Domingo
28 - Por Pablo Wende
- La receta del “populismo sin plata” que intenta llevar
adelante Alberto Fernández chocó con los límites que impone la
realidad. El gasto electoral, el incremento del empleo público, las tarifas
congeladas y los millones de planes sociales se pueden mantener a costa de una
gigantesca emisión de pesos por parte del Banco Central y un nivel cada vez más
alto de inflación. Pero cuando se trata de mantener el precio del dólar
subsidiado, las cosas se vuelven mucho más complicadas.
La escasez de dólares es de lejos el principal escollo que tiene por
delante el Presidente para transitar sus dos próximos años de gestión. De cómo
se resuelva depende la posibilidad de sostener el fuerte repunte de la economía
de este año.
La actividad se aceleró en los últimos meses y se estima una suba de 10%
del PBI para este año, lo que ya dejaría atrás el bajón de la pandemia. Pero
mantener la mejora en 2022 es una historia bien diferente.
En las dos semanas posteriores a las elecciones legislativas, el
Gobierno dio muestras de agotamiento para defender el tipo de cambio y evitar
el aumento de la brecha. Primero fue la decisión de dejar de intervenir en
el dólar implícito en el mercado de bonos. El “contado con liquidación” venía
de $ 170, en la previa electoral pasó a $ 180 y ahora ya está en $ 215. Un
salto de 25% en menos de dos meses.
La prohibición de financiar gastos en el exterior en cuotas fue otra de
las señales en la misma dirección. La demanda de dólares para turismo
crece fuerte en los meses de verano y ahora el titular del BCRA, Miguel Pesce,
busca desalentarlo. Pero lo más probable es que el impacto de la medida sea
marginal e insuficiente para el objetivo buscado de minimizar la caída de
reservas durante el verano. La lógica indica que el tipo de cambio para
viajes debería sincerarse y reflejar el verdadero precio de mercado.
La medida del
Central prohibiendo la venta de pasajes y servicios turísticos en cuotas rehuye
la cuestión de fondo: el tipo de cambio para viajes debería sincerarse y
reflejar el verdadero precio del dólar EFE/Juan Ignacio Roncoroni
Para un Banco Central con pocos dólares, los subsidios que aún se
mantienen para controlar el tipo de cambio se vuelven obscenos. Quienes
compran pasajes, estadías en hoteles y gastan con tarjeta en el exterior
acceden a un tipo de cambio “turista” de $ 175, cuando el dólar libre cotiza
arriba de $ 200. Esto significa que aquellos que viajen al exterior tienen
un descuento de 13% en dólares por comprarlo desde la Argentina. Un
paquete all inclusive de 2.000 dólares en realidad cuesta USD
1.740. Los restantes USD 260 las pone el Estado argentino para los veraneantes.
El problema no son las compras en cuotas, sino que se mantenga abierta la
posibilidad de acceder a semejante subsidio.
En octubre el balance cambiario arrojó un déficit de USD 538 millones
por compra de pasajes y paquetes al exterior, además del pago de servicios
internacionales. Se trató del nivel más alto desde el inicio de la
pandemia y tiene a profundizarse dramáticamente en los próximos meses. Allí
debe buscarse la explicación de la polémica medida adoptada por el Central el
viernes.
Otro sinsentido es que se mantenga el esquema de compra de dólar
“solidario” por USD 200 mensuales. En octubre, de acuerdo a la información
oficial, fueron 685.000 personas las que compraron USD 137 millones,
aprovechando un tipo de cambio inferior al de mercado.
Cuentas de
almacenero
Una cuenta de almacenero basta para concluir que al Central sólo le
alcanzan sus dólares propios como máximo hasta enero. A las reservas brutas se
les deben descontar el swap chino, los encajes de los depósitos en dólares y el
préstamo del Banco de Basilea. La cifra ya está por debajo de los USD 5.000
millones.
De ese total, habrá que pagarle USD 1.900 millones al FMI en diciembre y
otros USD 730 millones de intereses en enero. Pero además también habrá que
enfrentar vencimientos de los nuevos bonos en dólares colocados en la
renegociación de la deuda del año pasado, por USD 690 millones. La decisión de
obligar a los bancos a vender al Central antes del 1 de diciembre sus dólares
propios es otro reflejo de las urgencias del momento. Serían unos USD 600
millones, para que el BCRA transite un complejo diciembre.
La medida de obligar a los bancos a venderle sus dólares al BCRA antes
del 1 de diciembre es otro reflejo de la escasez de reservas. Serían unos USD
600 millones para que el BCRA pase un complejo diciembre. REUTERS/Enrique
MarcarianLa caída continua de reservas cada vez más escasas coincide con una
enorme emisión monetaria para despedir el año. Según cálculos del
economista Fernando Marull, la cifra ascenderá a $ 250.000 millones para
enfrentar el rojo fiscal de diciembre. El mes próximo aumenta la demanda de
pesos de público y empresas, pero luego habrá que salir a absorber la “resaca” en
enero y febrero.
El dólar “oficial” es una historia aparte. El objetivo de evitar una
devaluación brusca sigue siendo central para el equipo económico. Lograrlo no
será fácil. Por un lado, requiere de mantener un cepo estricto y administrar el
flujo de acceso al mercado a los importadores. Pero al mismo tiempo será
necesario acelerar la suba del tipo de cambio para pasar del 1% a cerca del 3%
por mes, algo que en alguna medida ya está previsto en el proyecto de
Presupuesto 2022.
Con este delicado panorama, el objetivo del ministro de Economía,
Martín Guzmán, es pasar el verano como sea, ganar tiempo hasta acordar con el
FMI. La incógnita ni siquiera pasa tanto por el arreglo, que le conviene a
ambas partes, sino por el efecto que podría generar entre los inversores. Hoy
el clima hacia la Argentina es profundamente negativo: la mayoría piensa que el
Gobierno incumplirá rápido el compromiso que asuma con el organismo. La propia
calificadora Moody´s indicó que es “altamente probable” que ello suceda. El
razonamiento es que sería un milagro que el Gobierno esté dispuesto a realizar
un ajuste de las cuentas públicas en 2023, año de elecciones presidenciales.
Cristina Kirchner rompió el silencio que venía manteniendo desde
las legislativas. En su nueva carta se muestra a favor de cumplir con los
compromisos, es decir le dio un aval al avance de las negociaciones y un
eventual acuerdo con el FMI. No se privó, sin embargo, de condicionar su
respaldo a los compromisos que se asuman: “La definición que se adopte y
se apruebe puede llegar a constituír el más auténtico y verdadero cepo del que
se tenga memoria para el desarrollo y el crecimiento con inclusión social”. Se
trata de una señal por cierto no muy tranquilizadora para los mercados.
El desafío, por lo tanto, no es sólo patear para adelante los
vencimientos de casi USD 40.000 millones con el Fondo, sino diseñar un programa
económico creíble, que permita encauzar las expectativas. Aún no está para
nada claro si eso es posible. Los antecedentes no le juegan a favor a
Guzmán: el canje que permitió renegociar la deuda el año pasado no generó
ninguno de los efectos positivos esperados, el riesgo-país supera los 1.800
puntos básicos, se descuenta una nueva reestructuración en dos años y las
reservas del Central son cada vez más escasas.
Para el ministro se acerca la hora de la verdad. En los próximos días
debe presentar su “plan económico plurianual”, que deberá alinearse a las
negociaciones con el Fondo. El sendero fiscal, el futuro del cepo cambiario y
las reglas del mercado laboral serán sólo algunas de las variables que debería
incluir. El veredicto de los mercados llegará muy rápido, antes de fin de año,
y se transformará en una guía de cómo transitará la economía argentina los
próximos dos años hasta las elecciones del 2023.
|