Por Fernando
Gutiérrez - Fue lindo mientras duró: el Banco Central pudo darse el lujo de tener un saldo positivo de dólares -es decir,
comprar más de lo que vende- prácticamente en todo el año. Pero los últimos
días dejaron en claro que el cambio de tendencia ya llegó.
Ya pasaron dos
semanas desde la última vez que el saldo fue positivo. En ese período el BCRA
acumuló ventas por u$s790 millones. Y ya hay estimaciones privadas que hablan
para septiembre de una pérdida de reservas por ventas al mercado en el orden de u$s350 millones.
No son malos
números si se los compara en términos históricos. Lo usual es que en agosto, ya
con la mayor parte de la campaña agrícola exportada y liquidada, no queden
muchos dólares en el mercado como para captar. Sin embargo, este
año la "supersoja" permitió estirar la bonanza, al punto que incluso
septiembre tendrá un buen aporte: las declaraciones juradas anticipadas de
exportaciones permiten suponer un ingreso de u$s3.000 millones por
liquidaciones del agro.
De todas formas,
los números del Central dejan en claro que el punto de inflexión ya
ocurrió, y es algo que se expresa con claridad en el mayor celo que se está
poniendo a la hora de autorizar importaciones: por la escasez de dólares, hay
sectores industriales a los que les cuesta hacerse de las divisas necesarias
para mantener el ritmo. Un ejemplo emblemático de esta situación es la industria automotriz, donde a pesar de un aumento en la demanda,
se están revisando las ventas a la baja.
Por otra parte,
decisiones de política económica como el postergamiento del tope a la
exportación cárnica implicará una pérdida adicional que la industria calcula en
u$s1.000 millones, con lo cual la bonanza de los precios agrícolas
internacionales se verá parcialmente contrarrestada por este "costo de
oportunidad" al vender menos carne.
Es en este contexto
que los analistas del mercado consideran que ya empezó una nueva fase de
pérdida de reservas del Banco Central. Hasta las legislativas de noviembre, se
proyecta que la baja sea de u$s1.000 millones, por el saldo negativo
de las intervenciones diarias en el mercado de cambios.
Pero además, claro, estará el vencimientos de obligaciones
con el Fondo Monetario Internacional, que podrían sumar -o restar, desde la
perspectiva del BCRA- otros u$s4.330 millones.
La calma cambiaria, con
fecha de vencimiento
Lo cierto es que
todos sabían que este momento llegaría y que coincidiría con dos situaciones
inquietantes: la primera es el calendario electoral, que suele poner
nerviosos a los ahorristas y, por lo tanto, trae tensiones
cambiarias; la segunda es que la merma de dólares se da en
simultáneo con un incremento en los pesos, por el mayor gasto público y su
financiación con emisión monetaria.
No por casualidad,
las consultoras privadas están revisando al alza sus pronósticos de inflación,
a contramano del optimismo oficial, que habla de que se inició un proceso de
caída inflacionaria.
El último sondeo
del Banco Central marca que la mayoría de los analistas prevén un rebote
inflacionario inmediatamente posterior a las elecciones, ya con un IPC que se
ubicará por encima del 3% mensual durante todo el verano.
Pero lo más
llamativo es que los economistas están previendo un fin del "ancla
cambiaria". En sus pronósticos, el año próximo el tipo de cambio oficial aumentará un 46% contra una inflación del 43%. Todo
un contraste respecto de la situación de este año, que se estima terminará con
una inflación en el orden del 48,5% contra un deslizamiento cambiario de apenas
23,5%.
Esto implica que la
relativa calma actual tiene fecha de vencimiento. En su último informe, la
firma inversora Consultatio apunta: "El Banco Central hizo
delivery de su parte: la puesta a punto del frente cambiario está
completa. La imagen muestra al tipo de cambio oficial depreciándose a una
velocidad crucero de 1% y a una de las tantas brechas del contado con liqui
estabilizadas firmes en 80%, por debajo del 89% alcanzando antes de la
introducción de los últimos controles. Todo en su lugar, pero todavía más
importante: quieto".
Pero a continuación advierte que esa política es una
"frazada corta" y que la paz cambiaria tiene corto
plazo. Observa señales de alarma en el mercado, como por ejemplo la curva
de pesos, que muestra una tendencia
dolarizadora. Desde que se introdujeron las últimas restricciones, la presión
vendedora llevó a los rendimientos del tramo corto de la curva CER a duplicarse
en menos de un mes.
Por su parte, un
informe de la administradora de fondos de inversión Quinquela enumera los
motivos por los cuales la relativa contención inflacionaria no podrá continuar
mucho tiempo:
*Corrección de
precios relativos.
*Recuperacón de
salarios.
*Posible
aceleración del tipo de cambio.
*Ajuste de tarifas.
*Exceso de pesos
que vuelven a presionar.
Un mercado más
desconfiado
Por lo pronto, los
informes que estiman el gasto público ya apuntan a un rojo fiscal de
$120.000 millones para agosto, una cifra que implicará un "piso" para
lo que resta del año. Aun cuando la recaudación impositiva sigue mejorando -en agosto hubo una suba real de 10%
contra el msmo mes del año pasado y también una suba de 2,6% real en la
comparación contra agosto de 2019-, eso no alcanza para tapar el agujero
fiscal que viene.
Sobre todo, si se
tiene en cuenta que empezará a mermar el ingreso por retenciones a las
exportaciones, que hasta ahora han explicado el 9% de lo que entra a las arcas de la AFIP.
Y es ahí cuando el
mercado se empieza a poner nervioso: gasto público en crecimiento, menos
dólares en las reservas y dudas sobre sostenimiento del nivel de recaudación
llevan a una expectativa de mayor expansión monetaria.
Sobre todo, si se tiene en cuenta que, tras un primer
semestre de austeridad fiscal -que dejó un rojo de 0,5% del PBI- el gasto se
aceleró al punto que ese mismo déficit se volvió a producir solamente en el transcurso
de julio y agosto.
La expectativa del
mercado es que hasta fin de año se dé una relación de tres a uno en favor de la
"maquinita": los cálculos de la
consultora Equilibra indican que, si se asume un déficit fiscal de
2,6 entre agosto y diciembre, habría un monto de $1,1 billón por financiar, y
las consultoras estiman que será difícil que el Tesoro pueda obtener una
financiación por más de $290.000 millones.
Las últimas
experiencias del ministro Martín Guzmán en el mercado no fueron
positivas, y se encontró con inversores ya no tan bien dispuesto a financiarlo. En el primer semestre había
celebrado un "rolleo" de 124%. Es decir, el mercado le había
dado plata en cantidades mayores a los bonos que se vencían, con lo cual le
dejaban en su caja pesos para financiar el gasto sin pedirle asistencia al
Banco Central.
Ahora, en cambio,
esa situación parece haber encontrado un punto de inflexión: en la última licitación no se
llegó a cubrir el total de los vencimientos. Y en lo que va del
segundo semestre, ya se tuvo que depender de la "maquinita" por
$380.000 millones.
Se están buscando
nuevas estrategias para seducir a los invesores, pero los analistas muestran
escepticismo: "La aceleración del gasto no cederá y esto traccionará a la
emisión monetaria", advierte un informe de Ecolatina, que insinúa que
luego de las elecciones el Gobierno no tendrá otra salida que volver a apretar
el frente fiscal para evitar tensiones inflacionarias y, al mismo tiempo,
enviar una señal política al FMI.
Por su parte, el
informe de Quinquela calcula que el salvataje del Banco Central al Tesoro
implicará otros $710.000 millones, que se sumarán a los $522.000 millones que
ya le giró por concepto de utilidades y a los $190.000 millones de adelantos
transitorios. Es decir, un nivel de transferencias en el año por $1,4 billón.
"Llegar al
total implica quedar con poco margen de asistencia para los primeros meses de
2022 y, sobre todo, inyectar $172.500 millones promedio por mes hasta fin de
año", advierte la consultora. Y agrega que semejante nivel de emisión por
parte del Central obligará a absorber pesos del mercado, con lo que agrava más
aun la situación de exceso de pesos para el año próximo.
Mirando pistas en el
presupuesto
En definitiva, el diagnóstico que los inversores y
ahorristas están haciendo sobre el momento económico se puede definir en una
frase simple y contundente: cada vez va a haber menos dólares disponibles y más
pesos en la calle como consecuencia de la asistencia para financiar al gasto
público.
Es por eso que
cambiaron las expectativas sobre el "ancla cambiaria" para el año
próximo, como puede verse en la encuesta REM del Banco Central. Y también es por ese motivo que se espera
con ansiedad la presentación del proyecto de ley para el presupuesto 2022.
La semana próxima,
ya con los resultados de las PASO a la vista, Guzmán dará las primeras pistas
en el sentido de si está dispuesto a pagar el costo político de un ajuste para
disminuir el nivel de déficit -y, por lo tanto, de asistencia del BCRA- o si,
por el contrario, si ya desde el arranque se plantean metas laxas, que pueden
volver a hacer dudar sobre la senda descendente de la inflación.
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