, que dirige Gabriel Rubinstein, calculó recientemente que en la compraventa
de bonos que realizó el Central en los últimos 10 meses con este objetivo ya
había sacrificado unos US$2000 millones de las reservas.
Este “gasto” es uno
de los factores que explica -junto a los pagos de deuda a organismos y bonistas
y las importaciones de energía y vacunas- que el récord de US$7300 millones que
acumula en lo que va del año por sus intervenciones de compra en el mercado
(que pasaron a ser escasas en lo que va de agosto) sólo haya redundado en una
mejora menor a los US$2300 millones en su posición de reservas netas o propias.
Esta llegaba a los US$7102 millones (US$3501 millones líquidos y
US$3602 millones en
barras de oro) a fines de la semana pasada, según estimaciones del Grupo
Estudios de la Realidad Económica y Social (GERES).
Es decir: de cada
10 dólares adquiridos a exportadores sólo 3,1 quedaron en la reservas.
La evolución que
muestran las reservas netas (que venían de tocar un pico de US$8500 millones
antes de los pagos a organismos y acumulan ya una baja de casi US$1400 millones
en apenas un mes) confirma las proyecciones que hacían algunos economistas
sobre un BCRA que volvería a quedarse sin dólares, si nada hace cambiar esta
dinámica, hacia fin del presente año. Y con un cronograma electoral que, al
desplazarse, postergó las definiciones para luego de la votación de noviembre,
nada hace prever que el panorama se modifique antes que los argentinos pasemos
por las urnas.
“Los US$12.000
millones que vinieron del cielo generados por los DEG y el salto en el precio
de la soja se irán casi en su totalidad a financiar la elección. Otra vez el
costo de seguir procrastinando, en un contexto donde la política opera como si
el tiempo no tuviera un costo asociado”, había profetizado hace más de dos
meses la economista Marina Dal Poggetto, directora de la consultora Eco/go, en
un informe en base a estimaciones sobre ingresos y compromisos de pago que
enfrenta el país.
La medida
comunicada anteanoche por la entidad que preside Miguel Pesce no apunta a
cambiar ese horizonte, sino apenas a extenderlo sólo un “poquito”.
Pero, al dejar a la
vista la fragilidad de la situación macroeconómica en momentos en que se hace
visible que el mercado cambiario comienza a dejar atrás su mejor momento
estacional, puede volverse un boomerang por el impacto que tendrá sobre el
dólar blue y las expectativas, acelerando una demanda de coberturas que ya se
había hecho notar.
De
ser así, el remedio aplicado sólo convocará a la enfermedad y puede acelerar la
salida de capitales en momentos en que los propios datos públicos estiman que
los argentinos ya tienen atesorados fuera del sistema o depositados fuera del
país más de US$251.000 millones, es decir, 6,1 veces las posición de reservas
brutas de US$41.900 millones que declara el BCRA. |