Sábado 4 - Una declaración del ministro de Economía, Martín Guzmán, en Córdoba,
reactualizó dos cuestiones: el crecimiento de la deuda remunerada del Banco
Central, que ya alcanzó los $4 billones, y el estado de su relación con Miguel
Pesce, presidente de la entidad monetaria. Guzmán dijo que la situación es
“disfuncional”, pero luego Economía negó disputas con Pesce. Ese pasivo, muy
criticado por Alberto Fernández durante la campaña de 2019, creció 3,67 veces
–$2,92 billones– durante su administración: era de $1,09 billones cuando asumió
y al primer día de septiembre se ubicaba en $4 billones.
Una declaración de
última hora de Martín Guzmán en Córdoba –antes de que se bajara del escenario–
reactualizó dos temas: el enorme crecimiento de la deuda remunerada del Banco Central
(BCRA), que ya alcanzó los $4billones, y el estado real de su relación con
Miguel Pesce, presidente de la entidad monetaria.
Ante la pregunta de
uno de los presentes en la cena realizada en Córdoba el jueves pasado, Guzmán
había dicho: “Hay que seguir reordenando el funcionamiento del sistema
financiero. Hoy tenemos una situación en la cual el stock de Leliq más pases
pasa los $4 billones. Esa situación es disfuncional para el sistema económico,
porque lo que necesitamos es un sistema financiero que canalice el ahorro en
inversión”.
Tales declaraciones
sobre el exceso de Leliq –probablemente unos de los temas que el ministro
debate con el FMI– produjeron un tembladeral. Sin embargo, desde la propia
cartera de Hacienda desmintieron que exista un conflicto con el BCRA, presidido
por Pesce. Antes de que la sangre llegue al río, fuentes de Economía explicaron
que no existe ninguna diferencia de criterios con el BCRA. “Durante 2020, en un
contexto de necesidades de financiamiento y falta de acceso al crédito, el
Banco Central asistió fuertemente al Tesoro y para mantener la estabilidad
cambiaria debió absorber liquidez. El contexto actual es diferente, y hay una
visión compartida de que es el momento de empezar a revertir la dinámica que se
observó durante el año previo, a efectos de mejorar las perspectivas de
recuperación del crédito y la inversión”, señalaron.
La deuda remunerada
del BCRA es una montaña silenciosa que enciende luces amarillas. El volumen
total de esos pasivos en pesos quebró el mes pasado la barrera de los $4
billones y crece en forma simultánea a la emisión y la necesidad del BCRA de
esterilizar esos pesos.
Ese enorme pasivo,
muy criticado por Alberto Fernández durante la campaña que lo llevó a la
presidencia (“entre los bancos y los jubilados, me quedo con los jubilados”,
fue uno de sus caballitos de batalla), creció 3,67 veces, en $2,92 billones,
durante su administración: era de $1,09 billones cuando asumió y al primer día
de septiembre se ubica en $4 billones. Claro que ese stock de deuda en pesos
también ve licuado su valor si se lo mide en dólares, como consecuencia de la
devaluación que muestra la moneda local frente al dólar.
Ese total de $4
billones incluye los dos instrumentos de deuda que emite la entidad que
encabeza Pesce. De acuerdo con los últimos datos oficiales, al 1° de
septiembre, la entidad monetaria tiene en su balance $1,9 billones en pases
pasivos y otros $2,1 billones en Leliq.
Su expansión fue
tal que, aunque la tasa de interés que el BCRA paga cayó en 27 puntos (de 63%
al 36% nominal anual promedio, entre lo que abona por pases pasivos y Leliq) y
se mantiene estable desde hace más de un año, el costo mensual de esa deuda
aumentó de $52.100 millones a $117.300 millones, es decir en $65.200 millones,
o 2,25 veces. Lo que impulsó el crecimiento de $2,92 billones que mostró este
stock en los 20 meses de gestión Fernández fue la enorme y sostenida emisión
para financiar al Gobierno. En ese tiempo, Economía pidió y obtuvo asistencia
financiera del BCRA por $2.884.702 ($2,8 billones): $757.720 millones en
concepto de “adelantos transitorios” y $2,126 billones por la remisión de
utilidades, que, en verdad, son el resultado de las devaluaciones del 50% y 40%
que registró el peso en 2019 y el 2020, respectivamente.
La fuerte depreciación
del peso fue lo que le permitió indexar por esa misma proporción los papeles
nominados en dólares que tienen en su activo para anotarse en el balance
ganancias contables. Claro que, como sabe que la emisión espuria no es inocua
en términos inflacionarios, el propio BCRA retiró del mercado casi todo lo que
inyectó, la mayor parte colocando títulos a los bancos (Leliq) o tomándole
préstamos (pases pasivos), aunque otro 13,5% se esfumó por haber vendido
dólares de sus reservas en el mercado o al sector público para que atienda
pagos de deuda o importaciones de vacunas contra el Covid-19 o de energía, lo
que supone una emisión sin impacto monetario, ya que se trata de divisas que se
giran al exterior.
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