Por Juan Strasnoy
Peyre
- Pasadas las elecciones y con la agenda enfocada en la negociación
con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el nivel de
reservas, la estrategia cambiaria que
asumirá el Gobierno es hoy uno de los grandes focos de atención.
Descartado
por el gabinete económico un salto devaluatorio como el que auguraba buena
parte del mercado para después de los comicios, el Banco Central calibra sus
próximos pasos.
Según
supo Ámbito, los funcionarios monitorean la dinámica actual de precios en base
a las mediciones de alta frecuencia y evalúan el momento oportuno para avanzar
en una corrección del ritmo de depreciación. El BCRA prepara un alza
en la velocidad de deslizamiento del dólar oficial para
acercarla a la tasa de inflación, aunque sin que supere su nivel.
Con
un estricto cepo cambiario que le permite administrar la evolución del tipo de
cambio que se utiliza para el comercio exterior (una política que se conoce
como crawling peg), en lo que va del año el Banco Central desplegó una
estrategia de ancla cambiaria con la intención de ayudar a desacelerar la muy
elevada inflación. Desde marzo, el dólar mayorista avanzó alrededor de 2 puntos
porcentuales por debajo del índice de precios al consumidor (IPC) mensual. El
crecimiento de la inflación en el mundo, la recomposición de márgenes de
ganancias de los empresarios y los desequilibrios macroeconómicos atentaron
contra ese objetivo.
En
el gabinete económico consideran que las devaluaciones de 2018 y 2019 más el
deslizamiento cambiario levemente por encima del IPC en 2020 habían dejado
margen para fijar el ancla cambiaria sin atentar contra la competitividad de la
economía. Más aún en un momento de mejora de los términos de intercambio para
Argentina. Aunque sostienen que el tipo de cambio real no está atrasado en
términos históricos, la demora en la desaceleración de la inflación y la
necesidad de mantener un elevado nivel de exportaciones en 2022 para no obturar
las posibilidades de recuperación de la actividad económica empiezan a empujar
un retoque en el ritmo de crawling peg, algo que ya sugería el proyecto de
Presupuesto que Martín Guzmán envió al Congreso y cuyo tratamiento se pateó
para después de la presentación del programa plurianual.
Con
todo, los funcionarios descartan una aceleración del ritmo de
depreciación a los niveles que pronostica el mercado, bastante superiores a las
proyecciones de inflación, según se desprende del precio de los contratos de
futuros del dólar. Y hablan de un gradual acercamiento hacia el IPC, al tiempo
en que se logre un retroceso mensual de la inflación. La premisa es no sumar
combustible a los precios.
Así,
como adelantó este diario, esperan que el BCRA continúe embolsando ganancias
tanto en el Rofex como en el MAE ante los inversores que apuestan por una
devaluación. En noviembre, la entidad podría ganar unos $3.500 millones a
través de su intervención en futuros, que se sumarían a los $14.500 millones
cosechados entre enero y octubre, y a los $23.500 millones de 2020.
La
confirmación de este escenario dependerá, claro está, de la letra final del
acuerdo al que arribe el Gobierno con el staff del FMI, con quien atraviesa
jornadas de álgida negociación para presentar el plan plurianual en la semana
que va del 6 al 10 de diciembre. Pero esa es la hoja de ruta cambiaria de
Guzmán y Miguel Pesce.
Fuentes
oficiales aseguran que los principales puntos de tensión con el organismo no
pasan por el nivel del dólar y se muestran confiadas en que también se
convalidará una continuidad del control de cambios: el Fondo sabe que sería
una quimera levantar el cepo y, al mismo tiempo, acumular reservas, la obsesión
de Washington para garantizar el repago de los u$s45.000 millones que le prestó
a Mauricio Macri. Como contó Ámbito, el ritmo de crecimiento, el sendero de
ajuste fiscal y la emisión son los principales puntos de discordia de cara un
programa que condicionará al país y dejará una auditoría permanente de la
política económica.
Mantener
las restricciones cambiarias durante los próximos años hasta que se fortalezcan
las escasas reservas es vital para el objetivo del Gobierno de evitar una
devaluación que ponga en riesgo la recuperación de la economía y agudice aún
más la crisis social. Fue en esa línea que la semana pasada el directorio del
Central dispuso la prohibición de la compra en cuotas de pasajes y otros gastos
turísticos en el exterior. Una medida con costo político en sectores medios y
altos que buscó cortar un subsidio en pesos a una actividad que amenazaba con
empezar a escalar la demanda de divisas: en octubre, el déficit por turismo y
otros servicios al exterior fue de u$s595 millones y triplicó el promedio del
primer semestre.
También
en esa misma sintonía fueron la obligación a los bancos de mantener una
posición global neta neutra de moneda extranjera y el corrimiento de la
intervención en los dólares financieros. Todas ellas medidas con el foco puesto
en contener el drenaje de reservas en momentos de estacionalidad desfavorable.
Con el objetivo de que los escasos dólares se utilicen para la demanda
productiva, la excepción a esa matriz fue la flexibilización del límite al pago
anticipado de importaciones de bienes de capital de hasta u$s1 millón, que
había sido restringida en octubre.
En
el mercado leyeron esas decisiones como una especie de reconocimiento oficial
de la crítica situación en materia de reservas. Los funcionarios descartan un
escenario disruptivo y esperan un diciembre algo más tranquilo con el ingreso
de la cosecha de trigo y la llegada de algunos desembolsos de bancos
multilaterales.
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