Sábado 1 - Por Gustavo
Ludmer - El fin de año invita a hacer un balance y a destacar los principales
desafíos que nuestro país debe resolver en 2022. En este 2021 que se va,
la economía creció
casi 10% y el nivel de actividad pudo recuperarse de la crisis del COVID en tan
sólo un año, situación impensada a fines de 2020.
Incluso
muchos sectores, como la industria manufacturera y la construcción, operan por
encima de los niveles de 2019 y hasta de 2018. La inversión
productiva es el componente de la demanda agregada que más rápidamente está
creciendo. Y se están creando miles de nuevos empleos: la desocupación fue de
8,2% entre julio y septiembre de 2021, la más baja desde 2017 según INDEC.
En
el frente externo, las exportaciones crecen gracias a los
mayores precios internacionales y a las subas de las cantidades, y la
cuenta corriente alcanzó un récord histórico en el tercer trimestre de 2021.
Son todas muy buenas noticias que parecieran no condecirse con el alto nivel de
incertidumbre que se vive en la actualidad.
Entre
las deudas pendientes se destacan, sin lugar a dudas, el 40% de pobreza y el 9% de indigencia (hambre)
relevados por el INDEC. A su vez, el Estado no logra equilibrar sus cuentas: el déficit fiscal primario acumulado a noviembre
fue de 2,1% del PIB y el financiero de 3,7%, a pesar del significativo ajuste
del poder adquisitivo de las jubilaciones, pensiones y salarios de empleados
públicos.
Por
su parte, la inflación se instaló cómodamente en el rango del
3% mensual y del 50% anual, con tarifas cuasi congeladas hace dos años y medio
(y combustibles hace 6 meses), con un dólar oficial que
desde febrero fue sistemáticamente atrasado para anclar los precios y con
presiones inflacionarias internacionales por la superación de los peores
momentos de la pandemia.
La
brecha con el blue y los dólares financieros oscila en torno
al 100%, lo
que estimula diferentes maniobras para evitar liquidar en el mercado oficial,
así como sobre-facturar importaciones y precios de transferencia. Cotizaciones
paralelas en torno a $200 también generan expectativas de depreciación: muchos actores piensan que, en cualquier momento, se viene un
nuevo salto cambiario, lo que suma más incertidumbre.
En
este contexto, y sin haber afrontado vencimientos de deuda muy importantes
durante 2021, el Banco Central de la República Argentina
(BCRA) termina el año con la misma cantidad de reservas que lo empezó, a
pesar de los U$S 14.000 millones de superávit comercial
y de los nuevos U$S 4.400 millones del FMI (de su programa
mundial por el COVID). En 2022 Argentina debe pagar a dicho organismo U$S
19.100 millones (cifra que torna imprescindible un acuerdo para ampliar los
plazos) y más de U$S 34.000 millones a privados, lo que obliga a poder
refinanciar los vencimientos a tasas razonables.
La
búsqueda de soluciones no es sencilla: la corrida hacia el dólar
desatada en abril de 2018, que a Macri le costó su re-elección y a la Argentina
el mayor endeudamiento de su historia con el FMI, demostró que sin controles
cambiarios nuestra economía queda muy expuesta a corridas cambiarias.
Ahora bien, la incapacidad de acumular reservas en 2021 dejó en evidencia que,
con dichos controles, el Estado no puede acceder a las divisas necesarias para
cumplir con los compromisos externos. Un callejón sin salida.
En
adelante, Argentina tiene el desafío de evitar un nuevo default y
embarcarse en un sendero de crecimiento económico que permita crear más y
mejores puestos de trabajo para, de esa forma, bajar los niveles de pobreza e
indigencia. Para alcanzar ambos objetivos no sólo debe generar crecientes
cantidades de dólares sino lograr que el Banco Central los acumule en sus
arcas. No conseguiremos mucho con seguir poniendo parches:
semejantes desafíos obligan a aplicar políticas audaces e innovadoras. Por
mencionar uno de los mejores ejemplos, el Ministerio de Desarrollo Productivo
comandado por Matías Kulfas diseñó e implementó
decenas de programas que están estimulando la transformación productiva en
diversos sectores de actividad, en los cuales día a día se anuncian nuevas
inversiones y la apertura de nuevos mercados externos.
Sin
embargo, todos estos esfuerzos pueden diluirse si no se logra reducir
sustancialmente la brecha cambiaria, terminar con el atraso del dólar y firmar
un acuerdo razonable con el FMI que permita reducir la incertidumbre imperante,
que se canaliza a través de una permanente dolarización de los ahorros.
La
trayectoria de los últimos años, en la cual el que apostó al dólar, ganó, deja
una dura enseñanza para los ahorristas y el mayor desafío para el Gobierno: brindar alternativas de inversión atractivas, sin repetir la
experiencia del macrismo que colocó las tasas de interés en pesos en niveles
inviables para la actividad productiva.
También
conviene advertir que un nuevo acuerdo con el FMI puede no ser suficiente para
reducir sustancialmente la incertidumbre; recordemos que la corrida cambiaria
contra el dólar blue de octubre de 2020 fue sólo un mes después del exitoso
canje de deuda con los privados.
Para
que Argentina pueda superar el estancamiento de su última década será necesario
tender puentes entre los principales espacios políticos mayoritarios que
permitan consensuar políticas públicas de largo plazo. En otras palabras,
comenzar a cerrar la grieta constituye una condición necesaria para nuestro
desarrollo económico. Y eso es una tarea no sólo del oficialismo sino también
de la oposición.
(*)
Licenciado en Economía (UBA). Profesor de Macroeconomía I (UBA). Becario
posdoctoral del CONICET. Doctor en desarrollo económico (UNQUI).
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