Por Juan Strasnoy
Peyre
- Tras el pago de u$s1.855 millones al Fondo Monetario Internacional
del miércoles pasado correspondiente al multimillonario crédito que tomó
Mauricio Macri, las reservas del
Banco Central cayeron a u$s39.156 millones. Así, quedaron algo por debajo del
nivel de cierre de 2020: u$s39.387 millones. Según cálculos de la consultora
1816, las tenencias netas bajaron a u$s2.180 millones.
Esto
implica que, pese al elevado superávit comercial, la llegada de los derechos especiales de giro (DEG) que distribuyó el FMI y el cepo, el año
cerrará sin acumulación de divisas. Este ítem es uno de los puntos clave de la
negociación con el organismo multilateral, que le reclama garantías al Gobierno
de que podrá recuperar reservas en los próximos años y, por eso, pone el foco
en el ritmo de crecimiento.
Hasta
noviembre, el superávit comercial acumulaba en 2021 u$s14.352 millones, según
datos del INDEC medidos en base a los registros de la Aduana.
Tanto las consultoras como el Gobierno esperan que termine el año arriba de
u$s15.000 millones. Pese al crecimiento de las importaciones en línea con la
recuperación de la actividad económica, el boom de precios de los commodities y
la mejora en las cantidades exportadas permitió un crecimiento del saldo
positivo del 25% interanual. A eso se sumaron los DEG que envió el FMI,
equivalentes a unos u$s4.350 millones.
Junto
al cepo, esos alrededor de u$s20.000 millones fueron los que le posibilitaron
al equipo económico sostener la estrategia de ancla cambiaria para intentar
contener el avance de la inflación en medio de fuertes presiones por otras
vías. ¿Por qué ese ingreso de divisas no se materializó en las reservas? La formación de activos externos (la llamada fuga de
capitales) y el déficit turístico, dos tradicionales vías de drenaje de
dólares, no tuvieron mayor incidencia esta vez: en el primer caso,
por el endurecimiento de los controles cambiarios y, en el segundo, por el
impacto de la pandemia en los viajes al exterior.
A
octubre, según los últimos datos del BCRA, se habían fugado u$s247 millones
(contra los u$s3.000 millones de todo 2020 y, desregulación mediante, los
u$s27.000 millones de 2018 y 2019). Por turismo, entre enero y octubre se
fueron u$s1.748 millones, una suma importante pero muy inferior a lo habitual
(en todo 2019 el rojo turístico fue de u$s5.681 millones, aun a pesar de la
crisis). Aunque la tendencia creciente de los últimos meses, llevó al BCRA a
prohibir el financiamiento de viajes al exterior con cuotas fijas en pesos, lo
que constituía una especie de subsidio riesgoso de cara a un verano desafiante.
¿Entonces?
La principal vía de salida fueron los pagos de deuda externa tanto del Estado
como de las empresas. Este año los vencimientos de capital e intereses con el FMI drenaron
cerca de u$s5.200 millones, que el Gobierno decidió cumplir mientras se
extendía la negociación como señal de vocación acuerdista a pesar de la escasez
de divisas. Buena parte de ellos se canceló con los DEG del propio Fondo, cuyo
remanente actual alcanza para cubrir el grueso del vencimiento de enero por
algo más de u$s700 millones pero no el 100%.
Dentro
de la deuda soberana, el resto fue menos relevante. Luego de la
reestructuración de 2020, este año se les pagó a los bonistas apenas u$s154
millones en intereses. Y el “puente de tiempo” acordado con el Club de París hasta marzo hizo que en 2021 se abonaran
poco más de u$s200 millones. Con los otros organismos multilaterales, la
expectativa oficial es que el año termine con flujo neto positivo.
Otra
fuente importante de sangría de divisas fueron las cancelaciones netas de deuda
externa que realizaron las empresas, que durante el Gobierno de Cambiemos se subieron al proceso de endeudamiento en
dólares. Sólo por amortizaciones netas del sector privado se fueron u$s3.988
millones entre enero y octubre. A eso se suman los intereses. Ese volumen
habría sido aún mayor de no ser por las reestructuraciones de deuda privada
impulsadas por el BCRA a partir de septiembre de
2020, cuando dispuso que las compañías sólo podrían acceder al dólar oficial
para cancelar el 40% de los vencimientos financieros de capital que superaran
u$s1 millón. Con una brecha creciente, las empresas buscaron aprovechar todo lo
posible el acceso al dólar mayorista y cancelar pasivos sin refinanciarlos.
Del
resto de los canales de salida de divisas, uno de los más relevantes fue la
intervención que realizó el Central en el mercado de bonos para contener la
suba del contado con liquidación (CCL) operado con el título AL30. Según
cálculos privados, esto implicó volcar algo más de u$s2.000 millones. Pasadas
las elecciones legislativas, la entidad que preside Miguel Pesce dejó de intervenir en la brecha, algo que
el FMI le reclamaba al equipo económico.
Reservas y FMI
Es
que justamente las reservas son uno de los puntos clave de la negociación con
el organismo que encabeza Kristalina Georgieva. Como contó este diario semanas
atrás, una de las grandes obsesiones de Washington es que el país recomponga
rápidamente su stock de reservas con vistas a garantizarse a futuro el repago
de los u$s45.000 millones que hoy el Gobierno busca refinanciar.
Así,
el staff del Fondo busca ponerle un coto al ritmo de recuperación de la
actividad económica, que este año rondará el 10% y devolverá al PBI al nivel
pre-pandemia pero poscrisis de Cambiemos. Como marca la estructural restricción
externa argentina, por cada punto de crecimiento de la actividad, las cantidades
importadas suelen expandirse cerca de 3 puntos. Martín Guzmán había planteado
para 2022 en su proyecto de Presupuesto que no fue aprobado un crecimiento del
4%. El FMI objeta ese número y busca que sea más bajo, en línea también con su
pretensión de un ajuste fiscal más acelerado.
Como
contrapartida, la auditoría del préstamos a Macri reflejó que el Fondo
convalidará la continuidad de parte de los controles de capitales y cambiarios,
también con la mira puesta en las reservas y en evitar que sus desembolsos
vuelvan a fugarse, como admitió que ocurrió en 2018 y 2019.
Con
todo, el Gabinete económico también sigue con atención la escasez de reservas.
Sabe que será un verano que será desafiante en el frente cambiario por factores
estacionales y por los vencimientos de deuda que se avecinan. Pero, mientras
acelera el ritmo de depreciación, descarta de plano un salto devaluatorio.
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