Domingo
12 - Por Marcelo
Fidalgo - En el marco de la campaña electoral previo a las PASO, la
situación económica y el mal manejo de
la pandemia han tomado un rol central en el discurso de los sectores opositores
al gobierno nacional. En tal sentido podemos observar como los precandidatos
liberales José Luis Espert y Ricardo López Murphy, el
neoclásico Martin Tetaz o el anarcocapitalista Javier Milei coinciden entre otras cuestiones,
en poner el foco en el déficit
fiscal como uno de los
graves problemas económicos que posee nuestro país, problema que no es solo de
este gobierno por supuesto, sino de características crónicas.
A nadie escapa que
el déficit fiscal es un grave problema a resolver. Nuestro
país hace largos años que viene sufriendo las consecuencias que acarrea que el
estado cierre sus ejercicios con déficit fiscal; de hecho un trabajo efectuado
por el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires publicado en el año 2018 afirmaba que de los últimos 35 años en
nuestro país, durante 28 años el estado cerro sus ejercicios con déficit
fiscal. Esta situación que podría definirse como casi crónica, ha
sido la principal causante de la inflación y el endeudamiento público, dado que
para financiar dicho déficit, los gobiernos han recurrido a dos cuestiones:
emisión monetaria y endeudamiento tanto en pesos como en dólares.
Corregir el déficit
fiscal es una cuestión sumamente compleja, pero aún más complicada en un país
que ostenta altos índices de pobreza e indigencia, una elevada precarización e
informalidad laboral, elevados índices inflacionarios y con salarios y
jubilaciones que en algunos casos, no llegan a cubrir la canasta básica de
alimentos. A esta compleja
situación socioeconómica, se le ha sumado la pandemia la cual profundizo aún
más estos problemas enunciados.
Frente a este
contexto, surgen preguntas que no siempre encuentran una respuesta:
¿Cómo reducimos el
déficit fiscal sin dejar de asistir a millones de conciudadanos que necesitan
imperiosamente la ayuda del estado para poder acceder a las condiciones más
esenciales para vivir?
¿Es este el momento
y el contexto para pensar en reducir el déficit fiscal?
¿Frente a los
niveles de pobreza y desigualdad que tiene nuestro país desde hace ya largos
años y que se acrecentaron con la pandemia, debe el estado nacional pensar en
reducir el gasto público?
Pero hay una
pregunta aún más importante: ¿Cómo reducimos el gasto
público y el déficit fiscal a través de un programa económico con la gente
adentro?
En definitiva,
nadie pone en duda que el déficit fiscal trae consecuencias o efectos adversos
en la economía. El problema no solo ideológico, sino diría ético y moral, está
centrado en cómo y de qué forma se encara este proceso de reducción del déficit
fiscal. Por la vía del ajuste, es decir reduciendo gastos únicamente como
proponen aun sin decirlo tácitamente algunos candidatos enunciados, o buscando
una salida superadora mediante una manera de reducir gastos y paralelamente
generando mayores ingresos, de manera tal que se pueda empezar a reducir el
déficit fiscal sin tener como único recurso el ajuste, es decir, ¿sin tener que
dejar de recortar erogaciones de son de suma necesidad en el contexto en el que
vivimos?
Por el camino de la
sola reducción del gasto, ya sabemos lo que sucede, nuestra memoria reciente
nos sirve para obtener la respuesta rápidamente. El desafío entonces, es buscar
una solución que contemple poder generar recorte de gastos, pero que también
ponga el eje en el aumento de ingresos por medio de la recaudación fiscal.
Para lograr una mayor recaudación fiscal, hay diferentes caminos por los cuales
transitar. Aumento de las exportaciones, aumento del consumo y del mercado
interno, aumento de impuestos y de las cargas tributarias entre otras tantas.
Sin embargo, hay
una alternativa de la que se habla muy poco tanto en la oposición, como en el
oficialismo; me refiero a la evasión y elusión fiscal. Por supuesto que hablar de evasión y
elusión fiscal de manera general contempla desde la fuga de capitales hasta el
pequeño comercio barrial que vende sin emitir ticket fiscal alguno. Pero como
mencione anteriormente, que esto es un tema no solo ideológico, sino ético y
moral, en consecuencia, es ineludible comenzar por los
grandes evasores, esos que en muchas ocasiones se identifican con los
economistas que denostan al estado, a la política y hablan persistentemente del
déficit fiscal, cuando en el fondo están hablando de ajuste fiscal.
Quizás sea no solo por una cuestión ideológica su identificación, sino porque
en el fondo estos economistas les son completamente funcionales a sus intereses
de evasores y eludidores en muchos casos seriales.
Pero analicemos con
datos concretos la conveniencia de poner el foco en la evasión o elusión fiscal
como búsqueda de una solución superadora y no quedarnos solo en la cuestión del
déficit fiscal. Un cuarto de la economía argentina opera en
negro, desde actividades agrícolas y ganaderas hasta la industria, el comercio
y las actividades profesionales. A esta situación hay que agregarle un dato no
menor; las grandes empresas también evaden mediante manipulación de los precios
de exportaciones e importaciones o los autopréstamos camuflados desde
sociedades offshore.
Vázquez del Faro,
economista del grupo San Juan, en un informe recientemente publicado nos
muestra que “Argentina es el país de la región donde mayores niveles de evasión
se reportan. Según diversos estudios realizados alrededor del mundo, en nuestro
país se evaden anualmente sumas que representan el 5% del PBI. Esto significa,
aproximadamente, un total de U$S 21.000 millones a valores del PBI de 2018.
Según el “ranking
de evasión global” realizado a partir de estudios del Instituto Mundial de
Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad de las Naciones Unidas en
Tokio –sobre datos del propio FMI- nuestro país se encuentra tercero en el
mundo. Los niveles de evasión en Argentina sólo son superados por tres países: Malta, Guyana y Chad. El altísimo nivel de
evasión fiscal que se registra en la Argentina sextuplica valores de países
vecinos como Uruguay y Bolivia. Por ultimo nos agrega otro dato relevante. “Según información de la CEPAL- la evasión tanto sobre rentas de
personas físicas como sobre la renta de sociedades en Argentina suma más del 5%
del PBI”.
En igual
sentido, Mariana Dondo y Alfredo Serrano Mancilla, ambos doctores en
economía, nos brindan a través de sus investigaciones datos muy contundentes al
respecto. La primera tiene que ver con lo que mucho se habla en relación a la
presión fiscal; al respecto nos dicen lo siguiente: “A pesar de todo lo que se
publica, el nivel de recaudación en Argentina está por debajo de los estándares
internacionales. La presión fiscal en 2019 del país fue del 28,4 % del PIB,
mientras que el promedio de los países de la OCDE es del 34,3%”. Esto
echa por tierra el argumento respecto de la excesiva presión fiscal en nuestro
país. Pero hay otros datos que son verdaderamente preocupantes en cuanto a
evasión fiscal.
En tal sentido,
Dondo y Mansilla sostienen: “En Argentina, por ejemplo, es inadmisible que la
tasa legal del impuesto que tienen que pagar las empresas difiera tan
significativamente de la tasa efectiva que realmente pagan. La tasa legal era
en 2018 del 30 %, pero a la hora de la verdad, el tipo impositivo efectivo
sobre sus beneficios fue del 7,8%”. Estas prácticas gracias a las
ventanas legales que lo permiten, nos generan un perjuicio del orden del 2,74 %
del PIB, o lo que es lo mismo: se pierde un 9 % del total de recaudación.
Respecto de la
elusión fiscal, el mejor ejemplo se encuentra en la exención del impuesto a las
ganancias para los magistrados y funcionarios del Poder Judicial. En el 2021 dejarán de pagar 41.285 millones de pesos. Si se
estableciera lo contrario, o sea, que paguen su correspondiente impuesto sin
exenciones, se acabaría esta fuga anual que equivale al 21 % del presupuesto
anual del Ministerio de Salud, o al 130 % del Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos, o al 665 % del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.
Por último, nos
hablan de otra cuestión vinculada a las grandes multinacionales y las riquezas
fuera del país no declaradas: “También obvian lo
que no se paga por evasión, o por riquezas no declaradas offshore (que según
datos de 2017, suponía el 74,8 % del PIB), o por bases tributarias subvaluadas
por no existir un catastro de propiedades ajustado a los precios de mercado; o
lo que dejan de pagar las gigantes tecnológicas (Google, Apple, Facebook,
Amazon, Netflix) que operan en el país; o lo que poco que tributan las rentas
del capital”.
En el mismo sentido
el economista Alfredo Zaiat en una publicación
periodística nos menciona lo siguiente: “En el país, las multinacionales
transfieren utilidades por unos 3200 millones de dólares por año a guaridas
fiscales, que implica una pérdida de recaudación equivalente a 1125 millones de
dólares”. Esto en mi opinión, explica en gran parte lo siguiente
que nos menciona Zaiat: “Los recursos argentinos fuera del sistema,
sean declarados o no, suponen entre el 36% y el 80% del PBI. A
partir de la estimación más cauta, el National Bureau of Economic Research, de
Estados Unidos, situó a la Argentina como el quinto país con más dinero
offshore en relación con el tamaño de su economía, sólo detrás de Rusia, Arabia
Saudita, Venezuela y Emiratos Árabes”.
Para finalizar con
esta demostración el periodista económico Carlos
Lamiral publicaba recientemente en este diario, algunas conclusiones del Encuentro Anual
de Impuestos organizado por el Instituto para el Desarrollo Empresarial de la
Argentina (IDEA), específicamente el planteo del CEO del grupo GNP Guillermo
Pérez quien expresó: “Si se bajara la evasión fiscal del 40% actual
al 30% se resolvería el problema del déficit. Hay que combatir fuertemente la
evasión. Bajar 10 puntos resolvería el problema del
déficit fiscal y resolvería muchos problemas”. Si se tomara
entonces como base lo que recaudó la AFIP en lo que va del 2021, el gobierno
tendría ahora unos $380.000 millones extra, que es lo que produjo el Aporte
Solidario de este año ($344.000 millones).
A esta altura del
análisis, ha quedado bien en claro que el problema de la evasión y elusión
fiscal, es de una gravedad mayor al del déficit fiscal. Reducir solamente el
déficit fiscal es favorecer el statu quo dado que los grandes evasores y
eludidores continuaran favoreciéndose como la han hecho hasta ahora. Afrontar
la evasión fiscal, implica por el contrario modificar ese statu quo y generar
como consecuencia de ello, un Estado con mayores recursos fiscales para poder
afrontar y solucionar no solo los problemas coyunturales, sino fundamentalmente
los estructurales generándole así una mejor perspectiva a futuro a nuestro a
nuestro país. Debemos exigirle a nuestra clase política dirigente sea esta
oficialista u opositora, incluir en la agenda no solo en el déficit fiscal,
sino también en la evasión y elusión fiscal.
Frente a problemas
complejos, es necesario recurrir también a soluciones complejas e integrales.
Reducir solamente el déficit mediante la vía del ajuste fiscal en la Argentina
del 2021, es una solución que nos dará como resultado que millones de
compatriotas queden al total y absoluto desamparo. Como dije al inicio; la solución no solo es técnica, sino ideológica y
hasta podría decirse que es ética y moral.
La evasión y la
elusión fiscal impiden contar con los recursos necesarios para afrontar los
innumerables problemas coyunturales y estructurales que posee nuestro país y
que postergan el sueño de un país más justo e igualitario. Combatirla es un
deber impostergable para todos aquellos que soñamos con una mejor Argentina.
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